
Representación gráfica de la Batalla de Matxitxako
En alguna ocasión anterior (ver, por ejemplo, el post titulado «La liberación de Euskadi y de los vascos» publicado en este blog el 2 de abril de 2009) he constatado las curiosas coincidencias que se producen entre el momento político que hoy vivimos en Euskadi y la situación que se vivió tras la ocupación de Bilbao por las tropas franquistas.
Hoy vuelvo sobre la cuestión. Y lo hago, sirviéndome de la peripecia histórica que vivió, en aquella época, un vasco muy singular; un oficial de la Marina, que fue capaz de conciliar la lealtad a Franco y a España, que sentía profundamente, con una impecable acitud de respeto e incluso sincera solidaridad hacia los vencidos de la Guerra Civil. Me refiero a Manuel Calderón.

Ya lo dije ayer. El que no se consuela es porque no quiere. Ningún partido político se encuentra plenamente satisfecho con los resultados electorales del domingo, pero todos intentan -intentamos- leer las cifras arrojadas por las urnas de la forma más propicia para sus -nuestros- intereses estratégicos.
Es inútil buscar en la prensa de hoy la clave que permite interpretar objetivamente los resultados de las elecciones europeas. Todos los titulares son previsibles. Ninguno de ellos sorprende al lector mínimamente avisado. Cada cabecera distribuye y analiza los datos de la forma más apropiada para alcanzar las conclusiones que previamene ha establecido. Sólo hay una lectura -de entre las muchas posibles- que no he visto reflejada en ninguna parte. Cabía sostener que, a la luz del dictado de las urnas, los socialistas gobiernan en precario en España y en Euskadi. Porque no han conseguido ser la primera fuerza en ninguna de estos dos ámbitos, pese a ejercer, en ellos, responsabilidades de gobierno.


El poder político siempre ha buscado su legitimación. Quien ejerce autoridad pública sobre otros, aspira a que éstos acepten de buen grado su dominio, sin ponerlo cuestión ni dudar de su justificación.
Hoy hemos hecho campaña en Zalla; un municipio de 8.000 habitantes, situado en la parte oriental de Bizkaia. Las Encartaciones siguen siendo un pequeño paraíso aún por descubrir, incluso para los mismos vizcaínos. No digamos ya para los vascos del resto de los territorios, entre los que es frecuente detectar la -errónea- creencia de que Bizkaia acaba en Bilbao.