Alguien ha dicho, recientemente, que el proceso de consolidación fiscal que Europa ha diseñado para el Estado español España es matemáticamente posible, pero políticamente imposible. Y tengo para mí que la reflexión tiene mucho de cierta. Como el papel lo aguanta todo, nada cuesta hacer que las cuentas públicas correspondientes a 2012 cuadren -tal y como la UE tenía previsto hasta anteayer- con un déficit del 4,4% del PIB y las del 2013 con un 3%.
Pero trasladar ese esquema financiero a la realidad es, ya, otra cosa. Es algo que cuesta un poco más, porque exige aplicar ajustes y recortes de tal magnitud, que ningún político en sus cabales podría asumir.
Si de lo que se trata es de sacar pecho y hacer planteamientos formalmente ambiciosos, con independencia de que sean realistas o no lo sean, lo mejor que podemos hacer es cerrar los ojos, fijar para este año un objetivo de déficit del 0% y que salga el sol por Antequera. ¿Para qué conformarnos -si se me permite la ironía- con una senda escalonada, que contempla un 4,4% para este año y un 3% para el año que viene, si podemos saltar directamente al 0%?