El próximo lunes, 15 de octubre, se cumplirá el 75º aniversario del fusilamiento en Santoña del alcalde jeltzale de Deba, Florencio Markiegi (Polentzi). Un hombre bueno, abierto, profundamente creyente, generoso, solidario, radicalmente demócrata, euskalzale y nacionalista vasco de una pieza, que cayó fulminado por las balas en la playa de Barria, junto a otros 13 hombres de diferentes filiaciones políticas que, como él, habían sido procesados y condenados por ofrecer resistencia a la sublevación militar auspiciada por el general Franco.
75 años constituyen, sin duda, un período de tiempo lo suficientemente amplio como para activar la memoria y rescatar del olvido la figura de una víctima del franquismo, que padeció en propia carne la agresión y la injusticia de un régimen intolerante y liberticida, que persiguió con saña al discrepante y se asentó sobre la violencia y el terror .
El hombre
Florencio Markiegi Olazabal nació en Deba el 6 de enero de 1898, siendo bautizado en la iglesia de Santa María bajo el triple nombre de Florencio José Valentín. Sus primeros años se desarrollaron en un entorno familiar profundamente creyente; algo, ciertamente, poco excepcional en una gran parte del País Vasco de la época. Fue tan intensa la formación religiosa que él y sus hermanos recibieron en casa, que tres de los seis hijos que alumbraron sus padres -exactamente la mitad- llegaron a abrazar el estado religioso: dos -Joseba y Peli- se ordenaron sacerdotes seculares y una de las hermanas profesó como monja. El primero de ellos, por cierto, también fue fusilado por las tropas franquistas, junto a los prebísteros Joaquín Arin y Leonardo Guridi, que compartía con él quehaceres pastorales en la parroquia de Arrasate. Se les acusó a todos tres del gravísimo delito de cultivar el euskera y desarrollar su actividad parroquial en lengua vasca. Paradojas de la cruzada franquista en el País Vasco, que se propuso defender la fe de Cristo a base de fusilar curas indefensos y asesinar católicos confesos.