Hace exactamente seis meses, daba cuenta en este blog de las diez enmiendas a la totalidad que se habían presentado en el Congreso de los diputados contra el proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2012 («Diez razones para diez enmiendas«, publicado el 25.04.2012). Hoy vengo a hacer referencia a las once -una más- que se han registrado en la cámara contra el proyecto de cuentas públicas para 2013, que fueron debatidas -y rechazadas, por supuesto- entre el martes y el miércoles de esta misma semana. La cifra bate marcas. Hasta donde llega mi memoria, nunca antes se habían presentado tantas enmiendas al proyecto presupuestario elaborado por el Ejecutivo.
Once enmiendas a la totalidad son muchas, sin duda. Y dada la heterogeneidad de las formaciones políticas que cuentan con representación en el hemiciclo, las registradas ofrecen, además, un abanico argumental bastante amplio. Resulta interesante compararlas y descubrir los contrastes y contradicciones que plantean. Mientras la mayoría reprocha al proyecto un claro propósito recentralizador, UPyD se queja de que reflejan «el carácter cada vez más residual del Estado». Y aunque son muchas las que reclaman más fondos para las Comunidades Autónomas, la formación liderada por Rosa Díez critica el hecho de que reciban «todavía más recursos». Por estas y otras muchas razones que no hace al caso especificar pormenorizadamente, resulta imposible identificar en ellas un denominador común, más allá del hecho de que todas solicitan la devolución del proyecto al Gobierno. Yuxtapuestas, componen un variado mosaico multicolor. Sin embargo, todas once han sido votadas conjuntamente. Con lo que los diputados hemos sido emplazados a respaldar -o rechazar- al mismo tiempo, un argumento y el contrario. En un mismo acto, hemos votado a favor de que el Gobierno conceda la independencia a Catalunya y de que se refuercen las instituciones centrales del Estado en detrimento de los poderes autonómicos. Esta manera de proceder no tiene mucho sentido, pero es así. En la vida política, como en la vida en general, hay muchas cosas que, pese a carecer de sentido, se mantienen vigentes por los siglos de los siglos.