Ayer, cuando cuando asistía a la Junta de Portavoces, me detuve a hablar con el enjambre de periodistas que todos los martes, a esa hora, acostumbra rondar la sala Mariana Pineda del Congreso de los Diputados. Me preguntaron por los acuerdos del Eurogrupo que se celebró el lunes. Y -por ser vasco, tal y como precisó uno de ellos- me preguntaron, también, por la sentencia dictada por el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos en relación con el recurso interpuesto por la reclusa Ines del Río, etarra condenada por la comisión de múltiples atentados, a la que se le ha aplicado la doctrina Parot. Sobre esto último ya me ocuparé en otra ocasión. No quisiera dejar de recordar sin embargo que, ya consigné en un post anterior, la opinión que me merece la doctrina parot (Cfr.»Sobre la doctrina que lleva el nombre de Henri Parot«, publicado en este blog el 18.04.12).
Me han sorprendido, en cualquier caso, las diferentes valoraciones que el tribunal que la ha dictado ha suscitado entre los que le han dedicado algún comentario. Muchos de los que dedicaron ingentes esfuerzos a recordar que la ilegalización de Batasuna et alii fue avalada por este tribunal -la más alta instancia judicial europea en la salvaguarda de los derechos humanos- se han dedicado durante las últimas horas a situarlo a la altura del barro. Como si fuera una especie de club de amigos, ramplón, mediocre y poco fiable, integrado por gentes sospechosas y del mal vivir, sin autoridad moral ni jurídica alguna. Por el contrario, no pocos de los que entonces se empeñaron en deslegitimarlo, por no entender la singularidad vasca y por tener entre sus componentes a un magistrado español, le han dedicado en esta ocasión todo tipo de elogiosos epítetos, sin otorgar la más mínima importancia al hecho de que, también en este caso, la sección que dictó la resolución contara entre sus miembros con un jurista de nacionalidad española. ¿Qué se le va a hacer? Como bien apuntara Ramón de Campoamor, «En este mundo traidor/nada es verdad ni es mentira/todo es según el color/del cristal con que se mira«.
Sobre la situación económica y la magnitud del recorte que se avecinaba, hice una apreciación que ahora reproduzco en este foro. Dicen los profesionales sanitarios que las tirinas que cubren una herida han de ser arrancadas de un solo tirón, enérgético y decidido, y no a base de pequeños tirones, aparentemente más leves pero, a la larga, más dañinos. El Gobierno -decía- debería aplicarse esta regla a la hora de comunicar a los ciudadanos las malas noticias que versan sobre la crisis económica y las medidas con las que intenta atajarla; de manera que se dieran de un solo tirón y no en una retahíla interminable de pequeñas dosis. Porque este penoso gota a gota, que cada día rectifica lo que dijo la víspera y que hoy anuncia lo que ayer negaba, no solo no atenúa el daño que las políticas restrictivas provocan en los ciudadanos, sino que lo acentúa, porque les transmite la sensación de que están afrontando un vía crucis interminable; un vía crucis que, en vez de catorce estaciones, parece tener catorce mil.