Estos últimos días nos ha sorprendido la actitud expresada en público por las máximas autoridades económicas de los países emergentes que integran el BRIC (Brasil, Rusia, India y China), cuando prometían reunirse próximamente para estudiar las medidas que pueden adoptar, individual o conjuntamente, con el fin de ayudar a Europa a salir de la crisis económica y financiera en la que se encuentra sumida. Aunque es sobradamente conocido el -enorme y, por lo demás, creciente- potencial económico que encierran estos cuatro países, no deja de resultar chocante el hecho de que Europa, el teórico corazón del primer mundo, se vea en la tesitura de aceptar la asistencia de economías que hasta ayer se consideraban en vías de desarrollo y que, incluso hoy, albergan, pese a sus elevadas tasas de crecimiento, inmensas bolsas de pobreza y miseria. Quien no haya paseado por Nueva Delhi, no se haya adentrado en el mundo rural de China o no haya visto con sus ojos las legiones de jóvenes indigentes que vagan, medio desnudos, sobre el asfalto de Río de Janeiro, difícilmente puede darse cuenta de lo paradójico que resulta ver a sus gobernantes ofreciendo apoyo a la opulenta y próspera Europa. Y sin embargo, es así.

Si Europa se uniese para echar un pulso a los mercados, cortaría de raíz las turbulencias que le afligen
La potencias emergentes se están ofreciendo a ayudar a Europa a salir del atolladero provocado por el estancamiento económico, el déficit público y las primas de riesgo. ¿Gratuitamente? No, claro. Por interés. Porque su desarrollo y crecimiento futuros, dependen, en buena medida, de la existencia de una Europa fuerte y abierta a la interacción comercial y tecnológica con ellos. Y en el caso de China, además, porque está interesada, como todo buen latifundista, a mantener sus fincas en perfecto estado de conservación y ornato. Lo que iba camino de convertirse en la única fábrica del mundo, se está erigiendo, paso a paso, en el principal banquero de los países ricos y en el primer terrateniente del mundo, que acumula intereses y haciendas en todos los continentes.