Aurten ere, Bermeoko udalak, mendez mende gorde duen ohitura zaharra bete du. Gaur, San Joan lepamoztuaren egunez, Gaztelugatxeko aitzara joan da, meza entzun du inguruan zegoen hainbat herritarrekin bat eginez, eta ermitako ondasunen inbentarioa egin du Bakioko alkate eta zinegotzien lekukoarekin. Ondoren, jakina, bazkari ofizialera eraman ditu Bakioko ordezkariak eta batzuek zein bestekak herriaren jaian bete-betean murgilduta amaitu dute eguna. Aspaldiko jaia da, Bermeon eta inguruan, San Joan lepamoztuarena. San Joan doloz eguna deitzen diote bakiotarrak. Eta urizarretako inguruan famatua den Eneperi izenak ere jai horretan omen dauka jatorria. Doniene feri izan omen zan hasieran; hau da, Doniene jaia.
El día de San Juan degollado siempre ha constituido un hito importante en el calendario festivo de Bermeo. Como el santo bautista al que se venera en la ermita de Gaztelugatxe ostentaba el título de patrón de la villa, el gobierno municipal acostumbraba a celebrar anualmente el día en el que se conmemora su degollación: el 29 de agosto. Los actos festivos tenían lugar en el paraje en el que se sitúa el santuario, al oeste del cabo Matxitxako, donde se celebraba misa, se afirmaba la jurisdicción de la villa sobre el recinto religioso, se hacía inventario de los bienes y efectos que albergaba la ermita y se concluía la jornada con una romería popular.
Esta práctica festiva data de muy antiguo. Ya a mediados del siglo XVII, en 1659, sabemos que el día de San Juan degollado tuvo lugar una “…rromeria (…) a San Juan de la Peña con los señores del gobierno y cleresía y vezinos…”. Los libros de cuentas posteriores recogen indefectiblemente los gastos que el Concejo realizaba ese día con ocasión de la jornada festiva, describiéndonos, más o menos sintéticamente, en qué consistía. Un asiento contable correspondiente a 1696 registra muy gráficamente que, ese año, la villa empleó 172 reales en el gasto que se hizo “…en san Juan de la peña el día de la degollación que es cuando esta dicha villa tiene de costumbre en ir en prozesión y para hazer sus actos de posesión donde concurrieron muchos vezinos y personas particulares de la dicha villa y otros cavalleros de fuera parte…”. Los elementos que componen la fiesta –el acto religioso, el de posesión jurisdiccional y el componente festivo- aparecen claramente reflejados en este pasaje, siendo ratificados por las cuentas de 1705, cuando indican que “…se hizo la prozesión como es de uso y costumbre con los señores del cavildo eclesiástico y sus merzedes y otros vezinos…”.
Interesa reseñar que, junto al componente religioso y festivo, el día de San Juan degollado figuraba, también, un acto de jurisdicción, cuyo significado estaba recogido en el cap 42 de las ordenanzas de 1754. Según este precepto, las autoridades del municipio tenían que cursar todos los años “…una visita general a los términos y jurisdicción, Ysla de Izaro y San Juan de la Peña, reconociendo si los mojones se hallan permanentes, movidos ó arrancados para en este caso reponerlos con citación de los confines”. El traslado físico del alcalde y los regidores de Bermeo a la península de Gaztelugatxe tenía por objeto dejar constancia pública y fehaciente, de que tanto el peñón como la ermita que se erige sobre él, se sitúan en los términos municipales de la villa y forman parte de sus dominios. Recogiendo este significado de la jornada, las cuentas de 1700 califican explícitamente la procesión del día de San Juan degollado como un “…acto de jurisdicción…”.
La fiesta de San Juan degollado se ha venido celebrando durante cientos de años con arreglo a un ritual bastante fijo que se ha mantenido, sin apenas alteraciones, a lo largo de este dilatado período de tiempo. No han faltado, sin embargo, pequeños percances que han alterado la monotonía de una práctica inveterada que se ha venido repitiendo año tras año sin solución de continuidad
Un acta de 1729 especifica, por ejemplo, que la villa “…tiene de uso y costumbre de yr todos los años la Justicia y Regimiento al santuario de San Juan de la Peña en jurisdicción de esta noble villa y en ella hacen su auto de jurisdicción entrando en la sachristia de ella…”. Pero ese año, cuando el gobierno local requirió al mayordomo de la iglesia para que cumplimentase el trámite acostumbrado, “…como tenia obligación de presentar a dicha Justicia y Regimiento el libro de ynbentario de dicha parroquia y haviendo sido requerido (…) dijo no se hallaba en su poder y que trujeron a esta dicha villa dicho Libro de ynbentario y no hallándose noticias los dichos señores Justicia y Regimiento donde paraba el dicho libro le mandaron al dicho mayordomo pareciese dentro de ocho días ante el Señor alcalde para justificar donde se hallaba el dicho Libro…”.
Tres años más adelante, en 1732, volvieron a alterarse las pautas del ritual establecido por la costumbre con un pequeño litigio entre las autoridades locales y el responsable eclesiástico de la villa. Ese año, al pretender hacer “..el inventario de los ornamentos y demás alajas que hubiere en dicha Yglesia de San Juan de la Peña”, el cura beneficiado de la Iglesia don Juan Nicolás de Uriarte y Arana, no dio “lugar para que se hiciese dicho imbentario, [y] havia dejado el que se recogiese la limosna de las animas por el postulante puesto por los maiordomos de las animas de esta dicha villa…”. El gobierno municipal le exigió que lo hiciese, pero se negó en redondo. Ante lo cual, el Concejo acordó plantear recurso ante el provisor del obispado . Pero la cosa no llegó a mayores porque al año siguiente ambas partes acordaron que la villa haría inventario todos los años que quisiera de las alhajas depositadas en la iglesia de San Juan con asistencia de un beneficiado de ella, que el capellán del ayuntamiento podía celebrar misa cantada el día de la degollación y que la villa continuaría contribuyendo con la limosna anual de 24 reales, la mitad para la fábrica y la otra mitad para el cabildo.
Tras la ceremonia eclesiástica y civil, se daba inicio a una romería, que tenía lugar en la campa de Urizarreta. La creciente afluencia de vecinos a la verbena, fue haciendo que el espacio habilitado al efecto fuese quedando pequeño para el desahogo del pueblo. Un acuerdo municipal de 7 de septiembre de 1829, hacía notar ya “…la incapacidad del sitio o paraje donde se celebran las romerías en la campa orbizarreta de San Pelayo y jurisdicción privativa de esta villa los días 29 y siguientes de agosto…”. Una vez concluida la romería, el pueblo regresaba al casco urbano, cantando y bailando. En el recinto de la villa tenía lugar una nueva romería en la plaza bajo los sones del txistu y el tambor. Un percance que tuvo lugar en la villa en 1822 nos permite aproximarnos al modo en el que se acostumbraba a poner fin a esta jornada festiva. El día 29 de agosto de ese año ¾que se situaba de lleno en el trienio liberal¾ la villa fue tomada por una partida de facciosos antiliberales que pertenecía a la sección de Bérriz. Según refiere una descripción de la época, los facciosos habían irrumpido violentamente en casa del secretario de la villa con intención de “…arrentarle según significaban y lo hubieran verificado a no haberse huido antes al tejado, receloso de que eran tales Armados…”.
Después de aprovisionarse y cometer numerosos desmanes, los sediciosos se encontraron con las partidas de jóvenes romeros que regresaban al casco urbano tras haber pasado el día en San Juan de Gaztelugatxe. La descripción de lo acaecido habla por sí sola:
“…A pesar de ser día de función con motivo de los romeros que venían de regreso de San Juan de la Peña, no quiso permitir el primer Alcalde por justas consideraciones función alguna y no obstante que le significó la facción mandase tocar el tamboril y tambor según costumbre, hubo de resistir una y dos veces, mas habiendo vuelto a significar por tercera tubo por muy expuesto y aventurado no acceder a la instancia y accedió.
En seguida hicieron varios bailes a usanza del país sin el menor desorden y concluida la función partieron dada la oración hacia Mundaca…”
A ver si un día tengo ocasión y me paso por Bermeo. No he estado nunca.
Supongo que si te acercas, tendrás, como mínimo, la deferencia de hacermelo saber. Si no estoy en Madrid y la agenda me lo permite, puedes contarme como guía. Tomaremos un txakolí y te llevaré a los lugares que aparecen en las fotografías. Y hablaremos, si quieres, de patriotas, patrioteros, nacionalistas y no-nacionalistas. O, sencillamente, del paisaje, si así lo prefieres.
Aunque veo que te ha costado 20 días decidirte, te agradezco la invitación y te tomo la palabra encantado, Josu. De hecho, ha surgido un asunto que me obligará a visitar Bilbao dentro de no mucho tiempo. Ojalá tenga tiempo en esa ocasión para acercarme a Bermeo, en cuyo caso, no dudes que te lo haré saber.
¿Qué pasa, Erkoreka? ¿Te caen simpáticos los españolazos tipo Ramón, o qué? Ten cuidado con las compañías altamente infecciosas, que te acaban contagiando el virus hispánico, que es el más agresivo de los males patriótico-intolerantes.
Bueno, a ver si consigo atemperar los ánimos. Ramón, no me tomes a mal. Cuando autoricé la publicación de tu primer comentario no retuve -o quizás no reparé- en la propuesta que me formulabas. Y días después, repasando las entradas, me dí cuenta del imperdonable fallo cometido y te lancé la invitación. No hace falta que vengas a Bermeo. También podemos quedar en Bilbao.
Jeltzale, lo siento, pero me paso la semana en Madrid y trato todos los días con muchos españoles. Los hay como en todas partes, buenos y malos. Excelentes e intratables. Y tengo interés por conocer a Ramón. Tranquilo por el peligro de contagio. Soy un poco mayor ya, para que viva atenazado por el temor a esos virus de los que hablas.
Haya paz
Como te decía, Josu: el 18 de octubre voy a Bilbao y tengo la tarde libre para acercarme a Bermeo. Sería un honor y un placer conocerte personalmente, pero no te sientas obligado, por favor. Puedes contestarme a la dirección de email.
Saludos