Ayer presentamos en la librería Elkar de la calle Licenciado Poza de Bilbao el libro que Iñaki Anasagasti acaba de publicar en la editorial Foca. Su título resume gráficamente el contenido y la tesis central de la obra: Una monarquía protegida por la censura. En 18 capítulos de fácil lectura, distribuídos en 327 páginas, Iñaki expone, con la ágil prosa que caracteriza sus escritos, un severo alegato crítico en contra de la monarquía juancarlista, sus excesos, sus demasías y la impunidad con la que se sustrae a la crítica democrática, con la inconmensurable ayuda de unos medios de comunicación servilmente puestos al su servicio de su legitimación.

Una imagen del acto de presentación del libro
En el acto participamos, además del propio Iñaki, el representante de la editorial, Jesús Espino, a quien conocemos desde la época en la que publicamos, hace ya más de un lustro, el libro Dos familias vascas: Areilza Aznar, y yo mismo. Fue un acto bonito. Sugerente. Entrañable. De esos que la estrepitosa irrupción de la televisión ha arrancado de nuestras vidas.
Tanto por la identidad de su autor, por el contexto en el que se publica como, sobre todo, por su contenido, el libro se expone a dos graves riesgos: El silencio y la descalificación gruesa.
Contra el silencio, poco podemos hacer quienes carecemos de control alguno sobre los medios de comunicación. Si los grandes gestores de la información se proponen ocultar el libro al gran público, es evidente que ni se difundirá, ni se conocerá, ni se leerá. No sería la primera vez que sucede algo así con una publicación crítica con la Corona. Hasta la fecha, según nos refirió el editor, la distribución del libro ofrece buenas expectativas. Veremos si con el paso del tiempo confirman. En cualquier caso, con la presentación de ayer -a la que sucederán otras, en Madrid, Barcelona, etc.-, y con este post –y otros que, sin duda, se publicarán en las múltiples bitácoras que pueblan la red- contribuimos, humildemente, a paliar el riesgo de ocultación que el libro pudiera padecer.
Por lo que se refiere a la descalificación gruesa, creo necesario advertir dos cosas
a) Contra lo que a primera vista pudiera padecer, la obra no puede ser calificada como el obligado y previsible trabajo de un nacionalista vasco, programado, por principio y por esencia, para engancharse a cualquier asidero que pueda servirle de coartada para erosionar las instituciones del Estado. El libro está escrito por un nacionalista vasco, confeso y muy conocido. Es cierto. Y es cierto, también, que no deja bien parada a una institución del Estado. Pero dista mucho de constituir la reacción automática e inevitable de un nacionalista vasco vitalmente obsesionado en desgastar las instancias de poder estatal. Es la reflexión madura de un político perspicaz, que descansa sobre una dilatada experiencia.
b) El libro es la obra de un republicano. Y cuando utilizo esta expresión, no lo hago en la acepción en la que es habitualmente utilizada entre nosotros. No empleo, pues, la voz «republicano», como sinónimo de antimonárquico, sino como equivalente a hombre comprometido con la res publica; con la cosa pública.
Iñaki cree en las instituciones democráticas. Y como cree en ellas, apuesta por su transparencia y por su constante sometimieno al escrutinio público. Y defiende la tesis de que, en un contexto democrático, sólo deben sobrevivir aquellas instituciones que se justifican ante la sociedad por la función social y el papel político que desarrollan. Las superfluas, por el contrario, deben desaparecer.
El suyo es, como se ve, un planteamiento coherente pero, sobre todo, tremendamente comprometido con la institucionalidad democrática. Porque cree en la democracia y en sus instituciones, Iñaki se empeña en sacar a la monarquía de las tinieblas predemocráticas y situarla bajo los focos de la democracia a fin de comprobar si es capaz de sobrevivir por sí misma.
Hace unos días, el juez Vazque Honrubia ratificó la multa de 6000 euros impuesta al alcalde de Puerto Llano por injurias al rey. Y se permitió señalar en su pronunciamiento que, con arreglo al Código Penal vigente durante la II República, el delito de injurias al jefe del Estado hubiese sido castigado con una pena de privación de libertad, lo que es más grave.
No sé si la advertencia del juez era correcta, porque no recuerdo exactamente las palabras que pronunció el alcalde condenado ni estoy, por tanto, en condiciones de calibrar si constituían o no auténticas injurias. Lo que sí puedo afirmar es que el libro Iñaki no defiende la tesis de que pueda injuriarse libre e impunemente al jefe del Estado. Lo que pretende es mucho más modesto. Sólo aspira a que sea posible ejercer un control público y democrático sobre la Corona y que, en su caso, las críticas a la institución monárquica no sean vetadas y acalladas por una censura mediática que pone coto a la libre expresión de las ideas y ahoga la difusión de las posiciones críticas.
En definitiva, la obra que presentamos es un libro de lectura obligada para todo aquel que se interese por la vida política y quiera tener una idea cabal de lo que la monarquía representa, de verdad, en el régimen político que vivimos.
Está claro que no se mide de igual modo el cómo se aplica la ley, y en el caso de la Monarquía, la protección o el veto cobra matices exagerados.
He tenido claro siempre que de la imposición y prohibición, del sometimiento, etc nacen sentimientos extremos. Todo aquello que rompa el equilibrio de convivencia, tiene un proceso: primero de doblegamiento, y más tarde de reacción en contra (un ejemplo actual lo tenemos en Iran). La democracia es sana, para mediante la palabra expresar ideas y de esas ideas contrapuestas, bien entendidas es de donde nacen las grandes y buenas conclusiones. Pero cuando se apagan, se enmudece uno de esos puntos de vista encontrados, el equilibrio democrático se rompe y entonces nacen los sentimientos más extremos.
Esto parece aplicable a todos los estamentos de la vida; a la amistad, el amor, la política. El nacionalismo se ha desarrollado con más fuerza en regiones donde una parte de la población sufrió represión durante la largo tiempo; y la consecuencia ha sido ese sentimiento de reivindicar aquéllo que tanto tiempo se intentó silenciar o hacer desaparecer.
El día en que nuestros gobiernos dejen de manipular, censurar, oprimir … Seremos más libres, más democráticos, más felices, maduros, abiertos, prósperos. La teoría sociológica de «los conlictos» no debiera inducirnos a pensar que el conflicto genera caos, no. El conflicto, bien entendido, como es el debate a través de LA PALABRA, genera reflexión, madurez.
Ya la cultura más milenaria lo resumía de modo simple y gráfico. el YING YANG.
Cada vez que aplico este gráfico de las formas complementarias opuestas que se complementan para formar un todo, entiendo mejor este mundo.