No es posible hacer una radiografía completa de un país sobre la base de las impresiones recogidas en una visita de pocos días. Pero tampoco es necesario profundizar demasiado en la idiosincrasia de una sociedad para darse cuenta de que, por su íntima vinculación con la condición humana, hay problemas que son universales. Uno de ellos es, sin duda, el de la corrupción pública, que se manifiesta en todas partes, aunque no siempre con la misma intensidad ni con el mismo ropaje formal.
Poco antes de partir hacia Marruecos, visualicé en televisión el contenido de un DVD que hace un mes adquirí, por cinco euros, en la sección de ofertas de un gran centro comercial de Bilbao. Se trata de una obra cinematográfica dirigida por el ruso-americano Robert Rossen que, en 1949 -año en el que fue rodada- obtuvo de la Academia de Hollywood nada menos que tres oscar: a la mejor película, al mejor actor -Broderick Crawford- y a la mejor actriz de reparto -Mercedes Mc Cambridge-. Aunque el filme original se titula All the King´s men -claro antecedente de All the President´s men, la conocida película sobre el caso Watergate que fue producida casi un cuarto de siglo después- fue traducida al castellano con el ridículo rótulo de El político.