Lo digo en serio: no es serio. No es serio el espectáculo al que unos y otros nos están abocando como consecuencia de la voracidad propagandística con la que diseñan sus actuaciones. Hace más de un mes, el Gobierno nos citó a los partidos políticos en el palacio de Zurbano de Madrid, con el claro propósito de solemnizar, frente a decenas de cámaras y de profesionales de la información, el inicio de una serie de contactos tendentes a forjar un consenso que permita trabajar conjuntamente contra la crisis económica. Tras semanas de tanteos y preliminares, el Ejecutivo lograba reunir a las formaciones políticas en torno a un documento en el que se recogían sus principales propuestas para plantar cara a la recesión. La iniciativa dejaba traslucir el deseo gubernamental de evocar los mitificados Pactos de la Moncloa, mediante la promoción de un nuevo Acuerdo que, en un momento tan decisivo como el que vivimos, sea capaz de unir a los partidos políticos alrededor de un programa consensuado, acreditando el liderazgo del Gobierno y su capacidad para trascender la coyuntura con la mirada puesta en el interés general. Todo un montaje propagandístico, vamos.
A todos sorprendió el hecho de que, el primer punto del documento, incluyese, como propuesta principal, un conjunto de medidas orientadas a promover la rehabilitación de viviendas. Entre los agentes económicos había adquirido tal arraigo la idea de que la recuperación pasa por un cambio radical de la pauta de crecimiento -la sustitución del ladrillo por un modelo industrial basado en la economía productiva- que resultaba chocante ver al Gobierno preconizando, de nuevo, la apuesta por la construcción. Pues todo el mundo sabe que la competitividad no vendrá, desde luego, de la mano de la rehabilitación de viviendas, aun cuando pueda resultar recomendable darle un impulso a ésta.