Hace unos días tuve ocasión de entrevistarme con el agregado comercial de una importante embajada en Madrid. Estaba interesado, según me dijo, en contrastar pareceres conmigo a propósito de lo que se oculta tras la sigla «Sortu, Bildu, Amaiur o como quiera que se llame». Textual. Esas fueron sus palabras. El país al que representa tiene, al parecer, algunos intereses económicos en Gipuzkoa. Y quería reunir información fidedigna sobre lo que esos intereses -y los de otros potenciales inversores de la misma nacionalidad- pueden esperar de un gobierno foral como el presidido por Martín Garitano. Me pidió que le hiciera de puente con algún empresario local. Lo hice. Y me consta que han hablado. Su encuentro, si no recuerdo mal, tuvo lugar pocos días después de que el presidente de la patronal gipuzkoana alertase públicamente sobre el daño que una hipotética desarmonización fiscal podría provocar en la economía del territorio. Obviamente, nada puedo decir sobre el fondo de la conversación que mantuvieron, aunque cabe sospechar que hablaron, entre otras, cosas, de la posible desarmonización fiscal que la irrupción de Bildu en la hacienda foral gipuzkoana puede provocar en el territorio vasco. De lo que sí puedo dar cuenta es del tenor de la entrevista que el responsable económico de la embajada entabló conmigo.
Mi interlocutor quería saber si quienes gobiernan el 90% de las instituciones gipuzkoanas son inofensivos socialdemócratas que han inflado su discurso de manera coyuntural o, por el contrario, se trata de comunistas ortodoxos firmemente dispuestos a echar el resto en la implementación de la política económica -más impuestos y más déficit- que la izquierda irredenta de Europa viene preconizando durante los últimos años. «No es un bloque homogéneo», le respondí. «Sus componente no responden a un patrón único, ni en lo ideológico, ni en el ámbito de la política económica «. Y a renglón seguido recordé aquella clarificadora entrevista en la que Ricardo Barainka, diputado foral en Bizkaia y candidato por EA a diputado general de este territorio, declaró a El Correo (15.05.07) con respecto a la identidad ideológica de su partido que “somos socialdemócratas, pero la gente no nos cree”. Tenía razón. Nadie se lo creía. Ni por sus orígenes, ni por sus trayectorias, ni por sus actitudes pasadas y presentes, ni por sus ambiciones, ni tan siquiera por el cuidado look que exhibían, aparentaban, los militantes de EA, situarse en el terreno de la socialdemocracia.