La semana pasada, un diputado estaba esperándome en el hemiciclo, para entregarme una hoja informativa, con formato y dimensión de diario, cuya portada exhibía la llamativa imagen que se exhibe en este post. “He supuesto que te interesaría”, me dijo, mientras desplegaba, sonriente, la página principal de la publicación y me mostraba el montaje gráfico que la ilustraba. “Efectivamente”, pensé al verlo. “Me interesa”. Era evidente que aquella portada no había sido diseñada para pasar desapercibida. Un mapa de las tres provincias vascongadas y de Cantabria, encuadraba geográficamente una ofensiva militar, en la que cuatro carros de combate, enarbolando otras tantas ikurriñas, avanzaban en disposición de ataque hacia Santander. Los territorios vascos estaban coloreados en un opaco e insulso tono sepia. El de Cantabria, por el contrario, con los vivos colores de la comunidad: rojo y blanco. La frontera quedaba, pues, perfectamente delimitada. Sin embargo, una pequeña mancha roja en la parte occidental de Bizkaia hacía notar, con toda claridad, la existencia del enclave de Villaverde: una pica montañesa en el Señorío.

El mensaje de la portada era claro: los vascos invaden Cantabria. O quizás mejor: atacan Cantabria. Nótese que lo que avanzaba inexorablemente hacia el territorio natal de Pérez Rubalcaba no era una expedición turística de vehículos descapotables, ni una marcha cicloturista, sino una división acorazada en disposición de combate. Y frente a la ofensiva, se imponía un desgarrador grito defensivo: ¡Defiéndete!
Un dato curioso de la composición hacía que cada carro de combate llevara inscrito un nombre en su parte frontal: “El Diario” rezaba uno de ellos. “El Norte”, reseñaba otro. El tercero decía: “La Rioja”. Y el cuarto, el más pequeño, anotaba: “El Correo”. Es el nombre -o creo que pretende ser- de cuatro cabeceras del grupo Vocento. Y el círculo se cerraba con una sugerencia final: «Compra ALERTA. El diario de Cantabria.com». Y la postrera reseña identitaria observaba: «Somos de aquí. Somos cántabros».






El pasado lunes, El Correo nos ofrecía una entrevista con el presidente del PP en el País Vasco. Basagoiti ofrecía una imagen más bien mustia. Muy distinta a la del líder exultante que exhibió en los meses previos al verano, cuando comparecía sonriente ante los medios de comunicación, para marcar el rumbo que había de seguir el Gobierno vasco, anticiparse a sus portavoces oficiales e incluso corregirles. Muy diferente, también, a la que lucía en primavera, cuando gozaba dirigiendo puyas irónicas al PNV, al que pedía, con sonrisa burlona, que recapacitase, pisase suelo, rescatase su proscrita alma pragmática y abandonase la actitud enfurruñada e irresponsable que -a su juicio- había adoptade tras ser desalojada del Ejecutivo de Vitoria.
No ha sido fácil, pero lo hemos conseguido. El PSOE pasa por el agujero. Acepta las tres precondiciones que hace semanas fijamos desde el PNV para empezar a negociar el Presupuesto para el año 2010.