Con el Pleno que celebramos ayer, martes, día 7 de los corrientes, dio comienzo lo que podríamos denominar la actividad ordinaria de la legislatura. Superada ya la fase inicial de puesta en marcha de las Cortes, se puede decir que la cámara baja ha iniciado ya la andadura que desarrollará a lo largo del mandato. En esta recién estrenada legislatura, el hemiciclo -ya lo hice notar en una ocasión anterior- tiene una composición más plural que en las dos precedentes. Se han constituído más grupos parlamentarios y, por si ello no fuera suficiente, el Grupo mixto es, también, más nutrido y diverso que en los años anteriores. El corolario de todo ello es evidente: los escaños cobijarán un número mayor de siglas, la cámara escuchará más voces y los diarios de sesiones recogerán más opiniones. El hemiciclo, en definitiva, será un mosaico con más y más variados colores. Sin embargo -paradojas de la política- el campo de juego será probablemente menor, porque la mayoría absoluta de la que goza el PP condicionará enormemente el proceso de adopción de decisiones. Los debates serán más plurales, el proceso deliberativo será más lento y rico -en la medida en que incorporará más puntos de vista- pero las decisiones parlamentarias obedecerán a una lógica mucho más simple: seguirán, siempre, únca y exclusivamente, la pauta que impongan los populares. Sólo se hará lo que ellos quieran y no se hará nada que no cuente con su aval. De manera que el resultado de las votaciones, se conocerá de antemano antes del inicio de cada sesión. No habrá ni tensión, ni suspense, ni expectación. Todo será predecible.
A media tarde de ayer, un periodista parlamentario me comentaba en los pasillos que la sesión le estaba resultando plúmbea. «Es lógico», le he respondido. Y a renglón seguido he intentado verbalizar mi percepción. Cuando los grupos parlamentarios constatan que sus iniciativas no tienen la más mínima posibilidad de prosperar -como ocurre, con frecuencia, cuando uno de ellos goza de mayoría absoluta en la cámara- sienten la tentación de poner a sus portavoces a hablar exclusivamente para el diario de sesiones; es decir, con la única finalidad de dejar constancia de que ha defendido tal o cual causa, y de que se ha hecho, además, con la seriedad y el rigor requeridos. No se habla para convencer al resto de los grupos -porque es inútil; se les convenza o no, la capacidad de decidir está concentrada en tan sólo uno de ellos: el mayoritario- sino para poder acreditar ante la propia parroquia, con el diario de sesiones en la mano, que se ha hecho lo que se tenía que hacer y como se tenía que hacer; que se ha defendido lo comprometido, y sin concesión alguna a la superficialidad o a la heterodoxia. Siempre ocurre así. Cuando los electos no pueden ofrecer resultados tangibles, se justifican ante los suyos demostrando que, cuando menos, han tomado la palabra ante el Pleno y las comisiones y que sus intervenciones parlamentarias reflejan fielmente lo expresado en el ideario y en el programa. «Yo ya he hecho lo que tenía que hacer; si no ha salido es porque la composición de la cámara lo ha impedido».
Este planteamiento hace que las intervenciones de los diferentes portavoces tiendan a incorporar una carga dogmática que las acaba haciendo densas y pesadas. Hasta la intervención más liviana sirve de pretexto para que los diputados apelen descarnadamente a los fundamentos ideológicos de sus respectivas formaciones políticas.
A mi interlocutor, la sesión le estaba pareciendo plúmbea. Y es probable que no le faltase razón. Pero me temo que el Pleno de ayer no es más que un simple anticipo de lo que nos espera en los próximos cinco años.
“No se habla para convencer al resto de los grupos -porque es inútil; se les convenza o no”
Josu, con independencia de que haya mayorías absolutas o no, jamás se habla en el hemiciclo para convencer a ningún grupo. Lo que ocurre allí es lo más parecido a una burda representación teatral. Todo el mundo sabe que ya todo está amañado de antemano… “un poquito de por favor”.
Comprendo que con el resultado actual de las elecciones ciertos tipos de mercantilismos previos quedan reducidos casi a la nada. Es duro. Evidentemente con el agónico zapatero la cosa resultaba mucho más fácil, lo comprendo.
Sin embargo, a veces (¿no me lo negarás?) ciertos tipos de mercantilismos han dado frutos (completamente ajenos a las preocupaciones de los sufridos ciudadanos) muy difíciles de digerir para la mayoría del personal allí representado, causando incluso en ocasiones hasta alarma social. No falta quien mantiene que esos frutos indigestos son los responsables de que la democracia genere mayorías absolutas como la que vamos a “gozar” en esta legislatura ¡vete tú a saber!
No quisiera yo ser excesivamente crítico. Reconozco que de vez en cuando se oyen cosas que hacen que uno se reconcilie un poco más con el Hemiciclo… pero sólo un poco y sólo muy de vez en cuando, la verdad sea dicha…
Curiosamente, estas cosas no le suelen gustar demasiado a la PP, a la PSOE y a sus homólogas corporaciones satélites nacionalistas vascas, catalanas y demás fauna ibérica (aquí no hay especificidades ni hechos diferenciales que valgan, ¡¡viva la uniformidad!!).
En esto se da a pachas un consenso sospechosamente vergonzoso y vergonzante total. Ya se sabe, en comparación con el resto de los inmaduros y desagradecidos españolitos mortales… ¡¡¡sus señorías están tan muy mal pagadas!!!
En fin…
Saludos cordiales
Estoy de acuerdo contigo, Josu, la mayoría absoluta es un desastre para los parlamentos. La del PP será un desastre, pero una hipotética de los socialistas, sería igualmente desastrosa. Y encima hay que aguantar a los que dicen que la culpa de la mayoría absoluta del PP la tienen los nacionalistas vascos y catalanes, por haber pactado con Zapatero a cambio de contraprestaciones, y no la españolía orgullosa y torera que pulula descaradamente por las tierras de la piel de toro. Si España es de derechas, ¿qué le vamos a hacer? A los independentistas vascos no nos dejan más remedio que exigir la secesión. España es un lastre económico y político para los vascos. Económico, porque nos arrastra al colectivo PIIGS. La marca España está por los suelos. Y política, porque nos lleva hacia lo más carca, derechosa y neocon del panorama político internacional. ¡Independencia ya! Ya no les queda el pretexto de ETA.
Hombre, yo sí creo que los diputados se convencen unos a otros en el Congreso. Cuando al partido que gobierna le faltan votos para la mayoría, el que tiene esos votos cuenta con razones muy convincentes. En los parlamentos vales tanto cuanto más se acerquen los escaños que controlas a los que necesita el Gobierno para formar mayoría. Las razones que más y mejor convencen son precisamente esos escaños. En España y en Las Malvinas. Erkoreka tiene razón. Con mayoría absoluta nadie convence a nadie, porque el Partido que gobierna ya cuenta con todas las razones (léase escaños) que necesita para gobernar.
En España se tortura. Lo dicen hasta en El Pais:
http://elpais.com/elpais/2012/02/10/opinion/1328888478_779212.html
Daniel, se te ha olvidado citar a Rosa Díez entre los que forman parte del nacionalismo españolero. Tremendo olvido, teniendo en cuenta que seguramente será la más nacionalista (española, pero nacionalista) del Parlamento español. ¿No serás de su cuerda?
Menos mal que el Athletic nos da alegrías. Porque lo que es la política… entre Garitano el txikitero, Patxilo el de las fiestas gitanas y la mayoría absolutista de Raxoy, no nos da ni para disgustos.