El escritor inglés Rudyard Kipling ha escrito, a propósito de las iniciativas políticas tendentes a impulsar el llamado «Diálogo de civilizaciones» que «el oriente es el oriente y el occidente es el occidente, por lo que nunca se encontrarán». Pues bien, el líder del Partido de las Reformas Democráticas de Azerbaiyán, Asim Mollazade, con quien mantuvimos una grata entrevista en la sede del Parlamento, replica al autor británico observando que, si realmente ha escrito eso, es porque nunca ha visitado Azerbaiyán, que es -asegura- el punto geográfico en el que se dan la mano el este y el oeste. Ya en 1918 -añade con el propósito de alimentar su tesis con datos históricos- esta República caucásica se convirtió en el primer país de mayoría musulmana que instauró un régimen político respetuoso con el pluralismo religioso, la libertad ideológica y el derecho a informar libremente. Y aun hoy en día -remata- sigue siendo una nación a la que la profesión de fe islámica de la mayoría de sus habitantes, no le impide practicar la tolerancia religiosa -en la capital, las mezquitas se mezclan con iglesias cristianas de diferentes confesiones y con varias sinagogas- y el pluralismo político.
Los azerbayaníes acentúan estos aspectos de su historia y de su realidad política actual, para concluir afirmando su inequívoca vocación euroatlántica. No rompen con el oriente, pero fijan la mirada en el occidente. De alguna manera, hacen de puente entre los dos mundos, danto testimonio vivo de que el encuentro entre ambos es posible.
Su opción euroatlántica, por otra parte, constituye una manera de desembarazarse de la costra soviética y de marcar diferencias con respecto a la vecina Irán. Azerbaiyán se resiste a quedar aprisionada entre estas dos grandes potencias o a dejarse condicionar por sus apuestas geoestratégicas. No quiere depender de ellas, como sucede con otros países de la región. Los azerbaiyaníes aspiran a depender exclusivamente de sus propios intereses.
Durante muchos años, el territorio ocupado por el pueblo azerbaiyaní estuvo dividido entre el Imperio zarista del norte y el Reino persa del sur. A lo largo de ese período, Azerbaiyán, sencillamente, no existía más que para los etnólogos y los estudiosos de las lenguas. Hoy, una vez reconocido como Estado independiente por la comunidad internacional, esta República caucásica se empeña en marcar su propio territorio vital, con el horizonte puesto en el occidente. Las dos granes potencias limítrofes, Rusia e Irán, de notable tradición expansionista, les inquietan y preocupan. No es fácil desembarazarse del peso de la historia.
Al cumplirse el vigésimo aniversario de su refundación como Estado independiente, Azerbaiyán reafirma esta vocación, intensificando sus relaciones con la UE y los EEUU. En esa apuesta geoestratégica, sintoniza con Turquía y Georgia, con las que mantiene excelentes relaciones de amistad y cooperación y se distancia de la también vecina Armenia, a la que le enfrenta un conflicto secular -el de Nagorno-Karabaj, del que hablaré en la próxima entrada- cuyo fin, desgraciadamente, no acaba de vislumbrarse a corto plazo. Pese a todo, no dejan de traslucir una cierto resquemor cuando constatan que, en los asuntos que le enfrentan a Armenia -y de manera muy señalada en el de Nagorno-Karabaj que acabo de citar- los iraníes se aproximan a los armenios -mayoritariamente cristianos, dicen- dejando de lado la solidaridad que ha de reinar entre hermanos musulmanes.
Me ha llamado especialmente la atención la última frase del artículo, esa llamada a la «…solidaridad que ha de reinar entre hermanos musulmanes.» Unas líneas más arriba se habla de tolerancia religiosa y de pluralismo político, pero parece que, ante asuntos complejos, se prefiere volver a echar mano del viejo tam-tam de la tribu. Esta vez, de la tribu musulmana. No importa que quede expuesta a la mirada del mundo la propia pobreza argumentativa: cuando lo que se busca son resultados, el tam-tam es tristemente más efectivo que los razonamientos.
Como estamos en un blog nacionalista vasco, no he podido evitar relacionar esta muestra de «tolerancia» y «pluralismo» azerí con la continua llamada a la solidaridad y unidad abertzale que nuestros ilustres contertulios lanzan contínuamente desde el minarete de estas páginas. “Por encima de las diferencias políticas” –dicen-. “Por encima de todo pensamiento racional” –podrían añadir-. “Ni que decir tiene que seremos seremos tolerantes y plurales con “los otros” –los vascos somos así-, pero entre nosotros tenemos que estar unidos. Tam Tam.
Como estoy en un blog en el que participan muchos nacionalistas españoles disfrazados de no nacionalistas, quisiera llamar la atención sobre la contradícción que existe entre la «tolerancia» y el «pluralismo» que predican los españoles cuando cantan las excelencias de la Constitución, y lo que han hecho en Euskadi el PSOE y el PP, que es, sencillamente, acumular fuerzas españolistas para dejar fuera de juego a «los otros», los «enemigos políticos» y juntarse para gobernar Euskadi aunque en España estén a matar y no se puedan ni ver.
La solidaridad está bien con los africanos, y con los asiáticos, que necesitan el apoyo y reconocimiento de los europeos, pero entre españoles, ha de imponerse la unidad patriótica, la sagrada unión nacional que inauguraron los reyes católicos y Franco convirtió en dogma intocable, que sirve para dejar fuera de juego a los nacionalistas vascos, enemigos de la patria e impedir que gobiernen aunque ganen las elecciones. Lo primero es España y los españoles. Y después, ya se verá si hay ganas, tiempo y dinero para ser solidario con los demás.
¿Rudyard Kipling (1865-1936) «ha escrito acerca de las iniciativas políticas tendentes a impulsar el llamado Diálogo de civilizaciones”? Con la ayuda de una tabla ouija, supongo.
Ramón, hace una observación perspicaz. A mí también me llamó la atención el hecho de que, tras enfatizar la apuesta de Azerbaiyán por la aconfesionalidad y el respeto a todas las religiones, se invocase la común condición musulmana como razón última para exigir la solidaridad de los iraníes. Me pareció que entre ambas posiciones había un punto de contradicción que no he querido dejar de reflejar en mi comentario. Y Ramón, que siempre lee las cosas con atención, la ha detectado. Por lo demás, la comparación que hace con el nacionalismo vasco, me parece demasiado forzada y poco afortunada. Ni este blog es nacionalista -en él escriben muchos que dicen no serlo, aunque su titular milite en un partido nacionanlista vasco- ni creo que lo que dice tenga mucho que ver con lo que ocurre en Azerbaiyán. Aparte, claro está, que puesto a utilizar ese argumento -que, insisto, considero forzado- siempre se le puede dar la vuelta, como lo hace Purrusta, aplicándoselo al nacionalismo español. En Euskadi, con el Gobierno PP-PSOE presidido por López, ese hilo argumental daría para mucho.
Inspektor Clouseau, tanto la frase inicial como la réplica reproducen las notas que tomé en la conversación que mantuvimos con el líder del Partido para las Reformas de Azerbaiyan. Si interpretas la referencia al diálogo de civilizaciones como una alusión, muy genérica, a las corrientes de pensamiento que han preconizado la aproximación entre el oriente y el occidente y no como una mención del programa de auspiciado por Zapatero, verás que la consideración tiene pleno sentido. El mundo no empezó con nosotros, ni es Zapatero el primero que habló de buscar la síntesis entre el este y el oeste.
Un saludo a todos.
Josu, las llamadas, por parte de nacionalistas vascos, a la unidad y colaboración entre los partidos abertzales por encima de las diferencias ideológicas, son frecuentes. No recuerdo que tu hayas hecho tal llamada, por eso se la he adjudicado sólo a los «ilustres contertulios» (tu eres el «anfitrión»). Pero reconocerás que ese tipo de discurso es, como digo, frecuente y creo que el paralelismo con la llamada a la unidad musulmana por encima de otras consideraciones que serían más racionales, es claro.
Por supuesto, lo mismo se puede decir de los nacionalistas españoles, especialmente en Euskadi, como una vez más nos recuerdas, pero eso no le da la vuelta a mi afirmación, sólo aporta un ejmplo más del mismo esquema de pensamiento..
No se deberían emplear los términos tan alegremente: el Diálogo de Civilizaciones es una idea introducida por el presidente iraní Mohamad Jatami en respuesta a la teoría del Choque de Civilizaciones propuesta por Samuel Huntington en 1993. Para entonces no quedaba mucho de Kipling.