Esta mañana hemos celebrado en Iruña el centenario del PNV en Navarra. En día San Juan de 1010, se abría en el número 4 de la plaza San José de Pamplona, el primer Centro Vasco de la Comunidad Foral, bajo la presidencia de Estanis Aranzadi. Por esa misma época se iniciaba la edición de la revista Napartarra, primer órgano oficial del Partido en el Viejo Reino. En muy pocos años, el humilde embrión del Centro Vasco empezaría a dar sus frutos. En las elecciones municipales de 1917, el PNV obtenía 3 concejales en el ayuntamiento de la capital. Ese mismo año, Manuel Aranzadi era elegido diputado a Cortes por el distrito de Pamplona. El primer debate parlamentario en el que participó, que le enfrentó al tradicionalista Víctor Pradera -un temible y veterano polemista, de poderosa dialéctica y amplia experiencia en las Cortes- constituye todo un hito en la historia que el PNV ha forjado en las instituciones representativas.
El acto, que ha coincidido con la celebración de una Asamblea Nacional del PNV, ha sido muy emotivo. Se han recordado los orígenes de la formación en Navarra, sus difíciles primeros años, la complicada expansión en un territorio atenazado por el tradicionalismo ultracatólico, los avatares de la dictadura de Primo, la batalla estatutaria librada durante la II República, las crueldades de la Guerra civil, que fueron particularmente descarnadas en el Viejo Reino y interminable dictadura, con sus ostensibles ramificaciones en la política actual. Y se ha otorgado un reconocimiento público a algunas de las personas que destacan con nombre propio en la crónica de este siglo: Manuel de Irujo, Fortunato Aguirre, José de Aguerre, Carlos Clavería y José Antonio Urbiola.
Sin menoscabo alguno de los restantes, a algunos de los cuales me he referido en este blog en más de una ocasión, quisiera ponderar ahora la figura de Fortunato Aguirre; un hombre honrado, tolerante, íntegro y fiel a sus ideas, que fue fusilado en la turbulenta Navarra de los primeros meses del alzamiento. Fortunato había nacido en Arellano el año 1893. Fue fundador del Osasuna, promotor de la primera Ikastola de Estella y alcalde de esta localidad, entre 1933 y 1936. Presidió la Asamblea de Alcaldes vascos que aprobó en Estella, por amplísima mayoría, el proyecto Estatuto que llevaba su nombre. En cuanto tuvo conocimiento de las reuniones conspiratorias que el general Mola llevaba a cabo en el monasterio de Iranzu, donde los sublevados ocultaban un auténtico arsenal de armas, lo puso en conocimiento de las autoridades de la República, que desatendieron irresponsablemente sus repetidas renuncias. También estuvo informado del encuentro que Mola y el general Batet mantuvieron en el monasterio de Iratxe el 16 de julio de 1936. José Antonio Aguirre, a la sazón diputado en Cortes, dio cuenta de todo ello al presidente del Gobierno Casares Quiroga, quien le respondió que no hiciese nada.
El golpe militar le pilló en su puesto. En Estella. Con las botas puestas. Fue inmediatamente detenido y conducido a Pamplona, donde fue fusilado dos meses después. Sus dos hijas póstumas, gemelas, han recibido emocionadas el reconocimiento del público y del Partido en el que militó su padre. Son dos mujeres simpáticas, sensatas y muy equilibradas, en cuya rica personalidad puede adivinarse el carácter honesto y afable que adornó a su progenitor, cuya evocación llevan impresa en lo más íntimo de su ser. Una de ellas se llama Miren Mikele. La otra, Mikele Miren. El apelativo Miren (María) recuerda la fecha -el 15 de agosto- en la que su madre confió -y esperó infructuosamente- que iban a liberar a Fortunato. El nombre Mikele (Miguela) apunta hacia el día en el que le fusilaron: el 29 de septiembre.
Josu!! Te has colado. Has puesto el día de San Juan de 1010, eso no es un centenario es un pedazo de cacho de trozo de milenio, ahí es na’!!
Navarra, la cuna de la lingua navarrorum, ha sido siempre la más esencialmente vasca de los siete herrialdes. Todos los vascos somos navarros. Yo también, pese a haber nacido en Hernani. Pero sobre todo, todos los vascos somos vascos. Un mismo cuerpo social. Una misma nación.
efectivamente 1010 y todavía sigue igual…
Muy interesante.
Saludos.
«(..)complicada expansión en un territorio atenazado por el tradicionalismo ultracatólico» Ay la leche, ¡si ahora resulta que el Señorio de Vizcaya y las Provincias de Álava y Guipúzcoa eran la creme de la tolerancia religiosa y el laicismo! A mi se me antoja más integrista el PNV que el Carlismo, sinceramente. Fijese en Mons. Pildauin, que fue diputado en la II República y defensor del «Gibraltar Vaticanista» (el estatuto de entonces) y su «cruzada» contra las suecas en las playas de Gran Canaria.
Fortunato Aguirre fue un gran tipo. Sólido y de convicciones. Muy por encima de los melifluos de su época, que no tuvieron el temple necesario para defender a la República frente a la rebelión que los carlistas armados estaban preparando en Nafarroa.
Queridos, amigos, es evidente que me equivoqué. No quería escribir 1010, sino 1910, como bien habéis comprendido. Pero no lo voy a corregir, para no restar chispa a los comentarios que habéis introducido.
Querido Rogelio, te veo muy vehemente y osado para la mejorable documentación que exhibes. Monseñor Pildain, no era del PNV. Entre 1931 y 1933 formó parte de la Minoría Vasco-Navarra Pro Estatuto que se creó en las Cortes Constituyentes de la II República a partir de la candidatura conjunta con la que nacionalistas vascos, carlistas e independientes católicos concurrieron a las elecciones de 1931. Pildain se situaba entre estos últimos: entre los independientes católicos. No entre los militantes del PNV. Parece mentira que desconozca usted este dato. Por lo que se refiere al ultracatolicismo del tradicionalismo navarro, permítame aportarle otro dato. En aquella candidatura de 1936, los tradicionalistas del viejo reino (el conde de Rodezno, Tomás Beunza, Rafael Aizpun, Miguel Gortari…) no quisieron dar cabida al navarro Manuel de Irujo, porque era demasiado republicano, progresista y amigo de los trabajadores. Sólo permitieron la entrada de José Antonio Aguirre, que había sido presidente de las Juventudes Católicas de Bizkaia.
Pronto, sin embargo, se rompería la Minoría en dos facciones: los dispuestos a colaborar con la República y los refractarios a todo lo que oliera a republicano. El PNV se encontraba entre los primeros. Los tradicionalistas entre los segundos. Desde entonces, el hostigamiento del tradicionalismo contra el PNV fue brutal. Le acusaban de melifluo en la defensa de las esencias católicas. Un folleto editado en Bilbao y significativamente titulado «Nacionalismo, judaísmo y masonería» pretendía asociar al PNV a las fuerzas disolventes y anticatólicos. Y la campaña que el clero trabucaire navarro llevó a cabo en 1933 contra la candidatura de Irujo, hay que conocerla, para poder afirmar a la ligera, como haces tú que el PNV era «más integrista» que el Carlismo.
Señor Erokeka:
Si he asociado al Obispo Pildain con el PNV incorrectamente lo siento. Sin embargo me parece indudable que Pildain era nacionalista, más allá de la autoria de aquello de que «África empieza en Madrid» (según le atribuyó el bilbaino Prieto). Y es que los clérigos no solian estar asociados a partidos pero otra cosa era la ideología y las doctrinas que profesaran (el caso por ejemplo del Obispo Caixall, carlista reconocida pero senador independiente).
Cierto es el antagonismo, con pequeñas treguas, entre carlistas y nacionalistas, por más que la superficial prensa de Madrid se limite a esquemas tan simplonas y maniqueos. Una figura para mi muy sugestiva de aquellos años del Estatuto es la de don Juan de Olazabal Ramery http://www.euskomedia.org/aunamendi/116770
En cualquier caso, históricamente, creo que al PNV se le puede catalogar de integrista y de serlo tanto o más que el Carlismo, sin que ello suponga ningún demérito. No vamos a ir ahora de comecuras progres…
Un cordial saludo.
Estimado Rogelio. Le agradezco sus comentarios, pero me temo que sus conjeturas sobre Pildain no son muy correctas. Durante la II República sí hubo clérigos abiertamente vinculados al nacionalismo vasco, en general y al PNV, en particular. El ejemplo más claro (aunque no el único) puede ser el de don José de Ariztimuño, que actuó como propagandista de la causa nacional vasca, escribió periódicamente en la prensa orgánica del PNV y durante la guerra fue fusilado en Hernani por los valientes soldados de la Cruzada. No es el caso de Pildain, que en las Cortes Constituyentes de la II República, por cierto, no había sido elevado aún a la dignidad episcopal. Cuando fue elegido diputado era, si no recuerdo mal, canónigo de la catedral de Vitoria. Nunca destacó por su inclinación ideológica hacia el nacionalismo vasco. En la candidatura de 1931, formaba parte de la cuota integrada por los católicos independientes.
Tampoco creo que la disyuntiva haya de plantearse entre el integrismo y el comecurismo. El PNV fue, hasta 1977, un partido católico confesional. Pero un partido que también en eso evolucionó. Y en la II República dio muestras de autonomía de criterio y de capacidad de discernimiento que no eran habituales en los partidos católicos de la época. Y por ello le persiguió el clero trabucaire navarro, pero también el que puso al dictador bajo palio.