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Archive for 26 de marzo de 2011

Esta semana he mantenido una conversación interesante con un ciudadano andaluz que el martes vino al Congreso a explicar a los Grupos parlamentarios de la cámara una iniciativa social en cuyo impulso está sumamente interesado. La conversación, que se prolongó, después de concluída la explicación oficial, en torno a un café, se extendió sobre cuestiones políticas y personales que nada tenían que con el motivo inicial del encuentro.

Me confesó, entre otras muchas cosas, que era un antiguo votante del PSOE. Si su testimonio era cierto -y no tengo razones para pensar que no lo fuera- mi interlocutor votó a esta formación política en numerosas ocasiones y en todo tipo de citas electorales: generales, autonómicas y municipales. Sin embargo, dejó de hacerlo cuando un día descubrió, con más horror que sorpresa, que el 100% del dinero público que le afectaba como ciudadano estaba siendo gestionado por los socialistas, es decir, por gentes de un mismo partido político. El alcalde de su pueblo era socialista. En la Diputación provincial, las riendas del gobierno estaban, también, en manos del PSOE. En la Junta de Andalucía, el partido de Pablo Iglesias parecía llamado a gobernar per saecula saeculorum y controlaba, en solitario, todos los resortes del poder autonómico. Y, por último, en el Gobierno central, el PSOE acumula – él solo- más años ocupando poltrona que todos los demás partidos juntos. Desde la aprobación de la Constitución, UCD+PP= 12 años/PSOE= 21 años.

«No es saludable -me dijo- confiar la gestión del 100% de los fondos públicos que te conciernen como ciudadano a un sólo partido. Y menos aún, que una situación tan monolítica, cerrada y falta de oxígeno se prolongue en el tiempo». Mi interlocutor andaluz era partidario de que en la administración de los asuntos públicos que le afectan, intervengan manos distintas, que reflejen percepciones y sensibilidades diferentes, a fin de que el contraste dialéctico entre lo que unos promueven y los otros impulsan, de lugar a un resultado global equilibrado y razonable. El acierto nace del contraste, no del monolitismo. El pluralismo político debe reflejarse también ahí. Sin cuñas, no entra el aire fresco. Y sin aire fresco, la atmósfera acaba enviciándose. Que todos los asuntos públicos que afectan a un ciudadano -todos y a todos los niveles- se encuentren en manos del mismo partido, facilita el adocenamiento típico de las situaciones de monopolio: la falta de transparencia, el relajamiento, la indolencia y, en definitiva, el deterioro de la calidad del servicio.

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