“No estamos en crisis”. Con esta provocadora frase, me expresaba, hace unos meses, su visión sobre la situación económica, un alto directivo de una compañía cuyo proyecto empresarial descansa sobre el conocimiento, la tecnología y el valor añadido. “No estamos en crisis -me decía- y se equivocará radicalmente quien piense que lo estamos y actúe como si lo estuviésemos”. “Estamos -añadió- ante un cambio de paradigma, que es algo muy diferente”. Sus palabras me hicieron reflexionar. No se trataba de un interlocutor cualquiera, sino un hombre bien informado, que trabajaba en una empresa bastante bien situada en el mercado. Y aunque no soy un experto en asuntos económicos, tengo la impresión de que no le faltaba razón en una buena parte de su planteamiento. Me explico.
Si estuviésemos ante una crisis, acertaríamos, sin duda, al aplicar, ahora, medidas excepcionales, con el propósito de regresar a las políticas anteriores tan pronto como la mejora de la situación económica lo permitiera. Pero no estamos ante una crisis. Estamos ante un cambio de paradigma. Y si la crisis es, por definición, algo coyuntural y pasajero, el paradigma tiene, por naturaleza, una clara vocación de permanencia en el tiempo. Yerra, por tanto, quien se empeñe en afrontar la situación actual con medidas anticrisis concebidas como extraordinarias, transitorias y temporales. Se equivoca quien crea que las medidas de control, austeridad y rigor que ahora nos vemos obligados a aplicar, tanto en lo público como en lo privado, son estrellas fugaces, esencialmente pasajeras, que en cuanto se inicie la recuperación, se irán a la misma velocidad a la que han venido. Estas medidas no se irán. No debemos engañarnos. Vienen para quedarse, porque en el nuevo paradigma económico ya no habrá espacio para las conductas relajadas, la ineficiencia y el despilfarro. La grasa que ahora quitemos a las organizaciones públicas y privadas, ya no se recuperará, porque los nuevos tiempos exigirán músculo, tensión y flexibilidad. Y lo exigirán, no sólo para los momentos críticos y difíciles, sino para todos los momentos, porque el modelo que inauguramos será muy exigente y estará, todo él, repleto de momentos difíciles.