Hacía semanas que nos había sido cursada una invitación para visitar Azterlan; un centro de investigación, situado en Durango, que se dedica a ofrecer a las empresas del entorno industrial, de fuerte tradición metal-mecánica, soluciones tecnológicas en el ámbito de la automoción, el transporte y el ferrocarril, la aeronáutica, las energías renovables, la estampación, la ingeniería de la fundición y las transformaciones metálicas. Hacía semanas de ello, repito, pero la dificultad de cuadrar agendas, nos había forzado a retrasar la cita en varias ocasiones. Finalmente, la tenacidad de Igone Porto ha hecho posible lo que parecía inalcanzable: que lográsemos fijar fecha para que una representación de diputados y senadores de EAJ-PNV conciéramos in situ las instalaciones del Centro y escuchásemos de primera mano los proyectos que impulsa su cuadro directivo. Nos acompañó en la visita, la alcaldesa de Durango, Aitziber Irigoras, mujer ágil y perspicaz donde las haya.
La visita ha sido un acierto. Sin duda, ha merecido la pena. Azterlan no es, como resulta habitual encontrarse en otros lares, un centro instituído desde el poder público y dotado con un presupuesto generoso, con el fin de inaugurar una nueva ruta investigadora donde no existe ni tradición, ni demanda, ni entorno adecuado. Todo lo contrario. Azterlan es un proyecto investigador nacido desde abajo. Desde las necesidades reales de las empresas. Desde la interacción fluida y eficaz entre la industria y la formación profesional. Su génesis se sitúa, concretamente, en el centro de formación profesional que los Hermanos Maristas vienen regentando en el Duranguesado desde hace ya un siglo; una escuela de gran prestigio en la comarca, que ha formado, generación tras generación, a una gran parte de los miles de trabajadores que han poblado las plantillas de las empresas del entorno durante la última centuria. En los años cincuenta, ese centro se dotó de un pequeño laboratorio, al que las fábricas de las inmediaciones, mayoritariamente relacionadas con el metal, empezaron a hacer pequeños encargos de pruebas y análisis, orientados a mejorar sus procesos de fabricación y producción. Poco a poco, ese laboratorio fue ampliando la complejidad de sus intalaciones, hasta convertirse en el pujante centro de investigación que ahora es. Su origen es, como se ve, muy semejante al de otros centros tecnológicos vascos, que nacieron, también, al calor de una escuela profesional.