La publicidad electoral con la que el PP del País Vasco promociona a su candidato en esta campaña, descansa, en buena parte, sobre una fotografía en la que Alfonso Basagoiti aparece retratado de perfil. Creo, sinceramente, que la imagen refleja con bastante exactitud lo que el cabeza de lista de los populares está haciendo estos días: ponerse de perfil. Como si la cosa no fuera con él. Como si el suyo fuera un espíritu limpio y puro, que no ha sido contaminado aún, ni por las tropelías financieras de Patxi López, que critica desabridamente, ni por los despiadados recortes de Rajoy, que oculta escrupulosamente.
Basagoiti se pone de perfil, como si nada tuviera que ver con la pavorosa situación en la que Patxi López ha sumido la economía vasca y las finanzas públicas de Euskadi. Pero lo cierto es que el candidato del PP es tan responsable como el propio Patxi López de la desastrosa gestión pública que el Gobierno vasco ha llevado a cabo en los últimos cuatro años. Si Basagoiti no hubiese apoyado, año tras año, las ficticias y manipuladas cuentas públicas que López ha llevado al Parlamento, ni el déficit se hubiese disparado como lo ha hecho, ni la deuda pública se hubiese multiplicado por diez, ni el gasto se hubiese recortado tan caprichosamente, ni los índices de producción industrial se hubiesen desplomado, ni hoy estarían los cajones de Lakua repletos de facturas impagadas que esperan ansiosas que el próximo Ejecutivo empiece a darles curso.
Basagoiti no puede ponerse de perfil cuando arrecian las críticas contra la gestión de López porque es corresponsable de lo mal que el Gobierno vasco ha hecho las cosas durante este trienio, auténticamente negro, en el que se han batido todas las marcas imaginables en el deterioro de los indicadores económicos.
Pero es que, además, Basagoiti tampoco se puede poner de perfil ante la inmisericorde política de recortes y de supresión de servicios públicos que Rajoy está impulsando desde las instituciones centrales del Estado. Porque Basagoiti es un destacado militante del partido que acaudilla Rajoy y, evidentemente, avala todas y cada unas de las medidas que el Gobierno central está llevando a cabo durante los últimos meses en grave menoscabo de la sanidad pública, de la educación, de las políticas sociales y de los servicios públicos. ¿Alguien le ha escuchado formular la más leve crítica a sus conmilitones de Madrid que están liderando esta salvaje deconstrucción del Estado del bienestar? No, ¿verdad? Pues eso. Que no puede ponerse de perfil cuando los ciudadanos, los autónomos, los pequeños empresarios los trabajadores, los empleados públicos y los jubilados -es decir, todos- se muestran críticos con la desnortada política antisocial de Rajoy.
Curiosamente, Basagoiti sólo se pone de frente cuando habla de «la deriva soberanista de Artur Mas». Él que se ha pasado la vida gritando a los cuatro vientos que sus propuestas, al contrario que las de los demás candidatos, siempre se centran en las preocupaciones, necesidades e inquietudes del ciudadano concreto, lleva semanas sin hacer una sola propuesta útil para incentivar la economía, superar la crisis o reducir el desempleo. Sólo le preocupa la «deriva soberanista de Artur Mas». Como si los parados de Euskadi, los autónomos vascos que malviven o los jóvenes que encuentran un hueco en el mercado laboral, se despertasen por la mañana sobresaltados por las iniciativas impulsadas por la Generalitat de Catalunya. Él que siempre ha despreciado el debate identitario, se oculta ahora tras un lema que rescata la sombra de las dos comunidades y el espectro de su enfrentamiento, distinguiendo drásticamente entre ellos y nosotros: «si no votas, ganan ellos». Justo ahora que el adiós de ETA a las armas nos ponía a los vascos ante el reto de construir un único «nosotros», cohesionado e incluyente, que sea capaz de conjugar el obligado respeto a las mayorías democráticas con la menos obligada consideración a los derechos de las minorías, viene Basagoiti a resucitar la agresiva dialéctica entre «ellos» y «nosotros».
Esta mañana le he escuchado en una entrevista de radio, mientras me dirigía en coche al primer destino de la jornada. Al comenzar la interviu, le he invitado a mi acompañante a comprobar si hacía una sola propuesta para salir de la crisis o para resolver el drama del paro. El resultado de la comprobación ha sido el que sospechaba: ninguna. Sólo ha hablado de Artur Mas, de CiU, de las derivas catalanas, de los males íntrínsecos al nacionalismo, etc. Pero de los problemas cotidianos que preocupan al ciudadano, nada de nada. Ni una sola palabra sobre lo que siempre se jactó de situar en el centro de sus propuestas políticas.
Eso sí, ha dejado claro que, dentro de la radical distinción que su lema de campaña establece entre «ellos» y «nosotros», los primeros -es decir, «ellos»- no son los que todavía se muestran incapaces de condenar la violencia, sino todos los que no sienten la España eterna con la intensidad y el amor filial con los que él lo hace. Con lo que me temo que la mayoría de los ciudadanos vascos -lo veremos, probablemente, en las próximas elecciones- han sido preteridos por Basagoiti a la marginal consideración de «ellos». En el «nosotros» de Basagoiti, sólo caben los fervorosos devotos de la nación -perdón, Nación- española, patria común e indivisible de todos los españoles. Es decir, los nacionalistas españoles.
Basagoiti esta haciendo el ridiculo con su frenética defensa de España, España y España. En esta campaña se parece más que nunca a Mayor Oreja.
Pues yo no me fio de la gente que no me mira a los ojos… (no me deja calibrar)… y aquí se nos presentan el uno mirando a las musarañas y el otro jugando al buscaminas en el ordenador… En fin!!!
Interesante artículo de Juan Ignacio Pérez sobre el interés de los partidos españolistas (PP, PSOE y UPyD) en mantener viva la división entre dos comunidades.
PÉREZ ESCRIBE SOBRE PÉREZ Y SOBRE LÓPEZ
UNO no decide dónde ni cuándo nace. Ni siquiera decide venir al mundo. El hecho de nacer, y el momento y lugar en que eso ocurre, no son sino puros accidentes biológico-geográficos. Es por eso que no acabo de entender que se pueda estar orgulloso de haber nacido aquí o allí. En mi caso ese accidente ocurrió en Salamanca, y aunque no orgulloso, sí me siento afortunado porque, al haber nacido en ella, visito con frecuencia una de las ciudades más hermosas que conozco.
En septiembre de 1970 mi familia, al igual que hizo mucha otra gente, se trasladó a Bizkaia en busca de oportunidades. Guardo en mi memoria las imágenes del día en que llegamos a Bilbao. Veníamos de la luz que refleja la arenisca de los soleados atardeceres salmantinos, y nos encontramos con la oscuridad de una ciudad contaminada, gris, inhóspita y fea.
Ese día, cuando fui consciente de que aquello era «para siempre», sentí una tristeza infinita. Pero los amigos que en seguida hice en Recalde, donde fuimos a vivir, y los estudios en el instituto recién inaugurado en aquel barrio, pronto curaron la tristeza y la nostalgia.
En todos estos años ni a mi familia ni a mí nos han preguntado, con ánimo de molestar o con intenciones aviesas, de dónde somos, y salvo algún rifirrafe anecdótico en la niñez, nunca nos ha recordado nuestro lugar de procedencia, con una excepción. Fue en la década de los ochenta; con ocasión de unas elecciones autonómicas cuya fecha no recuerdo.
En sendas cartas dirigidas a cada miembro de la familia, el señor José María Benegas -a la sazón candidato a lehendakari por el Partido Socialista de Euskadi-, se dirigió a nosotros, por escrito, haciendo mención de nuestra condición de inmigrantes, para pedir el voto para su candidatura porque, supuestamente, era el candidato que mejor defendería nuestros intereses frente al riesgo que supondría una victoria nacionalista. Aquella fue, hace casi tres décadas, la primera ocasión en la que alguien se dirigió a mí y a mis familiares para utilizar políticamente nuestro origen o condición foránea.
Dicen las crónicas que el candidato del Partido Socialista Patxi López, en un mitin celebrado en Barakaldo el pasado sábado, declaró que «todos somos igual de vascos» y que «nunca más vamos a bajar la mirada porque tengamos acento o apellidos diferentes». He recordado al señor Benegas y su carta al leer esas frases; me he acordado de los «vascos» a los que no les mandó la carta y de los «inmigrantes» a los que nos la mandó.
Estos días, casi treinta años después, otro socialista, con su alusión a los acentos y los apellidos, ha hecho que me acuerde de aquello y también que repare en mi apellido, ese Pérez que tanto se esfuerzan en recordarme los candidatos socialistas a lehendakari. Pues bien, sepan que en mi familia nadie ha bajado nunca la mirada por llevar el apellido Pérez o por tener acento de Salamanca. La mirada la bajan los que tienen algo de qué avergonzarse, como mentir, defraudar, ofender o cosas similares.
Y por cierto, no hace falta ninguna que me recuerden mi apellido: como puede comprobarse, firmo con él todas mis columnas.
(Deia, 13.10.12)