José Luis Perestelo es un apasionado incondicional de la isla en la que nació, creció, casó y vive. Durante su estancia en el Congreso de los diputados, donde ocupó escaño, durante varios años, como electo de Coalición Canaria, nunca desaprovechó ocasión alguna para invitarnos a La Palma y vendernos las excelencias de todo tipo que adornar a la que, no por casualidad, es conocida como la Isla Bonita.
Reconozco que nunca había visitado esta isla. He estado en las dos grandes -Gran Canaria y Tenerife- y he visitado Lanzarote en un par de ocasiones. El resto me eran completamente desconocidas. Pero la campaña de Perestelo ha sido tan intensa, que he quedado preso de sus redes propagandísticas. Y me he decidido a comprobar personalmente si las excelencias que vende su mejor cantor, se corresponden o no con la realidad. Perestelo formó parte de las candidaturas con las que Coalición Canaria concurrió a las últimas elecciones autonómicas y, al resultar elegido, tuvo que optar entre continuar en el Congreso de los diputados y acceder al Parlamento canario, porque la ley prohibe ocupar escaño simultáneamente en ambas cámaras. Eligió quedarse en Canarias. Y como se retiró de la Carrera de San Jerónimo sin darnos tiempo a despedirle, pensé que se me presentaba una excelente ocasión para acceder a su reiterada invitación de visitar La Palma. En cuanto contacté con él para anunciarle mi propósito, me tomó la palabra y me organizó el viaje sin demora alguna. Se ve que sigue siendo un incondicional impenitente de La Palma. Y así es como he venido a la isla que, durante años, constituyó el hito marítimo que hacía de puente para que las huestes de los Austrias pudieran acceder al Nuevo Mundo.
La Palma es frondosa y exhuberante. Sus bosques de laurisilvas son los últimos restos de la vegetación que dominó toda la cuenca mediterránea durante el terciario. Peresterlo no exageraba. Es una maravilla.