Esta mañana he tenido conocimiento del fallecimiento de José Mari Bengoa. Tras una larga e intensa experiencia vital, su corazón ha dejado de latir. Y José Mari nos ha abandonado, dejando tras de sí la fecunda estela de un hombre íntegro, inteligente y trabajador.
No tuve ocasión de conocer personalmente a José Mari hasta tiempos bastante recientes. Sabía de su existencia, pero la posibilidad de entablar una relación personal se me escurrió repetidas veces de las manos. Finalmente, pude trabar contacto con él cuando Anasagasti, Beloki y yo preparábamos, hace ahora aproximadamente seis años, aquel libro de entrevistas que publicamos bajo el título Somos Vascos. La mediación de Iñaki, que también vivió el exilio venezolano, fue decisiva para hacer posible el encuentro. Descubrí a un hombre, sereno, clarividente y ponderado, que contemplaba el mundo desde la atalaya de una vida muy rica en relaciones y vivencias.
Pese a su avanzada edad, José Mari gozaba de una memoria excelente y exhibía una perspicacia bastante certera a la hora de opinar sobre los acontecimientos recientes. Todavía recuerdo las atinadas reflexiones que me hizo sobre el momento que vivíamos en Euskadi el año 2004. Mantenía el interés que siempre había sentido por la política y le seguían apasionando las grandes retos sociales de la humanidad. Los entrevistadores seguimos con puntual atención el relato de su vida, que arrancaba en Bilbao -donde nació- continuaba en Valladolid -a donde se trasladó a estudiar Medicina- y empezaba a recibir las primeras convulsiones cuando regresó a casa, recién licenciado, y se encontró inmerso en una Guerra Civil que le llevó a ingresar como Secretario en la Sanidad Militar de Euzkadi.
José Mari era historia viva. Escucharle era una experiencia agradable y enriquecedora. Recordaba con sumo detalle muchas de las conversaciones que José Antonio Aguirre mantuvo en el hotel Carlton de Bilbao, con Alberto Montaud, máximo responsable del Ejército de la República en la Euzkadi autónoma, reflexionando sobre la evolución de la contienda y sobre la posibilidad de que las fuerzas leales venciesen a las rebeldes. El optimismo de Aguirre le llevaba a hacer vaticinios alegres que Montaud, un profesional de la milicia, reconocido y prestigioso, ensombrecía desde el más crudo realismo: «A mí también me gustaría -querido Lendakari- que el conflicto evolucionase en la dirección que usted señala. Pero no lo veo fácil. El entusiasmo no es suficiente. No tenemos aviación. Y a ellos les apoyan los ejércitos del Fhürer y del Duce. No es probable un triunfo del bando republicano». Bengoa reproducía aquellas conversaciones con un pormenor tal, que acrecentaba en nosotros la percepción de que era el único puente vivo que nos unía con aquél trágico episodio histórico.
Una vez concluída la guerra, Bengoa se trasladó a Venezuela, donde empezó a ejercer la profesión médica en una provincia rural y pobre, llamada Sanare, cuya población, menesterosa y dispersa, acusaba graves problemas de nutrición. En ese contexto inicia un proceso de experimentación y especialización que le lleva, progresivamente, a ascender escalones en las estructuras institucionales relacionadas con la Nutrición, hasta acceder a la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra, donde asume las máximas responsabilidades méditas en este específico campo de actuación.
Cuando se constituyó el Gobierno vasco de la era reciente, Bengoa regresó a Euskadi, para trabajar, como asesor, al servicio del gabinete Garaikoetxea. Durante los últimos años vivía a caballo entre Venezuela y el País Vasco, las dos tierras a las que se sentía emotivamente vinculado.
José Mari Bengoa fue un gran hombre. Un vasco que hizo de la solidaridad el eje básico de su actuación personal y profesional. Siempre le recordaré con simpatía y gratitud.
Por preguntar. ¿ Es pariente de Rafael Bengoa, nuestro insigne consejero de Sanidad?.
Saludos.
Sí, Manuel, lo es. Lo aclara Anasagasti en su Blog.
Efectivamente, manuel, como bien señala Donatien, es su padre. Pero tengo para mí que no aplaudió cuando vio a su hijo participando en el Gobierno de la acumulación de fuerzas españolistas, concebido para arrancar al nacionalismo vasco del Gobierno. Cuando Anasagasti y yo le entrevistamos, allá por 2004, le preguntamos por su ideología: Nos respondió que era nacionalista vasco, sin más aditivos. Está escrito y publicado con su visto bueno. Viajó mucho, e hizo de la solidaridad un auténtico modo de vida. Pero parece que no se le curó el mal nacionalista.
No quiero parecer oportunista o sabihondo pero, poco después de mandar el comentario, cierta persona me enseño el blog de Anasagasti y ahí lo ponía. Podía haber escrito un comentario diciendo que había comprobado que era su padre pero se me olvidó hacerlo.
De todos modos gracias por aclararmelo a los dos.
Saludos.
Es decir, Josu, que el nacionalismo no se «cura» viajando. Eso pensaba también Franco, y por eso envió al exilio a cientos de nacionalistas vascos, catalanes y gallegos. Pero los que pudieron regresar, vinieron siendo tan nacionalistas como antes, o más.
Lástima de condón a tiempo!
Conocí a Bengoa cuando vivía en Venezuela. Me acuerdo de él en el Centro vasco de Caracas, a donde venía los domingos a departir con sus amigos. Leí el libro que Erkoreka publicó con Beloki y Anasagasti y es verdad que Bengoa se presenta a sí mismo como nacionalista. Le preguntan: ¿Tiene alguna filiación política? Y responde: «No. Simplemente, soy nacionalista». También dice que aunque estaba nacionalizado en Venezuela, era y se sentía vasco. Y que se sentía un vasco incompleto por no dominar el euskera.