Varios diputados y otros tantos visitantes cenábamos el pasado miércoles en un restaurante de la plaza Santana de Madrid, cuando un mensaje sonó simultáneamente en el teléfono móvil de algunos de nosotros: «El PP -decía el SMS– no apoyará el Real Decreto-Ley sobre las Políticas Activas de Empleo». Al comentar la noticia con los restantes miembros de la mesa, uno de los comensales -muy interesado en el devenir de la política pero absolutamente ajeno al cotidiano trajín parlamentario- formuló la siguiente reflexión: «Si los populares rechazan la reforma de las Políticas Activas de Empleo, están enfrentándose, también, de alguna manera, al Acuerdo económico y social firmado por el Gobierno con la CEOE y los sindicatos UGT y CCOO, ¿no? Al fin y al cabo, la reforma tiene su base en ese Acuerdo». El comentario no iba desencaminado, obviamente, pero adolecía de un defecto: arrancaba de un punto de partida equivocado. Nuestro compañero de mesa pensaba que «no apoyar» el Real Decreto-Ley -que es, exactamente, lo que decía el mensaje que los diputados habíamos recibido en nuestros celulares- equivalía a rechazarlo. Y eso, en el Congreso de los diputados, no es así. Y menos aún, trantándose del PP. En el lenguaje parlamentario de los populares, «no apoyar» significa abstenerse. Y de hecho, es una manera de decir «si», aparentando decir que «no».
Significa decir que «sí» porque, como ya he hecho notar en otras entradas, con la actual composición de la cámara baja, la abstención del PP es la única que garantiza la aprobación de las iniciativas del Gobierno, con independencia de lo que hagan el resto de los Grupos parlamentarios. Aunque todos los demás votásemos que «no», la abstención de los 153 diputados populares le pone en bandeja al Gobierno la posibilidad de sacar adelante sus iniciativas con el exclusivo apoyo de los 169 escaños que los socialistas tienen bajo su disciplina.
Y aparenta decir que «no» porque, al formularse la toma de posición enfatizando el aspecto negativo -«el PP No apoyará»- induce a pensar al observador no experimentado que, en realidad, las huestes parlamentarias de Rajoy pulsarán el botón rojo que es, como se sabe, el que activa el «no». Los populares llevan bastante tiempo perfilando con mucho tiento las expresiones con las que hacen públicas sus tomas de posición en relación con las iniciativas gubernamentales. Buscan, sobre todo, expresiones que les permitan aparecer ante el gran público como una oposición abierta y frontal al Gobierno, pero que, al mismo tiempo, no les impidan transmitir a los sectores más directamente afectados por las medidas en cuestión, la impresión de que actúan sinn responsabilidad y altura de miras. Abstenerse enfatizando el «no», les permite matar dos pájaros de un tiro: parecer oposición, sin serlo realmente. O, si se prefiere, oponerse nominalmente a las medidas del Gobierno, garantizando, de hecho, su aprobación. Y es preciso reconocer que su estrategia comunicativa resulta sumamente eficaz. Cada vez que un portavoz del PP afirma en un foro público que «no apoyará» una determinada medida del Gobierno, miles de ciudadanos son inducidos a error y se quedan con la copla de que votará que «no».
En el pleno del jueves, cuando debatíamos la convalidación del Real Decreto-Ley sobre el reforzamiento del sistema financiero, tuve ocasión de comprobar, una vez más, el fuerte potencial de inducción a error que encierran las calculadas expresiones del PP. Cuando el portavoz popular, Cristobal Montoro, subió a la tribuna, comenzó su intervención afirmando que su Grupo «no» iba a apoyar la norma sujeta a convalidación. No había transcurrido medio minuto, cuando recibí una llamada telefónica de una persona que estaba siguiendo el debate a través de internet y, al escuchar aquellas palabras, pensó -equivocadamente, claro está- que se acababa de anunciar un voto negativo. Su preocupado comentario -el que llamaba era un hombre vinculado al mundo financiero- me hizo sonreír. «Otra víctima de las cuidadas expresiones de los populares«, pensé. Y a renglón seguido pasé a explicarle que, «no apoyar», en boca del PP, no significa votar que «no» sino todo lo contrario: garantizar la aprobación de la norma, aunque disimulando el apoyo con estridentes aspavientos críticos.
Pero junto a los errores inducidos por la calculada y cuidadosamente moldeada retórica del PP, se encuentran las lecturas interesadas. La lectura interesada no procede de quien es presa de la confusión provocada por las ambiguas palabras de los populares o es incapaz de discernir la inmensa diferencia que media entre el anuncio de «no apoyar» y el hecho de votar «no». La lectura interesada corre a cargo de quien, conociendo perfectamente la distancia que existe entre una cosa y otra, opta, sin embargo, por mantener el equívoco, porque así conviene a sus intereses políticos o mediáticos. En su caso, no hay error; ni espontáneo ni inducido. Lo que hay es una clara voluntad de contribuir al mantenimiento y la difusión del error, porque el error le favorece.
Entre nosotros, hay dos tipos de lecturas interesadas. A la primera he aludido en más de una ocasión. Los entornos mediáticos del PP que desean ofrecer la imagen de una formación política en choque frontal y permanente con el Gobierno, nunca contribuyen a disipar la confusión. Antes al contrario, transmiten el «no apoyo» del PP como sinónimo de «rechazo». Y si alguna formación política vota a favor de las iniciativas gubernamentales, se limitan a destacar ese apoyo singular, ocultando el hecho de que la abstención del PP resultaba más válida y eficaz para sacarlas adelante, que el «sí» de cualquiera de los restantes Grupos parlamentario. Esta misma semana, hemos podido comprobar cómo algunos medios acentuaban en sus titulares el apoyo prestado por CiU a las iniciativas tramitadas en el Congreso en la sesión del jueves, ocultando el hecho de que la abstención del PP era más útil para su aprobación que el voto favorable de los nacionalistas catalanes.
Pero aquí, en Euskadi, existe también otro tipo lectura interesada de factura y proyección local. Una lectura que tiene mucho que ver con el doliente sufrimiento que un amplio listado de medios, cabeceras, pensadores, opinadores e «informadores» han padecido durante los últimos meses al comprobar, cariacontecidos, la marginación de la que era objeto Patxi López por parte de sus superiores de Ferraz con ocasión del pacto presupuestario suscrito entre el PSOE y el PNV. Para ellos, que han vivido esa etapa sumidos en la angustia -no hay más que ver cuantos de ellos han hecho notar, en tono lastimero, que el aspecto más negativo de la gestión desarrollada por López en los últimos dos años es el de su servil sumisión a los dictados de La Moncloa con motivo de la tramitación del Presupuesto General del Estado- no hay ocasión que no sea idónea para verter la especie de que ese periodo negro ya ha sido superado -¡afortunadamente, Dios sea loado!- y que la estrella de Ajuria Enea vuelve a brillar con luz propia, sin sombras ni contraluces. No veían el momento de poder anunciar a bombo y plautillo ese feliz acontecimiento. Y para ellos, es importante poder demostrar que, como ahora el Gobierno central cuenta, de nuevo, con el apoyo de CiU, la capacidad de influencia del PNV se ha visto notablemente menguada y, en consecuencia, los socialistas vascos pueden volver a levantar cabeza, con dignidad y orgullo. Saben, sobradamente, que el apoyo de CiU era irrelevante, una vez que el PP había decidido abstenerse. Y por lo demás, ya hice notar en otra ocasión que, contra lo que predica la opinión más extendida -aunque no por ello la mejor fundada en hechos y razones- CiU nunca ha abandonado la primera línea de apoyo al Gobierno. Ni tan siquiera en 2010 lo hizo (ver, al respecto, «Las cuentas parlamentarias de 2010 y las expectativas para 2011 (2)», publicado el 2.01.11). Decir, por tanto, que los nacionalistas catalanes vuelven al juego parlamentario en las Cortes, relegando al PNV a un segundo plano, significa desconocer soberanamente la trayectoria seguida en el Congreso por la federación catalanista durante los últimos dos años. Difundir esta tesis puede, sin duda, contribuir a relajar los ánimos de los socialistas vascos -tan cuidadosamente atendidos por la prensa, que parecen vivir ajenos al sangrante drama que sus compañeros sufren en España- pero es obvio que carece de la más mínima base real.
Pese a todo, los promotores de la lectura interesada, en su versión vasca, no están dispuestos a dejar pasar una sola oportunidad para reparar la dañada imagen de López tras la mancillación a la que fue sometido por la cúpula central de su partido. El discurso ambivalente del PP no es, para ellos, fuente de errores, porque distinguen perfectamente el grano de la paja. Pero la confusión les viene muy bien para su lectura interesada y no sólo no la desenmascaran, sino que la difunden a los cuatro vientos.
Muy agudo, Josu. Y bien documentado. Gracias por aportarnos perspectivas de reflexión que los grandes medios ocultan por intereses bastardos.
MERKEL: «-PARALIZACIÓN».
Izquierda abertzale sobre Garona de toda la vida: «-PARALIZACIÓN».
PNV: «-Esto…»
El problema, Josu, es que esa lectura interesada «a la vasca» que denuncias, es compartida por una gran parte de la prensa que se lee en Euskadi. Empezando por Psoetelebista.
Pues yo creo que no hay mal que por bien no venga…….
Creo recordar cómo Lehendakari Erkoreka denunciaba, unos cuantos posts atrás, que muchas iniciativas legislativas del parlamento aprobadas en mayoría (el PSOE intentaba hasta el último momento que no se aprobasen y después pulsaba el botón verde) eran almacenadas sin ánimo alguno de poner en práctica su contenido….
Por lo menos últimamente a todo lo que se aprueba les falta tiempo para empezar a aplicarlo……
Hay que ser optimistas en esta vida!!