Hace ya muchos años que la Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP) instituyó la práctica de conceder a los diputados, senadores y europarlamentarios en activo, unas menciones honoríficas orientadas a ponderar las «cualidades» y «defectos» de los elegidos, como políticos llamados a desarrollar su labor en el seno de una cámara parlamentaria que, como todos los foros públicos, tiene sus propias reglas y pautas de actuación. La concesión de los galardones se lleva a cabo, anualmente, en vísperas de navidad, en una gala que la APP organiza a tal objeto den el hotel Palace de Madrid. Algunos de estos premios son buenos, en el sentido de que toman en consideración cualidades que se tienen por positivas. A esta categoría pertenecen las distinciones que se otorgan al diputado más trabajador, al que mejor relación tiene con la prensa, al mejor orador, etcétera. Otros, como el premio azote de la prensa o el que se concede al diputado desconocido, no suelen ser, obviamente, de los más ambicionados. Y no lo suelen ser, porque se supone que reflejan valores negativos: O que el diputado no trabaja, o que no desarrolla su trabajo como es debido. Por eso, suele ser habitual que el elevado a la dignidad de diputado desconocido -en 2009 el galardón recayó sobre la diputada del PP Cayetana Alvarez de Toledo- no asista personalmente a la recepción del premio y envíe en su lugar a un compañero con el doble cometido de recoger el trofeo y decir unas palabras en defensa del diputado o la diputada laureados.
Todo es un juego de insinuaciones y evocaciones, con el que, periodistas y parlamentarios, que compartimos el mismo espacio durante muchas horas, a lo largo del año, evaluamos el ejercicio concluido con un tono humorístico y desenfadado que atenúa, hasta donde ello es posible, las aristas que a veces dificultan nuestra relación.
Leo en la prensa de hoy que la prensa de Bilbao ha hecho algo parecido con los concejales del Ayuntamiento. El colectivo sobre el que han de operar los periodistas para llevar a cabo la elección es numéricamente inferior al de diputados, senadores y europarlamentarios, pero se han mantenido los principales galardones que otorga la APP, lo que facilita la concesión de premios el primer año, pero dificultará, probablemente, el otorgamiento de los galardones en los años subsiguientes sin incurrir en la repetición. El alcalde, Iñaki Azkuna, ha sido reconocido como el «mejor orador», pero ha sido reconvenido, también, como «azote de la prensa». El contraste, en este punto, lo marca Ibon Areso, cuyas relaciones con la prensa han sido vivamente ponderadas por los periodistas. José Luis Sabas es el político «más activo», algo que el ciudadano de pie lo puede comprobar sin dificultad, porque se le encuentra en todas partes. Asier Abaunza es el concejal «revelación». Merecido, sin duda, porque es, en efecto «currante y agradable», aunque no deja de extrañar el hecho de que la concesión del premio destaque el hecho de que «habla euskera y castellano». ¿Tan excepcional resulta esto?. En fin, a Txema Olega le han nombrado «azote del Gobierno» -creo que le tocaba- y Carlos García, del PP, el «incordio del Gobierno».
Felicito a todos los premiados por el reconocimiento recibido. Y siguiendo la costumbre arraigada en Madrid, salgo en defensa de la instituida como concejala «desconocida», Marta Ajuria, y de la finalista, Ana de Castro. Es posible que sean desconocidas para el gran público. Pero son, sin duda, imprescindibles para que el equipo de gobierno pueda desarrollar la rigor y eficiencia labor que está llevando a cabo en la institución municipal. En los equipos eficaces, la estrella de la fama sólo acompaña a unos cuantos. Pero su estrella se apagaría si no contase con la discreta aportación de los que no están para figurar, sino sólo para tirar del carro. Así pues, la discreción que Marta y Ana imprimen habitualmente a su trabajo no es sinónimo de incompetencia y mucho menos de holgazanería o dejación. Cualquiera que haya tratado con ellas sabe que están, siempre, al pie del cañón, cumpliendo con su deber, no sólo con diligencia, sino con el plus que siempre añade al trabajo bien hecho, la vocación pública y la fe en unas ideas.
Un fuerte abrazo a las dos.
Si. josu, es lo que yo llamó la trastienda de la política y, por favor, a ver cuando actualizas los comentarios ya que uno que te he puesto se va a hacer viejo esperando.
Saludos.
Marta y Ana son gregarias de la política. Discretas, pero trabajadoras. Nunca figuran pero están ahí, donde se les necesita. Y sin ellas, las cosas no funcionarían o funcionarían mucho peor.