Tenemos por delante un año políticamente intenso. En mayo tendrán lugar las elecciones municipales y forales, que coincidirán, en varias Comunidades Autónomas, con las convocadas para cubrir los respectivos Parlamentos autonómicos. Pero en el transfondo de esta cita con las urnas, planearán los comicios generales, que son lo que de verdad importan al PSOE, al PP y a una gran parte de los agentes económicos, sociales y mediáticos que operan en territorio español. Los socialistas tendrán que luchar contra el grave deterioro que la imagen pública de Zapatero ha experimentado durante los últimos meses, pero los populares habrán de batallar, también, contra sus propios fantasmas internos. Al profundo cisma que uno advierte en la militancia del PP a poco que rasque un poco -recuérdese que Rajoy resultó elegido en el último Congreso con una mayoría muy precaria- se añadirá con toda probabilidad el affaire Alvarez Cascos que, o mucho me equivoco, o provocará más de un roto en las expectativas electorales de los populares. El ex vicepresidente del Gobierno es un hombre inteligente, experimentado y correoso que, ni se arrugará a la primera, ni se dejará engañar por las apariencias.
Pero paralelamente al calendario electoral, el Congreso de los Diputados tiene su propia agenda legislativa. Y no creo que Zapatero esté por la labor de olvidarse de ella o de relajarse en su gestión, como Patxi López ha reconocido haber hecho, aduciendo, de un modo sonrojante y patético, el chusco pretexto de la inexperiencia. Hay una razón decisiva que marca la diferencia entre uno y otro. El Gobierno central estará vigilado por cientos de ojos, políticos y mediáticos, que controlarán meticulosamente todos sus pasos, con el propósito de denunciar los incumplimientos y criticar los desaciertos. Al Gobierno vasco, por el contrario, sólo lo controlarán, si se me permite la síntesis, el Grupo Parlamentario del PNV en la cámara vasca y, en la medida en que sus efectivos se lo permitan, los parlamentarios de Aralar. La prensa, como viene habitual, las principales cabeceras y los grandes medios audiovisuales, sólo fijarán su atención en las actuaciones del Ejecutivo de Vitoria que puedan ser vendidas como éxitos. Ante sus ojos, López es un político que, desde que se sentó en el sillón de Ajuria Enea -¿o será más correcto decir que se reclinó?-, no ha errado jamás. Y los tertulianos, ya se sabe: ¡A seguir la consigna!.