Pido disculpas a los visitantes habituales de este blog por la escasa -más bien nula- atención que le he prestado durante la última semana. Es cierto, lo admito sin ambages, que no he sido capaz de responder a las expectativas de los más exigentes. Sin embargo, no quisiera dejar de invocar como factor atenuante, el hecho de diversas circunstancias personales, familiares, laborales y hasta mecánicas -el ordenador portátil que habitualmente utilizo para estos menesteres empieza a acusar los efectos del paso del tiempo y ha estado convaleciente, por enfermedad, durante varios días- me han obligado a dar prioridad a otros asuntos y a descuidar un poco -tampoco demasiado- la diligente llevanza de esta bitácora.
Son los pequeños inconvenientes que acompañan al compromiso de gestionar personalmente el blog. Si yo hiciera como otros muchos políticos -y políticas-, que acostumbran a delegar en sus asesores de prensa y gabinetes de comunicación la redacción de las entradas y de los comentarios que se atribuyen al titular, tampoco mi blog acusaría lagunas temporales. Pero como escribo con mis propias manos desde el primero hasta el último de los textos que se publican a mi nombre en esta plataforma, es inevitable que el trajín de la vida parlamentaria, que combina momentos muy apurados con períodos más relajados, tenga su impacto en el resultado final.