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Archive for 4 de julio de 2011

Nuevos tiempos

En Euskadi se ha inaugurado un nuevo tiempo. Ese es uno de los sonsonetes que más se escucha últimamente por estos lares vascongados. Nuevo tiempo o, quizás mejor en plural: nuevos tiempos. El maestro Josep Pla, siempre frío, cínico y distante, decía de los nuevos tiempos -de los de su época, evidentemente; siempre hay gente que predica nuevos tiempos- se caracterizaban porque «las cebollas son cada vez mayores, pero cada vez más insípidas». Lo nuevo siempre resulta fascinante, porque nos abre a lo desconocido. Pero también despierta suspicacias, porque el tránsito no siempre se produce hacia un escenario que pueda ser considerado mejor.  Si todo lo que nos aporta son cebollas más grandes pero más insípidas, parece claro no todo el mundo compartirá lo que pueda tener de fascinante. Como decía Antonio de Guevara «vemos cada día que con lo que uno sana otro enferma, con lo que uno mejora otro empeora, con lo que uno prevalesce otro se oscurece, con lo que uno ríe otro sospira y aun con lo que uno está contento vive otro desesperado».

El anuncio de lo nuevo ha servido de antesala para la irrupción de la primavera, pero ha cumplido, también, el papel de la sentencia que conduce hacia la siniestra puerta del gulag. Lo nuevo es sinónimo de vida pero también ha sido germen de dolor, sufrimiento y sangre. En sus Historias de Pekín, el norteamericano David Kidd recordaba que cuando el ejército comunista, pomposamente autodenominado «Ejército de Liberación» entró en la ciudad, sus habitantes adoptaron, por pura comodidad, la costumbre de datar los sucesos según que hubieran sucedido en la etapa anterior o en la posterior a la liberación. «Mi propia experiencia -añade- estaba netamente dividida entre esas dos etapas. En tiempos de la pre-liberación enseñaba inglés en la Universidad Nacional de Qinghua, a unos diez kilómetros de Pekín, y tenía una casa en el campus. En tiempos de la post-liberación, no podía dar clases de inglés en ningún sitio y vivía en la casa de la familia de Aimee, en Pekín». La liberación partió en dos la biografía personal de casi todo el mundo. Era lo nuevo, sí, pero no necesariamente bueno. También en la España de Franco se impuso durante algún tiempo la práctica de computar los años a partir del I Año Triunfal. Y es evidente que no todo el mundo recuerda aquella etapa como un período gozoso. 

Parecen viejas historias, pero hubo gente que las vivió como nuevos tiempos. No es bueno cerrarse a lo nuevo. Pero es peor aún resignarse a que lo nuevo sea manifiestamente peor que lo anterior.

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