Hace unos meses, un amigo que tiene casa en Marbella me hizo partícipe de un chascarrillo que al parecer circula con bastante intensidad entre las gentes que habitan o frecuentan el municipio malagueño. «Aznar -me refirió- se ha comprado en chalet en la zona más lujosa del lugar. Y ha plantado en el jardín una bandera española más grande que el campo de San Mamés, lo que ha provocado la sorpresa de los vecinos y la hilaridad de los más cáusticos, que interpretar el gesto como una excentricidad del personaje».
El comentario me hizo gracia, pero no le presté demasiada atención. Mi amigo es proclive a los relatos creativos y, aunque nunca le he visto mentir, acostumbra a adornar sus narraciones con un tono burlón que no ayuda, precisamente, a discernir con nitidez entre lo real y lo fabulado.