En un libro que el periodista Luis Herrero publicó hace tres años sobre la figura -muy cercana para él- de Adolfo Suárez (Cfr. Los que le llamábamos Adolfo, ed. La esfera de los libros, Madrid, 2007) se da cuenta de un comentario que el ex presidente del Gobierno español le hizo en cierta ocasión a propósito de la lucha contra el terrorismo. He aquí la cita:
– Nosotros pudimos detener varias veces a la cúpula de ETA -me dijo en una ocasión-, pero no lo hicimos
– ¿Por qué? –le pregunté extrañado.
– Porque si controlas la cabeza, controlas los movimientos de la organización. Si la descabezas, la banda se convierte en el rabo de una lagartija; sigue moviéndose, pero sin ningún control”
La confesión se presta a innumerables reflexiones. Sin entrar a considerar ahora la posibilidad, bastante factible, de que el comentario pudiera encerrar alguna exageración -haber estado “varias veces” a punto de detener a la cúpula de ETA, sin haberse decidido a hacerlo en ninguna de ellas, no es, francamente, algo fácil de ser asumido como verosímil- uno puede formularse varias preguntas: ¿Resulta moralmente lícito renunciar, por motivos puramente estratégicos, a detener a la dirección de una organización delictiva, que a buen seguro continuará planificando y ordenando nuevos crímenes? ¿Es más grave, a efectos de procurar evitarla, la deriva incontrolada que eventualmente podría adoptar una organización criminal descabezada, que la actividad delictiva que a buen desarrollará con su dirección íntegra y perfectamente organizada? ¿Cómo ponderar los pros y los contras de cada una de las opciones que entraña semejante dilema?
El pasado domingo, en una larga entrevista concedida por Felipe González al diario El País, el ex presidente del Gobierno desvelaba una información que nos remitía a un dilema brutal, relacionado, también, con la lucha antiterrorista y, más concretamente, con la “desactivación” de la cúpula directiva de ETA, aunque con perfiles propios cualitativamente distintos a los descritos por Adolfo Suárez. Decía así:
“Ya hace mucho que no estoy en el poder pero te voy a decir una cosa que a lo mejor te sorprende. Todavía no sé siquiera si hice bien o hice mal, no te estoy planteando un problema moral, porque aún no tengo la seguridad. Tuve una sola oportunidad en mi vida de dar una orden para liquidar a toda la cúpula de ETA. Antes de la caída de Bidart, en 1992, querían estropear los Juegos Olímpicos, tener una proyección universal… No sé cuánto tiempo antes, quizá en 1990 o 1989, llegó hasta mí una información, que tenía que llegar hasta mí por las implicaciones que tenía. No se trataba de unas operaciones ordinarias de la lucha contra el terrorismo; nuestra gente había detectado –no digo quienes- el lugar y el día de una reunión de la cúpula de ETA en el sur de Francia. De toda la dirección. Operación que llevaban siguiendo mucho tiempo. Se localiza lugar y día, pero la posibilidad que teníamos de detenerlos era cero, estaban fuera de nuestro territorio. Y la posibilidad de que la operación la hiciera Francia en aquel momento era muy escasa. Ahora habría sido más fácil. […] En aquel momento sólo cabía la posibilidad de volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir. Ni te cuento las implicaciones que tenía actuar en territorio francés, no te explico toda la literatura, pero el hecho descarnado era: existe la posibilidad de volarlos a todos y descabezarlos. La decisión es sí o no. Lo simplifico, dije: no. Y añado a esto: todavía no sé si hice lo correcto. No te estoy planteando el problema de que yo nunca lo haría por razones morales. No, no es verdad. Una de las cosas que me torturó durante las 24 horas siguientes fue cuántos asesinatos de personas inocentes podría haber ahorrado en los próximos cuatro o cinco años. Esa es la literatura. El resultado es que dije que no”
Como se puede ver, si los datos aportados se corresponden con la realidad, el caso que se le presentó a Felipe González fue más descarnado y crudo que el que hubo de afrontar Adolfo Suárez. Al dirigente socialista se le presentó una disyuntiva que no le emplazaba a optar entre detener a la cúpula de ETA o permitir su continuidad con el fin de evitar que, una vez descabezada, la organización terrorista pudiese volverse incontrolable “como el rabo de una lagartija”. Nada de eso. Si lo que dice es cierto, insisto en la cautela, la posibilidad de la detención, ni tan siquiera se le planteaba a Felipe González. Según afirma en la entrevista, la detención no era posible en aquel momento. Lo único que el Gobierno tenía al alcance de la mano, era “volarlos a todos juntos en la casa en la que se iban a reunir”. Su dilema consistía, pues, en “liquidar a toda la cúpula de ETA” o dejarles marchar.
Adolfo Suárez renunció a detener a la cúpula de ETA con el fin de evitar lo que consideraba males mayores. Examinó la situación, ponderó las circunstancias concurrentes y llegó a pensar que una ETA descabezada podía resultar más difícil de controlar y, a la larga, más perjudicial para el interés público y la seguridad de los ciudadanos que una ETA con dirigida por una cúpula conocida y controlada. Fuese o no correcta su apreciación, lo cierto es que apoyó su decisión sobre un planteamiento eminentemente pragmático que, siguiendo a Max Weber, nos sitúa más en el terreno de la ética de la responsabilidad que en el de la ética de los principios. El gobernante debe perseguir y, si le resulta posible, detener a los delincuentes. Está legal y éticamente obligado a ello. Pero si de la detención resultan -o pueden resultar- males mayores que los que se evitan, se renuncia a ella y santas pascuas. Entre dos males inminentes, se opta por el menor.
La aproximación de González es diferente. En su caso, ni tan siquiera es tomada en consideración la hipótesis de que una ETA descabezada pudiera generar males mayores que una ETA bajo control. Se da por supuesto que, si la detención hubiese sido materialmente posible, él la hubiese ordenado sin ningún género de dudas. El problema -precisa- es que “la posibilidad que teníamos de detenerlos era cero”. Lo que le ponía en la tesitura de elegir entre asesinar o tolerar. No había más opciones.
Por otra parte, González tampoco se plantea un problema de índole moral. Tan es así, que niega, por dos veces, que la experiencia que relata le suscite un dilema de esa naturaleza: “No te estoy planteando el problema de que yo nunca lo haría por razones morales -afirma-. No, no es verdad”. Si algo le echó para atrás, por tanto, no fueron las implicaciones éticas del asunto -de hecho, González reconoce en la entrevista que “todavía no sé siquiera si hice bien o hice mal […] porque aún no tengo la seguridad- sino “las implicaciones que tenía actuar en territorio francés”. Y no parece que al ponderar esas implicaciones -supongo que carácter fundamentalmente diplomático-, estuviera teniendo en cuenta la defensa de la vida y de la seguridad de los ciudadanos. Tal y como González se refiere a ellas -así, al menos, lo veo yo- el temor ante una posible reacción adversa del Gobierno francés no nos conduce ni al campo de la ética de la responsabilidad, porque no se plantea en términos de asumir el mal menor, sino en términos de eludir otro tipo de problemas político-diplomáticos.
Son muchos los que han visto en la entrevista el reconocimiento explícito de su participación en los GAL. Personalmente, pienso que esa incógnita estaba despejada desde hace ya mucho tiempo. Y para llegar a esta conclusión no hace falta recurrir a los pronunciamientos condenatorios que han tenido lugar en los juicios penales que se han celebrado sobre la cuestión. Antes al contrario, son los propios socialistas los que han reconocido su relación con este siniestro grupo de la guerra sucia. En su libro La memoria recuperada, María Antonia Iglesias recoge, por ejemplo, el testimonio de Rodríguez Ibarra, que constituye una confesión en toda regla. El ex presidente extremeño asegura en esa confesión, estar “convencido de que nosotros no inventamos la guerra sucia, que la guerra sucia se hacía… desde que existe ETA. Y me imagino que seguirá habiendo guerra Sucia”. A lo que más adelante agrega que “Yo creo que el GAL es la transición. Yo no estoy dispuesto a que mi Partido pase a la historia como el que inventó la guerra sucia contra ETA. En primer lugar, porque la guerra sucia estaba inventada desde hacía tiempo. No en vano, hay cuarenta y tantos muertos antes de que llegáramos al Gobierno y veintisiete, después, con nosotros en el poder”. Como se ve, Rodríguez Ibarra no niega que durante la etapa socialista funcionasen los GAL con todos los plácemes del Gobierno. Por el contrario, reconoce que existieron y provocaron nada menos que veintisiete asesinatos. Se dice pronto. Lo único que Rodríguez Ibarra se resiste a aceptar es que los “inventase” el PSOE. No, eso no. Inventarlos no. El PSOE se limitó a mantener viva una práctica que venía de atrás. Y como no resulta fácil imaginar que una trama como aquella se pudiese urdir sin el visto bueno de la cúspide organizativa, creo que todo queda bastante claro.
Personalmente, me ha sorprendido más descubrir lo mucho que el relato sobre el control de la cúpula de ETA y la consiguiente posibilidad neutralizarla, pesa en la memoria y en el imaginario de los ex presidentes españoles. Sean o no veraces sus testimonios; sean, en su caso, ajustados a la realidad o manifiestamente exagerados, lo que se puede constatar es que todos parecen tener algo especial que contar sobre el asunto; una experiencia extrema, cargada de conflictos, disyuntivas y dilemas. La imagen mítica de la dirección de una organización delictiva reunida clandestinamente en un habitáculo directa o indirectamente controlado por la policía, me trae a la mente -no lo puedo evitar- el retrato del festín del miedo que el inolvidable G. K. Chesterton describió en su espléndida novela El hombre que era jueves, al desgranar el encuentro secreto celebrado entre “los seis hombres que habían jurado destruir el mundo”. Todo en el límite entre la realidad y la ficción. El drama y el disparate.
También me ha chocado el hecho de que González se descuelgue con estas declaraciones precisamente ahora. ¿Qué perseguía al hacerlas? Una y otra vez me planteo la cuestión, interrogándome: Qui prodest? Y no acabo de encontrar una respuesta coherente y comprensible.
Lo que sí puedo decir es que la sola idea de que un poder público pueda plantearse la posibilidad de perseguir el delito mediante la comisión de un asesinato múltiple, me parece deplorable y repulsivo. Quien concibe la democracia en esos términos, no cree en la democracia. La cloaca es la antítesis de la democracia.
Muy bueno Sr. Erkoreka como siempre opinando «a toro pasado» ¡Qué valentía la suya! viendo los toros desde la barrera todo es más facil ¿Verdad?.
Usted nunca ha estado ni estará en el dilema de tener más de 100 muertos al año y claro se permite opinar de manera frívola y más irresponsable todavía.
¿Por qué le gusta tanto juzgar a los demás?Ojalá nunca se encuentre usted en el lugar del honorable Felipe Gonzalez y tenga más de un centenar de muertos al año y vería como no es tan facil no saber si lo mejor no es mandar al infierno a estos malnacidos asesinos psicópatas o cumplir la ley aunque le cueste la vida a inocentes.
Es increíble que usted desde su hotel de 5 estrellas madrileño con un chofer de gorra de plato y guardaespaldas, pagado por vascos y españoles, pueda juzgar a uno de los mejores presidentes que ha tenido ha tenido este país de una manera tan superficial y árida que la verdad da nauseas.
La próxima vez que juzgue a alguien ,pongase primero en el lugar del otro . Si el honorable Sr. Felipe Gonzalez tiene dudas morales por alguna razón será. Usted antes de juzgarle y condenarle gratuitamente debería ponerse en el lugar del prójimo.
http://www.nuevatribuna.es/noticia/42039/ESPA%C3%91A/felipe-gonz%C3%A1lez-reitera-tiene-dudas-sobre-debi%C3%B3-o-liquidar-c%C3%BApula-eta.html
No creo que González se hubiera planteado el dilema si considerara a esa organización como delicitiva. En realidad con su confesión de Dr. Jekill admite que Espana estaba en guerra con Euskadi, su gobierno con ETA.
No veo diferencia alguna en la actitud del gobierno de Israel al asesinar selectivamente en territorio exterior a aquel clérigo jefe de Hamas con un misil desde un avión y no dejar de él más que las ruedas de la silla de ruedas que usaba. En Israel el gobierno no violaría la ley para asesinar cúpulas de organizaciones delictivas.
Ni Hamas ni ETA son organizaciones delictivas, sino incontestablemente políticas -no entiendo de qué vas insistiendo en ese equívoco, Josu-, y lo único que llevó a González a no actuar es que el gobierno francés no es la Autoridad Nacional Palestina y que la República Francesa no es al Reino de Espana lo que Palestina es a Israel.
No mezclemos política con delito, por favor.
Bidasoa, ¿eres partidario o no lo eres? Ya se ve que eres un sociolisto del PSOE, admirador incondicional de Felipe González. Lo que no me queda claro es si eres partidario de la guerra sucia y de defender la razón de Estado a través de las cloacas.
Donatien,
Hombre, eso de que no sea una organizacion delictiva, no se yo.
Bueno lo tengo clarisimo.
Comentarios como el dd Bidasoa, que defienden servil y perrunamente la guerra sucia, el asesinato de Estado, la entrada del Estado con todos sus efectivos en el sórdido submundo de las cloacas, el hampa y el delito violento, como hizo Felipe González, me producen arcadas. Para eso era la democracia española? Para hablar de derechos humanos mientras se paga a unos mercenarios para asesinar a seres humanos? Aggggggg!!!
A Sr. Bidasoa&Sr. Pasajes.
Creo que se equivoca usted. No creo que Erkoreka tenga chófer y no intentes justificar lo injustificable. Tengo un concepto muy alto la democracia y la ética y yo ni me hubiera volar la cúpula de ETA .
Saludos.
perdón. Quería decir que no me hubiera planteado volar la cúpula de ETA pero me calló.
Saludos.
Me hace mucha gracia que muchos demócratas tilden de asesinos psicópatas únicamente a los asesinos de ETA. Sin embargo, cuando los mismos hechos (o peores) han sido cometidos por ASESINOS BUENOS (ya sea GAL, el hermano francisco,…), etc… entonces no son ni psicópatas ni asesinos se trata de coherentes patriotas.
Por mucho que me disguste es precisamente este tipo de actuaciones, comentarios y éticas de quita y pon las que permiten el calificativo de lucha política en un razonamiento puramente lógico (no visceral) de la situación. Y para que esto no siga ocurriendo y que otros (por considerarse patriotas) se sientan con impunidad para hacer lo que les venga en gana (ya que su ética se lo permite, al menos, que sea la ley o el temor a ella) la que se lo impida.
Esto no es bueno para nada ni nadie!! Lo peor es, como siempre, la antireacción, pasividad,… de los medios de comunicación.
Cuanta hipocresía!!