Evidentemente, el pasado jueves no escuché el mensaje de fin de año del inquilino de Ajuria Enea. Como no estaba obligado a hacerlo -esta vez la reacción corría a cargo del presidente del EBB-, pues no lo hice. ¿Qué quieren que les diga? Así, a priori, el programa me parecía muy poco sugerente. Es más, no conozco a nadie que lo haya hecho. Y nadie debe extrañar que sea así. Díagase lo que se diga, son muy pocos los ciudadanos del común dispuestos a abrir un paréntesis en el tono alegre y agitado que habitualmente preside las más señaladas noches de navidad, para ponerse frente al televisor a prestar atención a un político erigido en busto parlante.
Esta regla general, sólo ha tenido una excepción en el último siglo. Una excepción singular y única. Según los cronistas oficiales de la vida política vasca -de los que jamás pensaría que fuesen capaces de falsear la realidad- el discurso de nochebuena del rey de España batió todos las marcas de audiencias en ETB2. Fue algo insólito. Un acontecimiento sin precedentes en la historia televisiva, que constituirá, sin duda, un hito en los anales de la propaganda política. Nunca antes se había visto que para escuchar los cuatro lugares comunes que habitualmente integran ese tipo de discursos, las gentes de Euskadi se movilizasen tan masiva y frenéticamente como lo han hecho los vascos para agradecer a ETB2 la inusitada gentileza de reproducir un discurso que ya estaba programado en, cuando menos, otras cinco cadenas de televisión. Debe ser uno de los efectos más chocantes del cambio. Los vascos gobernador por López se conducen como ningún otro colectivo humano se comporta en el mundo civilizado, expresando gustos, tendencias y aficiones nunca constatados en ninguna otra comunidad politica organizada.