Hay dos frases que, tras lo ocurrido este sábado, quedarán grabadas en mármol para los periodistas y los historiadores de la economía que centren su análisis en la evolución reciente de la banca española. La primera fue pronunciada hace unos años por José Luis Rodríguez Zapatero: «El sistema financiero español es el más solvente del mundo». La segunda la escuchamos hace tan sólo unos días de boca de Mariano Rajoy: «No habrá rescate a la banca». Si uno y otro hubiesen dicho la verdad, ayer no se hubiese reunido el Eurogrupo para acordar la concesión de una ayuda extraordinaria al sistema financiero español. Pero es evidente que ambos mintieron. Hoy lo vemos con absoluta claridad. Ni era cierto que el sistema financiero español fuera el más solvente del mundo, ni había base sólida, hace dos semanas, para descartar de modo radical la hipótesis de algún tipo de rescate para la banca española.
Me resulta extraordinariamente difícil creer que el Banco de España -una institución técnicamente bien armada, que cuenta con reputados técnicos y acreditados inspectores- desconociese cuales eran los males que aquejaban al sistema financiero español. Estoy persuadido de que se encontraba rigurosamente al tanto de todas sus fallas y lagunas. Seguro que las conocía hace cuatro años, cuando Zapatero puso a la banca española como modelo universal de gestión prudente y buenas prácticas, y el 29 de mayo último, cuando Rajoy sostuvo públicamente que no iba a producirse rescate alguno. Y sin embargo, no impidió -o no pudo impedir, no lo sé- que los ciudadanos del común recibieran los adulterados mensajes que recibieron por parte de los presidentes del Gobierno. De lo que no hay ninguna duda es de que, más allá de los falsos mensajes enviados a los ciudadanos, bajo tierra circulaba una información certera y fidedigna que no era accesible al conjunto de la opinión pública. No es casualidad que la cifra que la Eurozona ha declarado como máxima para articular la ayuda que va a conceder al sistema financiero español, coincida puntualmente con la que el viernes pasado hizo pública, con teatral escándalo por parte de algunos de sus correligionarios, el eurodiputado popular López-Istúritz. Tampoco puede atribuirse al azar el hecho de que la suma en la que Emilio Botín cifró hace unos días el déficit de capitalización del sistema financiero español, sea idéntica a la que ahora se señala como probable. Somos mayores ya para que nos hagan creer que esas coincidencias son pura chamba.