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Archive for 13 de junio de 2012

En el arranque de esta legislatura, hace ya cuatro meses, apunté la más que factible posibilidad de que la mayoría absoluta alcanzada por el PP en los últimos comicios, acabara convirtiendo el hemiciclo en un espacio plúmbeo preñado de discursos de gran densidad ideológica, más concebidos para dejar constancia en el diario de sesiones de que se han defendido determinadas causas sin ceder un ápice en la ortodoxia, que para convencer al oponente o procurar aproximarse a él desde la voluntad de cerrar acuerdos constructivos (Cfr. «¿Legislatura plúmbea?» , publicado en este blog el 8.02.12). Me temo que el paso del tiempo está confirmando mi impresión inicial. Semana tras semana nos encontramos ante sesiones plenarias en las que todo -desde el tenor de las intervenciones, hasta el resultado de la votación- es perfectablemente previsible. Pero en aquella entrada se me olvidó a puntar que, junto a la progresiva densificación doctrinal de unos discursos puramente declarativos, pensados para el diario de sesiones, iba a producirse, también, otro fenómeno típico de los parlamentos constituídos sobre la base de una mayoría absoluta: la proliferación de gestos simbólico-mediáticos, diseñados para suministrar alimento gráfico a las portadas de los periódicos: los diputados visten camisetas reivindicativas, exhiben pancartas, pegatinas o chapas, despliegan bandera o muestran objetos emblemáticos que guardan relación con las causas que defienden. Se trata de una práctica complementaria de la anterior. Con los discursos sobrecargados de ortodoxia ideológica se justifica la estrategia parlamentaria a largo plazo. Con los flashes simbólico-mediáticos se da respuesta a los requerimientos comunicativos del día a día.

El portavoz de ERC, Alfred Bosch, en el momento en el que protagoniza el gesto simbólico-mediático de exhibir la senyera estelada desde la tribuna del Congreso

Ambas técnicas son habituales entre los grupos parlamentarios que se mueven en la oposición. Pero en la sesión de ayer nos encontramos con un episodio chocante, porque el propósito meramente declarativo y simbólico-mediático vino de la mano de una iniciativa del Partido Popular. No del Gobierno, ni del Grupo Parlamentario popular, pero sí del Partido Popular, que es la formación política que en este momento tiene en su mano la responsabilidad de gobernar.

Hace ya seis años, en un partido de fútbol que enfrentó al Barça con el Osasuna en el Campo Nou, se desplegó una enorme pancarta que reivindicaba la unidad de los Països Catalans. El acontecimiento, ampliamente difundido por los medios de comunicación, irritó sobremanera al Gobierno de la Comunidad Autónoma de Valencia, cuya presidencia, recaía, a la sazón, en la persona de Francisco Camps. El conseller de Cultura, Educación y Deporte era, en aquél momento, Esteban González Pons, que expresó públicamente la protesta del Ejecutivo valenciano y anunció su intención de promover una reforma de Ley de Deporte del Estado con el fin de evitar que ese tipo de actos pudieran repetirse en el futuro. El Gobierno de Navarra no reaccionó. Sin embargo, no dejaba de encerrar un cierto sentido político, el hecho de que la reivindicación de los Països Catalans se hiciera, precisamente, en un encuentro del Barça con el Osasuna; el principal equipo de fútbol navarro, cuyo nombre, dicho sea de paso -Osasuna, en euskera, significa salud- está expresado en la lingua navarrorum, que no es otra que la lengua vasca. Proyectado hacia el escenario vasco, aquél canto a la unidad de los Països Catalans tenía su correlato en la unidad del país de los vascos o del país de la lengua vasca.

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