En un momento en el que la actividad cotidiana del Congreso de los diputados acusa la hegemonía de un parlamentarismo meramente declarativo y simbólico-mediático (ver, al respecto, el post titulado «Un episodio chocante«, publicado recientemente en esta bitácora), la semana pasada presentamos en el Congreso una Moción constructiva y tangible, que tenía por objeto contribuir a la difusión de la formación en alternancia en los centros universitarios, tomando como referencia una experiencia de éxito: la Escuela de Ingeniería en Alternancia del Instituto de Máquina-Herramienta de Elgoibar.

Con responsables del Instituto de la Máquina Herramienta de Elgoibar, frente al Congreso de los diputados
La formación en alternancia descansa sobre el principio de compartir el tiempo de formación entre el centro educativo y la empresa en la que se va a ejercer la actividad profesional, de manera que ambos polos -el académico y el profesional- se corresponsabilizan de la ejecución y la buena marcha de proyecto formativo compartido. Es una fórmula que va mucho más allá de la pura y simple realización de prácticas en la empresa, porque exige una implicación activa de la empresa en el proceso formativo de un profesional inicialmente concebido para integrarse en el tejido productivo. La formación en alternancia aúna los esfuerzos de la academia y de la empresa con la mirada puesta en objetivos de elevado interés social: promover empleos de calidad, anticipar la incorporación de jóvenes al mercado de trabajo, mejorar su tasa de actividad y contribuir a dotar de contenido efectivo a la cada vez más necesaria conexión entre los estudios y el empleo.
¿Hay algo que tenga más actualidad en los tiempos que corren?