Cuando concluyó el último Pleno previo a la Navidad, un periodista me aseguró en los pasillos del Congreso, que el comunicado de ETA -ese del que todo el mundo hablaba y los mejor informados aseguraban que se emitiría antes de concluido el año- estaba redactado ya y se haría público en torno a la noche buena. «¿La buena nueva vendrá junto a la buena nueva?», bromeé. «Efectivamente», respondió. Y añadió: «Con el nacimiento del niño, nacerá también la paz».

El día 26 de diciembre, otro periodista de los que habitualmente están bien informados, me dio garantías plenas de que el comunicado se anunciaba para San Silvestre. El día 1 de enero me acordé de él y no pude evitar una sonrisa burlona. Al día siguiente me llamó. Reconoció su fallo y vaticinó: En Reyes. Pero tampoco esta vez acertó. El comunicado, como se sabe, no se hizo público hasta el día 10. Desde entonces, su contenido ha sido objeto de todo tipo de exégesis, comentarios y especulaciones. Unos quieren ver en él «el final del final de la lucha armada de ETA». Otros, por el contrario, aseguran que le falta lo imprescindible: su carácter definitivo e irreversible-.
En cualquier caso, voces procedentes de la propia izquierda abertzale aseguran que «no será el último comunicado», porque ETA «tendrá que decir muchas cosas más y las dirá». Y ayer mismo, un conocido diario intentaba elevarse sobre la confusa vorágine de los rumores, dando por sentado que, tras un intenso debate interno, ETA acordó en noviembre que «la estrategia político militar es incuestionable». O dicho en otros términos, que no renuncia a la actividad violenta, aunque la paralice ahora, cautelarmente, para ver si el devenir político de los próximos meses obedece a sus requerimientos.
A falta, pues, del último comunicado de la organización armada -parece claro que este no lo es- puede resultar interesante recordar el primero, que un buen amigo -archivero para más señas- ha puesto en mis manos durante el período navideño. Me refiero al «Manifiesto de ETA al pueblo vasco» que la organización difundió el 1 de enero de 1964, especificando que se trataba de «su primer Manifiesto Nacional, en forma de un mensaje de esperanza para este año primero de la lucha por la liberación total de Euzkadi».
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