Dice el refrán que «fuego sin humo puede haber, pero humo sin fuego, no puede ser». Sin embargo, en Euskadi es creciente el número de ciudadanos que está convencido de que el socialismo gobernante que rige nuestros destinos, vende humo sin fuego. Un humo aparente y florido, incluso denso, en algunos momentos, pero tras el que no crepita llama alguna. Un humo puramente ficticio. Un humo que emerge de la nada y se disipa rápidamente en el aire, no produciendo más efecto real que el estrictamente contaminante.
Cuando López y Basagoiti se coaligaron, hace dos años, para hacer que el primero se comiera con patatas -¡bien ricas!- su promesa electoral de que no pactaríai jamás con el PP, nos vendieron con especial insistencia la especie de que uno de los numerosos efectos positivos que el nuevo Gobierno iba a tener en Euskadi, era la ostensible mejoría de las relaciones de vecindad con las comunidades limítrofes. López invitó a todos ellos a su toma de posesión en Gernika (ver, al respecto, el post titulado «En Euskadi empieza a amanecer», publicado en este blog el 5 de mayo de 2009) y con alguno, en concreto, protagonizó actos públicos de gran impacto visual, que culminó con unos abrazos fraternales de extraordinaria aparatosidad. ¿Quién no recuerda a López y Revilla fundiendo sus cuerpos en un efusivo y sincero gesto de cariño mutuo, que simbolizaba -así se nos dijo al menos- la recuperación definitiva de unas relaciones deterioradas por la sinrazón del nacionalismo vasco? (Ver, al respecto, el post titulado «Dos presidentes que nunca han ganado las elecciones», publicado en este blog el 25.07.09) Todo iba a funcionar mejor a partir de entonces -ese era el lema del cambio- empezando por las relaciones con los territorios fronterizos, a los que el PNV había irritado gratuitamente con su radicalidad y su sectarismo.