La semana pasada, la opinión pública española vio alterado su apacible y sosegado decurso, por una polémica suscitada en torno al proyecto de reforma de la Ley del Registro Civil, que modifica sensiblemente la regla actualmente vigente en torno al orden en el que han de citarse los apellidos que determinan la filiación de una persona. Siempre resulta interesante adentrarse, a través de este tipo de controversias, en el universo de sombras y fantasmas que dibujan el trasfondo de algunas creencias, firmemente establecidas, que gozan de notable arraigo en la sociedad. Y en este de los apellidos, como en otros asuntos controvertidos, han emergido algunas de estas creencias atávicas que guillotinan el debate o lo plantean como una confrontación radical entre la razón y el capricho.
Me explico. El proyecto de Ley de reforma del Registro Civil que el Gobierno ha remitido al Congreso para su tramitación, establece que si la filiación está determinada por ambas líneas -es decir, si hay padre y madre conocidos- ambos podrán decidir “de común acuerdo” el orden de los apellidos. La regla inicial es, por tanto, la del consenso entre los padres de la criatura. Pero en caso de que el acuerdo no sea posible, el proyecto dispone que el encargado del Registro Civil “determinará el orden de los apellidos según su orden alfabético”.
¿Cual es la novedad que incorpora este texto? En la actualidad, resulta ya, legalmente posible, elegir el orden de los apellidos. En el pasado, este era un extremo absolutamente indisponible para los ciudadanos, pero la La Ley 40/1.999 de 5 de noviembre, modificó, hace ya 11 años, el Código Civil y la Ley del Registro Civil, para que fuera posible que el acuerdo de los padres o, en su caso, la voluntad del interesado, alterase el orden legal de los apellidos de una persona. La regla general establece que el apellido del padre precede al de la madre. Pero si los progenitores acuerdan invertir este orden en el momento de la inscripción del nacimiento, pueden hacerlo. E igualmente, si el propio interesado, al alcanzar la mayoría de edad, desea hacerlo, puede exigírselo al responsable del Registro Civil.
La diferencia esencial entre el régimen vigente y el que desea instaurar la reforma proyectada, radica, por tanto, en que, a falta de acuerdo entre los progenitores, hasta ahora, el apellido del varón se anteponía al de la mujer y, si la modificación legal prospera, el encargado del Registro «determinará el orden de los apellidos según su orden alfabético».
Personalmente, no tengo inconveniente alguno en aceptar que la propuesta -tal y como ha dejado sugerir algún comentarista- forma parte del conjunto de medidas demagógicas que Zapatero tiene previsto impulsar en lo que resta de legislatura, para desviar la atención de la situación económica y recuperar, en lo posible, imagen y la popularidad erosionadas, a base de arrinconar al PP, forzándolo a presentarse ante los ciudadanos como una formación anticuada, anclada en planteamientos arcaicos y poco proclive a avanzar con firmeza en el ámbito de la igualdad de derechos.
Ahora bien, dicho esto, he de añadir inmediatamente que creo -es una opinión personal- que la propuesta es razonable y está bien fundada desde el punto de vista de la igualdad de derechos entre hombre y mujer. No resuelve los grandes problemas de la discriminación femenina, ni pone fin a males seculares como el del maltrato doméstico, pero constituye un pequeño paso adelante hacia el horizonte ideal de la plena equiparación de derechos. Siempre me han resultado chocantes las culturas, como la anglosajona, en las que, en el momento de contraer matrimonio, la mujer pierde su apellido paterno para recibir el de su marido. La opción es respetable, por supuesto, y no seré yo quien descalifique una tradición que goza de notable arraigo y difusión en muchos países, pero siempre me ha parecido que expresa una concepción social en la que el varón prevalece ostensiblemente sobre la mujer. El esquema conceptual sobre el que descansa esta práctica, no presupone la igualdad entre el hombre y la mujer. Antes al contrario, arranca de una visión jerárquica, en la que aquél se sobrepone a ésta.
En el debate público que ha provocado la difusión del proyecto, se han aducido varios argumentos en contra del sistema que se propone.
Se ha dicho, en primer lugar, que el orden alfabético podría hacer desaparecer los apellidos que empiezan con las últimas letras del abecedario, como V, X, Y o Z. Es cierto. El razonamiento es correcto. Pero se ha de precisar que ello sólo ocurriría si lo consienten los progenitores, que tienen en su mano la posibilidad de ordenar los apellidos de sus hijos en el orden que deseen. Por otra parte, la regla vigente, que antepone el apellido del padre al de la madre, también ha provocado la desaparición de muchos apellidos. El padre que sólo tiene hijas, ya sabe que, si no hace uso de la facultad de invertir el orden legal de los apellidos, el suyo sólo perdurará si alguno de sus hermanos o primos varones tienen descendientes varones. Y puestos a comparar criterios, no veo yo que el alfabético sea más caprichoso que el de la prioridad del género masculino a la hora de determinar qué apellidos han de desaparecer y cuales no.
Se ha argumentado igualmente, que la regla actual tiene la ventaja de la sencillez. También esta alegación es incontestable. Empero, se le puede hacer, igualmente, alguna matización. La regla incluida por el proyecto, tampoco es que resulte muy complicada. Se supone que al encargado del registro dispone de la formación suficiente como para concluir, sin esforzarse demasiado que, ordenados alfabéticamente, Aznar está antes que Rodríguez, o que Bilbao está antes que Pastor.
En fin, se ha dicho igualmente que el de la precedencia del apellido paterno constituye una regla que no se puede alterar así por así porque es la de «siempre». Y se ha argumentado remontándose hasta la época medieval, cuando tomaron forma apellidos como el de López, Fernandez, Rodríguez, Álvarez o Jiménez, que hoy subsisten y con mucha fuerza. Siempre miro con cierta prevención las apelaciones al pretérito que se encubren tras la voz «siempre». Cuando alguien pretende que algo se ha hecho «siempre», incurre, por regla general -salvo que se trate de una licencia propia del lenguaje coloquial- un solemne desprecio a la historia. Para un niño de diez años, una tradición instaurada hace veinte, es algo que ha conocido «siempre». Pero para quien aspira a construir un relato histórico bien documentado, una práctica iniciada hace trescientos o cuatrocientos años, no puede ser de «siempre».
Hago estas reflexiones, porque la mayoría de los apellidos de origen vasco, no hacen referencia al progenitor, sino al caserío en el que residía la familia. López significa hijo de Lope, pero Goikoetxea hace referencia al nombre de la casa de la que era originaria o en la que había fijado su residencia la familia apellidada de esa manera: Goikoetxea o la Casa de arriba. Es más, hasta que se impuso plenamente la norma que determinaba la prioridad del apellido paterno sobre el de la madre, el apellido por el que era conocida la unidad familiar, no era el paterno, sino el que venía determinado por el nombre de la casa. Más allá, pues, del nombre de pila de cada persona, su apellido venía determinado por el nombre de la casa en la que residía la familia. Y si el varón casaba al caserío de la mujer, sus hijos no eran conocidos por su apellido, sino por referencia a la casa.
Esta correspondencia entre los apellidos y la denominación de los caseríos, constituye un rasgo característico del acervo cultural del País Vasco. El etnólogo e historiador Ander Manterola ha descrito con claridad y sencillez la estrecha conexión que en la sociedad tradicional vasca guardaban los apellidos con la casa de la que se era originario:
«En el ámbito de la cultura vasca se da un hecho que vincula explícitamente la familia con la casa. En otros ámbitos culturales el apellido hace referencia vinculante al Padre. Este es el caso de los apellidos patronímicos como Ibáñez, Johnson, Ivanovich, que en todos los casos quiere decir <hijo de Juan>. Los apellidos vascos por el contrario no nos remiten al padre sino a una casa; Bengoetxea, Etxaburu, Kortabarria, de la que el individuo es originario.
La denominación de una persona en referencia a su casa todavía perdura en el habla popular de los pueblos y aldeas de Bizkaia donde uno es conocido más por la casa en la que vive que por los apellidos que lleva: Olabarriko Benigno, Benigno de Olabarri, tal como es conocido y denominado por sus vecinos, a efectos de apellidos legales resulta ser Benigno de Pujana.
Este sistema de denominación quebró oficialmente en Bizkaia a primeros del siglo XVII cuando los apellidos con denominación de casas pasaron a transmitirse de modo patronímico, como si fueran denominaciones del padre y de la madre. «
La regla tridentina que impuso la transmisión de los apellidos por vía paterna, no pudo, sin embargo, erradicar por completo la práctica de identificar a las personas por referencia a la casa a la que pertenecían. En muchas zonas rurales del País Vasco, por ello, aun después del siglo XVII, no era infrecuente que, cuando quienes contraían matrimonio pasaban a residir a la casa de la que la esposa era originaria, los hijos del matrimonio recibieran un apellido compuesto, conformado por la yuxtaposición del apellido paterno al nombre del caserío de la madre. Esta práctica dió lugar a la formación de numerosos apellidos largos y complejos como Uribe-etxebarria; Arizmendi-arrieta; Aldekoa-otalora; etc.
Con el tiempo, la implacable acción depuradora de los responsables de los registros sacramentales ha ido simplificando estas composiciones, pero aún a finales del siglo XVIII era frecuente que fueran anotadas completa y literalmente en los libros parroquiales. De acuerdo con esta práctica, el abuelo paterno de una de mis bisabuelas maternas, por ejemplo, llamado Juan Bautista y nacido el 8 de abril de 1.758, en Bérriz, se apellidaba Amezua-basaguchiganecoa Lasuen-jainaga. Así consta, al menos, tanto en su partida bautismal como en la de sus hermanos.
El origen de cada una de estas composiciones no resulta, por otra parte, difícil de documentar si se indaga en los archivos parroquiales. El apellido Amezua-Basaguchiganecoa procede del matrimonio que Juan de Amezua, nacido el 4 de marzo de 1682 en el caserío Amezua -de lo cual es prueba evidente el hecho de que recibiera el apellido de la madre y no el de su padre, que era Olaldea- contrajo matrimonio el día 20 de julio de 1704 con Magdalena de Basaguchía, natural del caserío denominado Basaguchiganecoa o Basaguchía de suso. La nueva pareja se instaló en la casa de la contrayente, de modo que sus descendientes, entre los que se encontraba el bisabuelo paterno de Juana Josefa, pasaron a ser identificados por los habitantes del entorno, a través de un apellido compuesto, que resultaba de la yuxtaposición del nombre de ambos caseríos: Amezua-Basaguchiganecoa. Los registros parroquiales anotan así, otras familias, cuyos apellidos se formaron con arreglo a un método similar: Amezua-arteta; Amezua-uribezubia; Amezua-arroitamecolaya, etc.
Como puede verse, no es tan claro que la regla vigente, que hace prevalecer el apellido del padre sobre el de la madre, haya estado en vigor desde «siempre», o sea de data inmemorial. No, al menos, en Euskal Herria.
Veo, señor Ercoreca, que sigue usted incorregible. La inveterada y sacrosanta tradición, de honda raigamble española, que antepone el apellido del padre, descendiente de Adán y moldeado a imagen y semejanza de Dios Nuestro Señor, Creador de todas las cosas, al de la madre, salida de la costilla del primer hombre, no puede experimentar mutaciones arbitrarias como la que impulsa el señor Zapatero. Ustedes ponen en peligro la identidad española, que es la única digna de ser protegida y amparada por los poderes públicos. Las regiones como la vascongada, tienen su carácter, eso es incontestable, pero nunca la salud de una extremidad pude poner en peligro la del cuerpo todo.
Cómo se las arreglarán en el Registro si por lo que se tiran de los pelos los «felices padres» es por el nombre -y no por el apellido- de la criatura.
Y cuando tenga un añito, ¿guardería o canguro»? ¿en manos de quien está tan importante decisión? Porque no hay porqué pensar que padres que ya se tiraban a matar a la hora de elegir el apellido, se vayan a llevar mejor en estos momentos.
¿quien juzgará si «reyes magos» o «papá Noel»? ¿barretina o cachirulo? ¿pan o circo? ¿Bob Esponja o Lisa Simpson?
Si el Padrecito Rodriguez (la R va delante de la Z) en su magnífica clarividencia todo lo reglara como lo del apellido, ¡que felices seríamos los españoles¡¡¡
Je! Je! Y qué bonitos que son! Cuanto más largos mejor! Únicos e irrepetibles, localizas a la parentela (vete a saber a que grado te remontas) en un pis pas!
En cuanto al debate sobre el orden, es una tontería. Lo bueno es que no exista prohibión o restricción alguna y después que cada cual haga lo que le venga en gana. Porque podrá hacerlo, por lo demás opio…
Tienes que admitir, Josu, que el partido popular es bastante carca y retrogrado. Lo que nunca entenderé es que los socialistas se hayan unido a ellos en el País Vasco.
Arlote. Son cosas que pasan cuando el poder se antepone a los intereses que se dicen defender.
No pensaba comentar en este post porque Josu ya había comentado lo que pensaba comentar. ¿ Y qué era lo que pensaba comentar?. Pues que era una cortina de humo y que no resolvía los problemas de la gente.
Saludos.
Gogoeta interesgarria Josu. Zorionak.
Anda! Si ha vuelto curro del Caribe!
Querido Curro! Para tu información te comunicaré que la Biblia, la parte del Génesis (creo) en la que cuentan lo de Adán y Eva es un libro judío y que con su religión compartimos los patriarcas y demás del Antiguo Testamento.
Según los judíos, que son los que escribieron el mencionado libro pero esto lo escribieron en otro, anterior a Eva hubo otra mujer en el paraíso (se piró por aburrimiento, no voy a entrar en detalles) que llamaba Lilith, creada al igual que Adan a su imagen y semejanza y no de una costilla de aquel.
Por comentar ideas o figuras sacrosantas….
Kaixo Josu,
Hay que ver cómo os gusta a los nacionalistas el tema de los apellidos. En tu caso será por herencia de la obsesión del fundador por la hidalguía vasca: 8 apellidos vascos había que tener para ser vasco según su conocida matraca.
Te daré una idea para una enmienda a la nueva ley: que se sorteen los apellidos. Pero no sólo el orden. Que el empleado del registro elija al azar deentre todos los del mundo posibles. Eso tenminaría no sólo con la diferencia de género, sino también con las estupideces de origen del estilo de las de Sabino. Y nada de elegir en la mayoria de edad, que si no todos elegiríamos Erkoreka.
Salud
El PNV (Josu Erkoreka) y Coalición Canaria se sumaron ayer a los votos del PSOE en el Congreso español y rechazaron descongelar las pensiones en 2011 tras votar en contra de las tres enmiendas que presentó UPN para suprimir esta congelación y que no fueron vetadas por el Gobierno en comisión.
De esta forma, la formación jeltzale dio su apoyo explícito a la congelación de pensiones, que hasta ahora había camuflado con abstenciones.
Luego la UPN es «la derecha», pero ellos, los del PNV no son ninguna derecha.
Id unos posts más atrás y leeréis jurar y perjurar por activa y pasiva a Erkoreka que no hay nadie más defensor que él de la protección social.
Tengo que recordarte que tomo nota de tu voto, Josu? No, verdad?
El orden de los apellidos no altera el valor de la criatura, o si?
Durante los últimos cuatro años, las pensiones han crecido muy por encima del IPC. Lo hiceron, gracias, entre otros, al apoyo del PNV, que Donatien, por cierto, siempre ha criticado en este blog y en otros muchos
Ese incremento, que ha sido más grande en las pensiones más bajas, ha contado con el voto en contra del PP, de ERC, de CiU y de IU, y de todos los que ahora han fijado su atención en este asunto, poniéndose como los salvadores del poder adquisitivo de las pensiones. Donatien está con ellos.
Los años anteriores, cuando los incrementos eran muy superiores al IPC, no había nada que decir a favor de quienes los apoyaban, ni nada que objetar a los que votaban en contra de esos incrementos. Pero este año hay que hacer causa común con ellos, para criticar, como siempre, lo que hace el PNV. Era de esperar. Cuando ayudas a incrementar las pensiones por encima del IPC, haces mal. Cuando apoyas la congelación, también haces mal. Siempre haces mal. Donatien dixit. El modelo es, ahora, UPN, cuyas enmiendas hay que votar a favor, según Donatien. Y el PP también, que también votó en contra de los incrementos en los años anteriores y este año se ha convertido en el gran baluarte de los intereses de los pensionistas.
La congelación de las pensiones para 2011 no arranca de los Presupuestos del Estado. Ya fue aprobada en el RDL de los ajustes presupuestarios, con la abstención de CiU y de Coalición Canaria. El PNV -documéntate bien, Donatien- no se abstuvo. Votó en contra. No se camufló en abstenciones.
Los grandes defensores de la protección social son, según Donatien, los que este año votaron a favor de la enmienda de UPN, aunque en los últimos años votasen en contra de todos los incrementos incorporados a los presupuestos, que estaban por encima del IPC. Tomen nota. Yo ya he tomado nota.
Pitagoras:
Si la hipotenusa (al cuadrado) es la criatura, dependerá entonces de los valores de los «catetos» elevados a la misma potencia, no?
Sr. Erkoreka, siempre he creído más en las lineas familiares maternas. Son las que en la realidad se dan más frecuentemente por afinidad. Las mujeres conservan los lazos familiares más eficazmente y siempre debieron ser ellas las que dieran los apellidos. Ya sabe: los hijos de mi hija mis nietos son, los hijos de mi hijo…
De todas formas lo del acuerdo vale, lo del orden alfabético ya lo veo menos razonable. Si sabes que un desacuerdo favorece tu apellido, muéstrate en desacuerdo y tendrás un bebé con tu apellido
Alderdikide,
Por supuesto no voy a comulgar con ruedas de molino, pero además me gustaría corregirte en que yo no he dicho que UPN defienda el poder adquisitivo de las pensiones por el hecho de que eventualmente no se sume al ataque de las mismas al PSOE-PNV, pues no soy tan descerebrado -aunque a veces lo parezca- como para creer que la posición de UPN o del PP ahora no es sincera y que esta gente no es la primera que en realidad apoya con entusiasmo ese recorte. Tonto no soy.
Ni respecto a unos ni respecto a otros.