En diciembre del año pasado publiqué un post en el que hacía una referencia tangencial a la importancia que los cambios estacionales y sus implicaciones climatológicas revestían en la vida cotidiana de nuestros antepasados (ver la entrada que lleva por título, «¿Por qué decidieron los bermeanos abandonar la actividad ballenera a mediados del siglo XVII?»). Lo hice con ocasión de un comentario sobre la actividad ballenera que, hasta bien entrado el siglo XVIII, los vascos desplegaban en nuestras costas durante los meses de invierno. Hoy quiero aprovechar el arranque de la primavera para aludir a otra tradición que las generaciones que nos precedieron relacionaban con el inicio del ciclo vegetativo y el propósito de obtener buenas cosechas: lo que se conocía como la bendición de los campos.

Caserío "Santa Cruz", construido en los albores del siglo XIX en la ladera este del monte Burgoa; cerca del lugar en el que se encontraba la ermita del mismo nombre en la que se celebraba la misa cantada que precedia al rituar de bendición de los campos