Hoy se ha celebrado en el Congreso un acto público en homenaje a Jordi Sole Tura. Cuando se produjo su fallecimiento, a primeros del mes de diciembre, escribí un post recordando su figura y destacando algún aspecto de su obra escrita que -no por casualidad- ha quedado oculto en los últimos años (Véase «Jordi Solé Tura y la nota impuesta«, publicado el 4.12.09). He presenciado el acto con interés y curiosidad. Aun desde la discrepancia ideológica, Sole Tura ha sido un hombre que siempre me ha inspirado respeto personal e intelectual.
El homenaje ha reunido a un importante número de personas, de entre las destacaban, por razones obvias, los catalanes que, bajo la presidencia de Montilla, conformaban un grupo bastante nutrido. Desde un punto de vista cualitativo, los asistentes constituían un colectivo polícromo: políticos en activo se mezclaban con académicos, historiadores, periodistas y personajes que desempeñaron un papel protagonista durante ese periodo histórico que, con justicia o sin ella, es conocido en España como la Transición. Entre los congregados estaban presentes, por supuesto, los supervivientes del equipo humano que el imaginario político hispánico ha ensalzado hasta el empíreo reservando para ellos el excelso eufemismo de Padres de la Constitución.