Pese al cuidado empeño que ha puesto la prensa hagiográfica en resaltar la crucial aportación de Patxi López al documento en el que se plasmaron las conclusiones de la Conferencia de Presidentes Autonómicos -alguna cabecera fabulaba titulando que consiguió meter varias cuñas en el texto final- lo cierto es que su papel ha sido más bien discreto. Los protagonistas de la Conferencia han sido otros, que son, por razones obvias, los que han centrado los focos de la prensa. Artur Mas, en primer término, a quien las cámaras siguieron sin perder un solo detalle de lo que hacía y decía y el presidente de Madrid, en segundo lugar, por ser el más reciente y el más beligerante en la defensa de la unidad.

López y Zapatero sintonizan, en los tiempos en los que el presidente del Gobierno español sostenía que el crecimiento de la economía sólo podía venir de las reformas estructurales.
De Patxi López, las crónicas se limitan a destacar que fue el primero en intervenir -en lo que no tiene mérito alguno, dado que es una exigencia del protocolo- y que afirmó algo tan banal y tan poco relacionado con la especificidad vasca como que las Comunidades Autónomas no son el problema sino parte de la solución. Crucial aportación, como se ve, para encauzar los problemas que tiene Euskadi. Su intervención ante el foro no tuvo el más mínimo marchamo vasco; pudo haber sido suscrita por cualquier otro presidente socialista y, si me apuran, incluso popular. El inquilino de Ajuria Enea se limitó a reproducir en el palacio del Senado el prontuario programático que la víspera consensuó en Ferraz con su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba y los dos únicos presidentes autonómicos de su partido: el andaluz Griñán y el asturiano Fernández. Pidió que se relajase la senda del déficit, que se atenuasen un poco las exigencias financieras impuestas a las comunidades autónomas y que se procurase poner algún énfasis en la apuesta por el crecimiento.
Su referencia al crecimiento, que la prensa hagiográfica ha destacado como el santo y seña de los socialistas, me ha traído a la memoria el debate de política general de 2011. En aquél momento, el Grupo Parlamentario vasco llevaba ya algún tiempo repitiendo en la cámara la idea de que, la mera austeridad, sin estímulos positivos, ni iba a garantizar la consolidación fiscal -porque la progresiva disminución de los ingresos, provocada por la austeridad, siempre iba a dejar una brecha abierta en relación con los gastos, por mucho que estos se recortasen- ni, por supuesto, iba a hacer posible el crecimiento económico y el empleo. La austeridad sobre la austeridad, aplicada inexorablemente sin más horizonte económico que el de cuadrar las cuentas públicas a base de martillazos, nos aboca inexorablemente a un interminable ciclo recesivo. Nuestro portavoz económico, Pedro Azpiazu, es un keynesiano convencido que bebe mucho de los diagnósticos y reflexiones del nobel Krugman. Sus tesis a este respecto siempre han sido contundentes e inequívocas. Basta rastrear un poco en el diario de sesiones para encontrarlas claramente formuladas.
Recuerdo que en aquél debate, que tuvo lugar en julio del año pasado -todavía ayer-, pregunté a Zapatero sobre las medidas que estaba dispuesto a adoptar a través de las cuentas públicas de cara a promover el crecimiento de la economía. Mi inquietud -insisto en ello- no era novedosa en el Grupo Parlamentario vasco. Hacía tiempo que Pedro Azpiazu y yo mismo, veníamos expresándola tanto en la Comisión de Economía como en el Pleno del Congreso.
La respuesta de Zapatero fue decepcionante:
«Sobre el ajuste y el crecimiento, ha vuelto a repetir la idea. Antes no lo comenté, pero es verdad que el crecimiento no va a poder venir del incentivo del gasto público, ni este año ni el que viene ni al siguiente. El crecimiento sólo puede venir de las reformas; de las reformas que generen confianza, que saneen los problemas estructurales que tenemos, que permitan ganar productividad e internacionalizar nuestra economía […] Está bien que lo digamos y que asuamos esa realidad. Tardaremos tiempo en poder estimular fiscalmente el crecimiento económico»
Como se ve, el presidente del Gobierno español -cuya intervención, dicho sea de paso, fue ardientemente aplaudida, como era habitual, por los diputados socialistas elegidos en las circunscripciones vascas- sostenía que las medidas de estímulo económico basadas en el gasto público no iban a ser posibles «ni este año ni el que viene ni al siguiente». Es decir, ni en 2011, ni en 2012, ni tan siquiera en 2013. El crecimiento, a su juicio, sólo podía venir de las reformas estructurales. Y remachaba: «Está bien que lo digamos y que asumamos esa realidad».
Esto es lo que Zapatero sostenía hace un año con el entusiástico aval -insisto en ello- de los socialistas vascos representados en el hemiciclo. Por eso sorprende la obsesión de Patxi López en venderse como el paladín de las políticas económicas encaminadas a estimular el crecimiento a través del gasto público. Tampoco eso se corresponde con lo que yo he visto hacer a sus huestes en la última legislatura de Zapatero. Otra cosa es que la prensa amiga se avenga obedientemente a dar pábulo, en sus crónica y titulares, a la imagen de sí mismo que Patxi López desea proyectar en cada momento, sin analizarla en términos de coherencia diacrónica.
Discurso patético. Y aún más patético al leerlo (El País lo reprodujo íntegro en pocos minutos) y ver que al apartado «generación de empleo» no le dedicó una sola línea. Ni una palabra. Un cero al lehendakari y otro cero a su gabinete de prensa, o a quien le escriba (o filtre) sus discursos. Negargarria.