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Archive for 3 de julio de 2011

“Sí, pero no”, dice Antonio Gutiérrez en un artículo de opinión que vio la luz en el diario El País del pasado 1 de julio. “Sí, pero no”. Afirmación, seguida de negación. O dicho en otros términos: respaldo e inmediato rechazo. Vistas las circunstancias, cualquier mente malvada hubiera tendido a pensar que el ex secretario general de Comisiones Obreras –lo fue, si no me equivoco, nada menos que entre 1987 y 2000- dice que sí a la posibilidad de continuar gozando de las mieles de la presidencia de la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados -de la que no consta que haya dimitido o que vaya a dimitir a corto plazo- pero dice no a los sinsabores que inevitablemente entraña someterse a la disciplina del Grupo Parlamentario Socialista, en el momento en el que este ha de avalar las impopulares medidas de ajuste que la UE ha sugerido al Gobierno de Zapatero para plantar cara a la crisis. Y se hubiese echado a reír recordando, con el refranero que “sopas sin sorber, no puede ser”. Pero Antonio Gutiérrez lleva años ejercitándose en el difícil arte de ubicarse en una posición moralmente superior a la del resto de los mortales y, en su caso, parece posible deglutir el plato de sopa hasta el último fideo, sin perder la compostura ni dar la impresión de que se está incurriendo en una bajeza antiestética y éticamente inasumible. No, él es diferente.

Antonio Gutiérrez ha votado que sí a la convalidación del Real Decreto-Ley que modifica la regulación de la Negociación Colectiva. Es decir, ha hecho exactamente lo mismo que el resto de los diputados del Grupo Socialista, ni más, ni menos. Esto es, seguir puntualmente las instrucciones impartidas por la diputada que marca con los dedos de la mano derecho el sentido del voto que han de emitir todos los componentes de su Grupo en relación con cada una de las iniciativas que se someten al escrutinio de la cámara. Sin embargo, Antonio Gutiérrez dice, ahora, en el artículo citado, que la reforma que entonces apoyó, no le gusta. Y quiere dejar constancia inequívoca de que, si al principio dijo que sí, ahora se afianza en un “rotundo no”. Hasta ahí, nada nuevo. La vida parlamentaria es así. A veces hay que respaldar iniciativas que a uno no le acaban de satisfacer en todo o en parte. No hay político mínimamente relevante, ni parlamentario digno de consideración, que no se haya tenido que comer algún sapo de este tipo a lo largo de su trayectoria como servidor público. Otra cosa es que el no con el que se rectifica el sí inicial no vaya acompañado de una dimisión o de la advertencia de que, en la próxima ocasión, se romperá con la disciplina del Grupo Parlamentario.

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