En la conocida obra de Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, uno de los personajes más inquietantes del relato, llamado Bruno, aprovecha un encuentro fortuito con Borges para deslizar una escueta reflexión en torno a la identidad nacional argentina:
«Nosotros, por ejemplo, somos argentinos hasta cuando renegamos del país, como a menudo hace Borges. Sobre todo cuando se reniega con verdadera rabia, como Unamuno hace con España; como esos ateos violentos que ponen bombas en una iglesia, una manera de creer en Dios. Los verdaderos ateos son los indiferentes, los cínicos. Y lo que podríamos llamar el ateísmo de la patria son los cosmopolitas, esos individuos que viven aquí como podrían vivir en París o en Londres. Viven en un país como en un hotel. Pero seamos justos: Borges no es de estos, pienso que a él le duele el país de alguna manera…»
Entre los numerosos ciudadanos vascos y españoles que se identifican políticamente como no-nacionalistas, apenas puede encontrarse alguno que responda al perfil de lo que Bruno definía como ateo de la patria. A la inmensa mayoría de ellos no les da lo mismo vivir en España que en Groenlandia, Mali o Teherán, ni puede decirse que sean indiferentes al cálido estímulo afectivo que despliega la nación española. Casi ninguno abandonaría su terruño así por las buenas, y muchos de ellos, hasta se declaran, a poco que se les pregunte, orgullosos de ser españoles; un sentimiento -el del orgullo nacional- más propio de los nacionalistas exaltados que de quienes se sienten extraños a toda nación.
Cuando se definen como no-nacionalistas, lo hacen, tan sólo, por referencia al nacionalismo catalán, gallego o vasco y, en la mayoría de los casos, con el propósito, explícito o latente, de reaccionar contra el mismo, desde la acera patriótica de enfrente. No porque sean ajenos o refractarios a las emociones nacionales o porque consideren, de verdad, que la nación es, siempre y en todo lugar, algo funesto. Si se hacen llamar no-nacionalistas, no es tanto por su insensibilidad al hecho nacional o su militancia antinacionalista, contraria a toda afirmación colectiva del ser humano, sino porque, en el fondo, les duele España y están convencidos de que los proyectos nacionales catalán, gallego y vasco, restan brillo y esplendor a la única Nación en la que creen y por cuya promoción pujan. De hecho, lo más frecuente es que las vehementes ínfulas universalistas con las que argumentan contra los localismos de aldea, se desinflen tan pronto como acceden a las fronteras de España y que su aparente asepsia patriótica ceda gustosamente ante el primer acicate patriótico-emocional promovido desde las faldas de la madre patria única e indivisible.
Durante el pasado mes de julio hemos vivido un intenso período de calenturas patrióticas. No-nacionalistas que habitualmente se nos presentan como desapasionados, apáticos e indiferentes para con las expresiones colectivas de signo nacional, han participado y disfrutado, con un entusiasmo digno de mejor causa, de emociones grupales vividas con singular estridencia y apasionamiento. Así es, con alguna rara excepción, el no-nacionalismo español. Displicente y hasta desdeñoso con las afirmaciones nacionales ajenas, pero ardiente, fanático y hasta exaltado con las propias. Las naciones ajenas son tribus. O quizás mejor, manadas. La suya es un dechado de modernidad, nobleza y civilidad.
Primero fue el Fútbol. La magnífica actuación deportiva del equipo formado por Vicente Del Bosque -¿se acuerdan cuando le destituyeron del Real Madrid con el peregrino argumento de que no ofrecía el aspecto estético adecuado para un equipo de ambiciones estelares?-, se vio transformada, por obra y gracia del sedicente no-nacionalismo, en una gesta patriótica de primer orden, que confirmaba, uno por uno, los postulados políticos más extremos de los nacionalistas españoles más exaltados.
En una entrevista que el diario El Mundo publicó el 22 de junio de 2009, Iker Casillas, portero del Real Madrid y capitán de la Selección española de fútbol, ofrecía un titular muy elocuente: «Los políticos son tontos, nosotros hacemos que la gente lleve la bandera de España con orgullo». Su mensaje era claro. Déjennos hacer, venía a decir Casillas. Es mucho más fácil avanzar en la consolidación política y social de la nación española a través del fútbol, que mediante el debate parlamentario o la actuación de las instituciones públicas. La Selección española de fútbol -el deporte Rey en el Estado español- se presenta así, como un eficaz instrumento para amalgamar la conciencia nacional y colar imperceptiblemente el españolismo político hasta en los espacios más refractarios a esa idea. La periodista Curri Valenzuela lo expresaba claramente en un artículo publicado en el ABC el mismo día en el que se celebró la final de la Copa del Mundo, bajo el gráfico título de «Soy español, español, español»:
«Nos da igual que Puyol sea catalán; Villa, asturiano; Iniesta, de Albacete, y Casillas, de Móstoles. Son los nuestros. Y la que esta noche juega para ganar el campeonato mundial de fútbol, España. Esos chicos, que ya saben a estas alturas que tienen a todo el país en vilo y rendido a sus pies, jamás comprenderán que con su maestría dominando el balón han hecho mucho más por la unidad de este país que el Tribunal Constitucional dictando sentencia sobre el Estatuto de Cataluña y que las tesis de juristas y periodistas críticos con los excesos de los políticos nacionalistas».
Durante esos días, la metáfora futbolística se utilizó por doquier para que los no-nacionalistas –los muy singulares no-nacionalistas españoles- hicieran públicas entusiásticas proclamas de fe patriótica, que nos remitían al imaginario habitual del nacionalismo español más rancio: unidad, emoción, orgullo, ambición, etcétera. En una eficaz interacción, políticos y periodistas –no-nacionalistas, por supuesto- se esmeraron en proyectar lo ocurrido en los campos de fútbol al terreno de la política, en general, y al de la política nacional, en particular. Aquello no era fútbol, sino España. No era un deporte, sino la patria común e indivisible de todos los españoles. Carlos Herrera descubrió en las movilizaciones de los aficionados, «hambre de nación» (ABC, 9.07.10); e Isabel San Sebastián, un «hambre de patria» (El Mundo, 8.07.10) que describía en términos tan propios de un no-nacionalista como los siguientes:
«Esta España escarnecida por el Gobierno, disimulada por la oposición, agredida por el nacionalismo empeñado en desmembrarla, desamparada por el Tribunal Constitucional, ha encontrado finalmente quien escriba su nombre el letras doradas: unos futbolistas que los ciudadanos contemplamos como símbolo gozoso con el que identificar nuestra esencia. Como una bandera capaz de unirnos a todos en pos de un proyecto común y compartido. Como un potente factor cohesionador de la conciencia nacional que habita en lo más profundo de nosotros, aunque muchos se avergüencen todavía de reconocerlo […] sea cual sea el resultado de la contienda, ya hemos ganado. La rojigualda ha ondeado en millones de balcones para disfrute de los viandantes. Cataluña, el País Vasco o Galicia han seguido con el alma en vilo los progresos de la Selección, exactamente igual que el resto del país, dando la espalda a los presuntos representantes secesionistas. La juventud en bloque ha vibrado con los colores patrios. Si hubiera una fuerza capaz de sintonizar con este sentimiento y llevarlo al terreno de la política […] ¡Qué grandes podríamos llegar a ser!»
En El País, Basterra insistía en que «es fútbol, pero no es solo fútbol». A su juicio, los triunfos de la selección -«un país entusiasmado, desacomplejado con su bandera, se echó a la calle la noche del jueves para celebrar a España»- habían conseguido nada menos que, «…en una gran escapada de la realidad, (España) haya ascendido al imprensable G-2 de un efímero orden internacional» («España en el G-2», El País, 10.07.10) y el ex ministro de Defensa, Eduardo Serra, habitualmente tan comedido, se servía del triunfo deportivo para ponderar las virtudes y potencialidades de una nación -la española, claro- que se veía en el espejo como la fragua de vulcano:
«España -afirmaba Serra- no es solo una joya del pasado, es sobre todo una herramienta para el presente y para el futuro, es una fragua en la que se siguen forjando espíritus, caracteres, como los de nuestros jóvenes deportistas […] España no es un objeto débil y delicado, es una fuerza de la Naturaleza que produce Picassos y toreros, Ramones y Cajales y santos, Amancios Ortegas y Casillas e Iniestas, ya sea el troquel Cataluña, Galicia, Andalucía o el País Vasco. Por esa España plurarl y unificadora merece la pena que todos nos esforcemos»
Hasta los mismísimos Zapatero y Rajoy hicieron sus pinitos patriótico-periodísticos, en el empeño de trasladar a la política las euforias nacionalistas nacidas del fútbol. En una esperpéntica muestra de patetismo, sus colaboradores llegaron a compararles públicamente con Del Bosque, homologando sus virtudes y cualidades a las del exitoso seleccionador salmantino.
Si estas cosas -y muchas otras de parecido tenor que sería imposible reproducir aquí- se hubiesen dicho y escrito en relación con alguna gesta deportiva de -pongamos- la Selección catalana de fútbol, es seguro que hubiesen arreciado las críticas habituales de los no-nacionalistas, calificándolas de delirios patrióticos, aquelarres independentistas, obsesiones identitarias, exaltaciones tribales y lindezas por el estilo. Pero dichas y escritas, como están, por no-nacionalistas, nada puede reprochárseles. El no-nacionalista, en España, goza, por el mero hecho de intitularse de esa manera, de una impunidad total para insuflar a cualquier acontecimiento cotidiano la más exaltada de las presiones patrióticas.
Con las cosas así, resulta fácil de comprender por qué los no-nacionalistas españoles nunca permitirán que las selecciones catalanas -o gallegas o vascas- de cualquier modalidad deportiva puedan participar en competiciones internacionales de carácter oficial. Las razones jurídicas que habitualmente se aducen, son lo de menos. Hay ejemplos que demuestran que no es imposible la existencia normalizada de selecciones deportivas de países, territorios o naciones no constituídos en Estado. Los verdaderos motivos que justifican la negativa son de carácter estrictamente político. Político-patriótico, para ser más exactos. Un no-nacionalista español nunca renunciaría a un instrumento tan útil para amalgamar la conciencia nacional española como está siendo -o puede llegar a ser- la Selección española de fútbol.
Después del fútbol vino el Estatut, al que ya he dedicado varios comentarios en este blog. La insistencia con la que la sentencia del Tribunal Constitucional reitera, recalca, repite, reincide o remacha, en sus fundamentos interpretativos, la idea de la nación -perdón, quería escribir Nación, con mayúsculas- única, indisoluble e indivisible, depositaria en exclusiva de la soberanía y fundamento y fin de toda la arquitectura constitucional -un periodista de La Vanguardia, José María Brunet, escribía con sorna que la lectura de estos pasajes le recordaba al bolero de Ravel que repite hasta la saciedad un mismo motivo, pero con intensidad creciente- ha despertado las pasiones más viscerales de algunos patriotas, que se han regocijado en el monopolio español de lo nacional, con una satisfacción casi orgiástica. Todo ello, claro está, en nombre del no-nacionalismo. Del singular no-nacionalismo español, que no refuta, por principio, a todas las naciones, sino a las que ponen en cuestión la suya, que es la única verdadera.
Y en fin, hemos concluido el mes con la polémica sobre fiesta de los toros. Con esa fiesta que los no-nacionalistas españoles -tan singulares ellos- han bautizado como fiesta nacional. La fiesta nacional de una nación que no tiene nacionalistas.
Uno de los alegatos más sólidos que he leído en contra de la lidia, está firmado por Jesús Mosterín; un catedrático de Filosofía de la Ciencia, que actualmente ejerce como profesor de investigación del Instituto de Filosofía del CSIC. Me parecen particularmente claros sus artículos La España negra y la tauromaquia, y El principio del fin, publicados en el diario El País, los 11 de marzo y 29 de julio de este año). Se compartan o no sus razonamientos, creo que recoge con bastante fidelidad el argumento básico sobre el que apoyan sus reivindicaciones los grupos antitaurinos. Jesús Mosterín es bilbaino. Nacido en Bilbao, quiero decir, aunque es bien sabido que los bilbainos nacen donde les da la gana. Mosterín es vasco, como decía, pero no es, ni de lejos, nacionalista vasco. Y, sin embargo, se manifiesta abiertamente favorable a la abolición de un espectáculo -el de la lidia- que los no-nacionalistas españoles consideran la quintaesencia simbólica de su nación -perdón, siempre se me olvida: Nación. Por el contrario, entre los nacionalistas vascos hay muchos aficionados a la tauromaquia. Siempre los ha habido. Sin salir de lo no conocido, podemos citar el caso del dirigente de la Izquierda Abertzale, Jon Idigoras que, como dejó escrito en su libro de memorias, El hijo de Juanita Gerrikabeitia, fundó del Club taurino de Amorebieta, ejerció como empresario del ramo, organizando corridas y vistió en más de una ocasión el traje de luces, bajo el alias de Morenito del Alto.
Todo ello pone de manifiesto que el gusto o el disgusto por la tauromaquia, no es una cuestión de nacionalismos o de preferencias nacionales, sino algo bastante más sencillo. Un mero asunto de opción ante el dilema, ideológicamente transversal, que nos emplaza a elegir entre los dictados de la tradición y los requerimientos derivados del respeto a los animales. En el País Vasco, el toreo goza de un innegable arraigo histórico. Con la fórmula actual o con otras, semejantes a aquella o más respetuosas con el animal, lo cierto el regocijo público organizado en torno a la lidia, está documentado desde hace siglos en toda la geografía de Euskadi. No hablo tan sólo de la meseta o de las tierras de secano. Ya sabemos que en Navarra, el toro es consustancial a la fiesta. En Bermeo, sin ir más lejos, las ordenanzas de la cofradía de pescadores, que fueron confirmadas en el siglo XVI, establecen las condiciones en las que el gremio podía correr toros y novillos para festejar el día de San Pedro. Y los libros de cuentas del Ayuntamiento registran las cantidades que, con ocasión de las fiestas locales, se pagaban anualmente al propietario del ganado, a la cuadrilla de toreros que se ocupaban de la lidia -que normalmente procedían de la zona rural de Bizkaia, como Amoroto o Aulestia- y a los anzueleros de la villa, en pago por las garrochas que fabricaban para dar enjundia la corrida. En Pasaia, también en la costa, se recuerdan aún los versos que se compusieron relatando el gracioso episodio de un toro que se echó a la mar, después de cometer un sin fin de estropicios en tierra: Pasaiako herritik/dator notizia/zezen bat izan dela/jenioz bizia/kontatutzera noa/bistan ikusia/alegratzeko triste/ dagoen guztia…
El problema radica en que el imaginario patriótico español ha politizado esta tradición, erigiendo la fiesta en un símbolo nacional. No es la lidia, se nos dice nuevamente, es España. No es una atracción cualquiera; es, se nos repite, la fiesta nacional. No es un animal del montón; es, se nos insiste, el emblema patrio.
Y es así como, la decisión que el Parlament de Catalunya ha adoptado para prohibir la fiesta de toros en el territorio de la comunidad -una decisión democrática, basada en razones extraídas de la cultura animalista- se ha trocado en una intolerable afrenta nacional. De la noche a la mañana, hemos vuelto a ver a los sedicentes no-nacionalistas, defendiendo airadamente sus símbolos nacionales del agravio ultrajante de los localismos sectarios y excluyentes. Se hacen llamar no-nacionalistas, pero no parecen capaces de interpretar el debate antitaurino en los términos en los que se produce en todas partes. Sólo están dispuestos a ver, tras la polémica, la siniestra mano de los nacionalismos periféricos, siempre, y por definición, cerrados, oscuros y parciales. La santa indignación nacional, ha reaccionado ante el atropello a través de una multitud de artículos en prensa, que han considerado lo aprobado en Cataluña como una expresión «del afán diferencial que, por encima del separatismo, ilumina el nacionalismo»; «una vara de castigo soberanista en el morro de un toro simbólico llamado España»; «una estrategia del catalanismo disolvente con otras identidades»; «un intento de desespañolización simbólica que intenta prevalecer sobre el libre albedría personal»; una pretensión de «romper los lazos de Catalunya con España»; «un tauricidio como el que no logró Hitler con los judíos»; «una mirada torcida dirigida a eliminar una Fiesta con la cual creen que derriban algo español» y hasta -esta última es de Mayor Oreja- «una venganza por el éxito de las selecciones nacionales, una manera de vengarse del Tribunal Constitucional».
Se invoca la libertad individual, como motivo para criticar la prohibición. Se argumenta que «tras los toros, lo próximo será el flamenco, la paella o la tortilla de patatas: todo lo que suene a español». Pero es curioso que lo hagan quienes más énfasis han puestos en prohibir consultas populares o la participación de las selecciones deportivas catalanas, gallegas o vascas en las competiciones deportivas internacionales. Y para salvar la prohibición, se nos anuncia una iniciativa que el PP defenderá en el Congreso de los Diputados, con el fin de garantizar «el derecho de los ciudadanos a acceder a la fiesta de los toros y el deber de los poderes públicos de garantizar este derecho en condiciones de libertad e igualdad en todo el territorio nacional». ¡Qué fuerte! ¡Equiparar la tauromaquia con derechos fundamentales como el de reunión, manifestación o la libertad de expresión! Cualquier pretexto es válido para erosionar el Estado autonómico y recuperar competencias para el Estado. Ya lo sugirió Rajoy cuando, al hilo de la polémica, hizo constar que «no es normal que unos prohíban la caza o las carreras de motos y otros no». Lo que le preocupaba no era si la actividad en cuestión había de seguir siendo legal o no, sino el hecho de que fuese legal en unas partes e ilegal en otras. Nuevamente, la unidad de España y su uniformidad interior como ultima ratio de las actitudes políticas.
Ciertamente, el de julio ha sido un mes henchido de calenturas patrióticas. De esas calenturas que los no-nacionalistas españoles exhiben cuando entran en juego su nación. Perdón, nuevamente. Quería escribir Nación, que es como lo pone la Constitución.
“Entre los numerosos ciudadanos vascos y españoles que se identifican políticamente como no-nacionalistas, apenas puede encontrarse alguno que responda al perfil de lo que Bruno definía como ateo de la patria”
Bueno, pues aquí tiene usted a uno. Para servirle. Y estoy seguro de que hay más. Lo que ocurre es que el alboroto del “yo soy español, español, español…” no deja oir sus voces.
Además, hay una tercera categoría, quizá la más numerosa, que usted no menciona. Por seguir con la analogía del ateísmo, podríamos llamarlos “creyentes de pacotilla”. Ni rezan ni piensan nunca en cuestiones religiosas y sólo pisan una iglesia como preámbulo de un banquete. Si les preguntas, dicen que son creyentes pero, en realidad, son ateos que no saben que lo son porque no se han parado a pensar en ello.
¿No cree usted que hay muchos nacionalistas españoles de pacotilla? Españoles y vascos que aplauden a La Roja y se alegran de sus triunfos, a los que les gustan los toros, que se quejan de que “los catalanes nos quieran prohibir hablar en español” y deploran “la violencia del nacionalismo vasco” pero que, si todos esos temas desaparecieran de los medios, no los echarían de menos. Gente cuyo auténtico interés está en su familia, su trabajo y algún ratito de diversión. Gente que, si España “se rompiera” tardarían tres días en acostumbrarse a la nueva situación y seguirían con sus vidas ¿No son todos ellos ateos de la patria que no han salido del armario?
No sé cuántos ateos de la patria ocultos habrá en España, pero yo creo que son muchos. A lo mejor eran suficientes como para conseguir que una Coalición Republicana Federalista, todavía por crear, ganase unas elecciones. Lástima que los partidos “nacionalistas periféricos” estén tan ocupados cada uno con su propia guerra.
Para mí es una fascistada. Que Esperanza Agirre y el ABC y la carcundia quieran apropiarse de las corridas de toros y encima se les apoye de este modo, prohibiéndolas, es la madre de todas las torpezas de los últimos tiempos. Es un ejercicio de cretinismo monumental.
(Hombre, Josu, apoyarse en el prestigioso intelectual Iker Casillas me parece un poco abusivo… Es un buen chico, pero por favor, no le pidamos más. Cuánto crees que tardará en dejarle Sara? 17 meses, calculo).
Pero volvamos a la tauromaquia cruenta de las corridas de toros. Por qué hemos de cerrar filas con quienes se quieren apropiar de ese tipo de eventos como suyo? Pero qué gran badulaquería!
Para mí son mucho más perversos quienes quieren prohibirlas -y que lo están consiguiendo, según veo- que quienes con la misma caspa andan diciendo que es un símbolo nacional, en este caso espanol. Porque al fin y al cabo ambas -Esperanza Aguire y Pilar Rahola-, ambos -el ABC y ERC-, coinciden en ese punto de partida para su acción política y sus derivaciones legisladoras que afectan a todos, no solo a ellos y sus intereses partidarios. Y una cosa es un meeting político, pero otra muy distinta es la ley.
Las corridas de toros, en Bilbao, son un evento en el que se interpreta el Gora ta Gora, sólo se ven guirnaldas y banderas nacionales vascas -la combinación rojigualda está proscrita de la plaza de toros-, no se molesta a los vecinos con estridencias, no hay enfrentamientos navajeros como en los partidos de foot-ball, y no se produce suciedad, como en otros. No afecta a nadie que no quiera acudir a ese recinto cerrado y privativo.
Las corridas de toros, en Bilbao o en Baiona o en Nimes, son corridas de toros, una forma de matar reses como otra cualquiera, no una exaltación patriótica hispana. A no ser que se les quiera también dar ese terreno a los nacionalistas espanoles, como se les entregó la plaza Moyua a principios del mes de julio, como se les entregó la estatua erigida a José Antonio Agirre Lekube como mono de feria rojigualda.
En Catalalunya han tomado una medida agresora contra las minorías, y por tanto antisocial y antidemocrática. La autoridad que lo ha hecho está legitimada por la CE 1978, pero no es lícito.
Un toro está para morir y ser comido, y quienes han tenido esa iniciativa desde la sociedad civil, una asociación que organiza manifestaciones por abstenerse de comer carne, y los políticos que la han hecho suya del PSC, CiU y demás, son culpables de este atropello.
«ESTA BIEN PODRíA SER LA MALDICIóN DE LA ESPECIE HUMANA- RESPONDIó MOGOR-. NO QUE SEAMOS TAN DISTINTOS UNOS DE OTROS, SINO QUE SEAMOS TAN PARECIDOS»
SALMAN RUSHDIE EN «LA ENCANTADORA DE FLORENCIA»
Sr Erkoreka, veo que ahora dispone de tiempo para exortarnos a creer en sus verdades, a aleccionarnos con sus enseñanzas «jetzales» y a convencernos con su propaganda.
Su largo alegato repasa varios temas que ya se han repetido a lo largo del blog: no-nacionalismo, fútbol y toros todo para concluir que los españoles somos todos unos nacionalistas exaltados, como Curri Valenzuela.
La figura que vd parece esperar del no-nacionalista, es la de una persona «contraria a toda afirmación colectiva del ser humano» con «vehementes ínfulas universalistas» y «desapasionados, apáticos e indiferentes para con las expresiones colectivas de signo nacional», «displicente y hasta desdeñoso con las afirmaciones nacionales ajenas, pero ardiente, fanático y hasta exaltado con las propias».
Y sigue con el fútbol: Este no-nacionlista español, vio la final de Sudáfrica con un matrimonio amigo, inglés y musulmán, en casa, y se alegró, junto con ellos del triunfo de la selección española ( Casillas y el Barça), pero ni salí a tirar cohetes ni a pasear bandera alguna y ya puede imaginarse que el alcohol tampoco estuvo presente para brindis.
Que uno se alegre del triunfo de los cercanos, cuando además lo hacen mejor que los karatekas holandeses, no debería extrañar a nadie. Que se destroce la Cibeles o la plaza Moyua ( que parece que no fue el caso), si que es de recriminar.
Todo se andará, Sr Erkoreka y algún día su ansiada selección de fútbol vasca, de esgrima y levantamiento de piedras, se enfrentará a la del Bierzo, al Cantón de Cartagena , a las Batuecas, o a Kosovo por poner un ejemplo.
Del Estatut paso esta vez, ya le he dado mi opinión el pasado día 7 de julio.
Y quedan los toros: «Se hacen llamar no-nacionalistas, pero no parecen capaces de interpretar el debate antitaurino en los términos en los que se produce en todas partes. Sólo están dispuestos a ver, tras la polémica, la siniestra mano de los nacionalismos periféricos, siempre, y por definición, cerrados, oscuros y parciales».
Sr Erkoreka, partiendo de que estoy en contra de TODOS los maltratos a los animales y que TODOS deberían abandonarse, hay que partir de la iniciativa ciudadana en Cataluña que pretendía acabar con los espectáculos taurinos, pero que como ya le dije el pasado 25 de marzo, los nacionalistas catalanes no se atrevieron con los «correbous», ni con los «bous al carrer», ni con el toro embolado. Eso podría haber traído pérdida de votos. ¿Estamos seguros de quienes han alentado el lado político de la cuestión taurina? ¿No será otra vez una cuestión de nacionalismos enfrentados?. Pero claro, para vd es sólo culpa del nacionalismo español. Los diputados catalanes en el Parlament eran todos unas almas bienintencionadas respetuosas con los animales que se torean en la Monumental de Barcelona, que afortunadamente son cada vez más escasos, pero no tanto con el resto de toros.
Le deseo unas descansadas vacaciones y una mayor intervención en su blog, pero no sea tan monotematico por favor.
FUERA CACHARRERÍAS DE BILBAO !!!
Fuera Ryann Air de Bilbao !!! Kanpora !!!
La companía-cacharrería Ryanair anda intrigando para instalar su cacharrería en Bilbao. Ayer convocó una especie de acto de presentación en un hotel de Bilbo, pero fue suspendido a última hora sin dar explicaciones. KANPORA !!!
Espero que Jon Gangoiti (EAJ-PNV), al frente de Bilbao Air, haga su trabajo y proteja al Bilbao Aireportua de esa basura. Menuda gente! Concovan a un evento y no aparecen ni dan explicaciones! Qué no harán luego con sus servicio de aviones!!! Estos te acaban pidiendo que lleves orinal en el avión, pues el lugar de la letrina estará ocupado por otros 3 o 4 asientos.
GANGOITI, ENTZUN !!!:
Te voté en 1987 a Strasbourg. Haz tu trabajo ahora e impide esa cacharrería en Loiu!
Y que me dices de los anuncios de Cruzcampo….. «Somos un pais» apelando a los sentimientos, cuando deberian de haber dicho, «somos una nacion» que es la vertiente emocional que querian subrayar….
…patetico……. El nacionalismo español ha inventado el nacionalismo sin pronunciar la palabra «nacion», que ya es dificil y ridiculo….. Tanto criticar al nacionalismo vasco o catalan por nacionalismo, que ahora tienen dificultades de mantener coherencia con sus pasiones nacionales (Pasiones de pais…. jajajajjaj)
Aupa Josu,
antes de nada me gustaría felicitarte por esta reflexión de la que nos has hecho partícipes. Somos muchos los que desconfiamos desde hace tiempo de los autodenominados no-nacionalistas. Seres disfrazados de personas templadas, coherentes y defensoras de la verdad. Cuánta hipocresía reflejan, cuántas contradicciones muestran en sus discursos, hasta cuándo van a seguir luchando –sin éxito- por ocultar ese fanatismo nacionalista del que acusan a otros? Es que no son capaces de ver su imagen reflejada en el espejo de la política? Acaso son ellos y ellas los primero engañados? Es tal el grado de fanatismo y odio –o tal vez sea simplemente miedo- al diferente? Cómo es posible que defiendan los movimientos y logros independentistas en otras regiones Europeas y sin embargo atenten tan irresponsablemente contra uno del principales derechos del ser humano, como es el derecho a expresarse libremente? Dónde queda el espíritu democrático que tan a gala muestran como suyo cuando se abre un proceso de consulta en el que un pueblo –una Nación- pueda manifestar su opinión sobre su voluntad o no de trabajar por y para la independencia desde unas premisas enteramente democráticas y desde el más absoluto de los respetos a la voluntad de la mayoría? A qué viene ese miedo exacerbado a que el pueblo vasco manifieste su voluntad en una consulta que en modo alguno iba a ser vinculante? Qué entienden por la participación ciudadana? Acaso no se están desarrollando otras tantas iniciativas similares para conocer la opinión de la gente en distintos temas? –presupuestos, utilidades de zonas abandonadas o en desuso, elección de proyectos para nuevas zonas de esparcimiento,..- qué diferencia a estas iniciativas que promueven ellos mismos de la que se intentó llevar a cabo en el Euskadi?. Este es un nuevo ejemplo de la hipocresía, de las contradicciones a las que me refería al principio de este escrito, escrito que, llegados a este punto y una vez releído, he de reconocer que dista mucho de aportar nada útil. Lo lamento Josu, espero que lo aceptes como lo que es, una especie de purga, una forma de terapia frente al totalitarismo, la incomprensión y el abuso de los no-nacionalistas españoles que, como bien has afirmado en tu artículo, se consideran muy superiores a los nacionalistas –vascos, catalanes y gallegos- de quienes opinan somos tribus o manadas bárbaras carentes de civismo alguno.
Pido perdón a aquellas personas que lean mi escrito esperando encontrar algo de coherencia, de innovación en él. A mí me ha servido para descargar un poco la frustración que llevaba dentro y con eso me doy por satisfecho, es una manera económica de hacer terapia.
Agur bero bat,
Jose
Por cierto, Iker Casillas es firmante del «manifiesto por la lengua» de savater y rossy de hispania, mas conocido por manifiesto «háblame en cristiano»
Lo veis? En Andalucía también quieren prohibir los panolis las corridas de toros.
Es lo que yo decía por activa y pasiva en el Blog de Anasagasti. Los panolis, ahora como «verdes de Andalucía», que no tienen nada verde por lo que preocuparse mejor que la tauromaquia, como si el cultivo agropecuario equilibrado del medio campestre -anotomasia de la sostenibilidad verde- que supone la existencia de la actividad del toro de lidia en la campina andaluza tuviea algo contra lo verde, también se suman a la iniciativa panoli catalana.
CRETINOS = ANTITAURINOS = ESPANOLES INCULTOS ACOMPLEJADOS = NACIONALISTAS/REGINALISTAS CATALANES = «VERDES» ANDALUCES
Dicen los «verdes» de Andalucía, con razón probable, que sin los 38 Millones de Euros de fiananciación pública, no sobreviría ese tipo de eventos en Andalucía. Y les creo.
O sea, que, como sugería yo ayer, las corridas de toros irán perdiendo territorio en la cretinizada Espana, mientras que en Euskadi, donde es rentable, y en Francia, continuarán.
Quiero ver si los panolis -una raza internacional- de Euskadi van a sentirse tan entusiasmado con lo de Andalucía, si va avanzando el tema de la persecución de las corridas de toros como con el tema de CAT. Quiero ver a nuestro vegetariano-higienistas tipo Aralar, Hare-Cristnas y demás hippies apoyando eso también, basándose en la «identidad nacional».
JUA, JUA, JUAAAA !!!
Panolis, se van a cargar el tema de los toros, que es una cosa preciosa, con su degenerada decadente estupidez.
Hola corruptillo:
“…una impunidad total para insuflar a cualquier acontecimiento cotidiano la más exaltada de las presiones patrióticas”.
¿quiere decir tu irónico cinismo que no es salvaguarda extrema de los sacrosantos valores institucionales, sino mero ‘conchabeo’ de amiguetes?. ¿será verdad que la parte más necia inició el arrastre de la yunta y uncidos por rentabilidad futura quedasteis obligados a empujar?. ¿es más importante para el partido mantener esa tradicional cobardía útil en vez de usar ojos y cabeza para observaros a vosotros mismos?.
Kaixo Josu,
Pese a la pereza propia de las vacaciones estivales, he repasado hoy tu blog. Primero felicitarte por encontrar una cita tan fantástica como la de Ernesto Sábato (lo añadiré a mi lista de “cosas por leer” y cuando el tiempo lo permita le echaré un vistazo). Sin duda, Argentina ha dado muchísimo a la cultura española y lo que se le reconocía hace escasos 30 años, hoy parece olvidado (esto me suena a tango).
Por otro lado comentarte que aun siendo yo buen abertzale (utilicemos la traducción del euskera y no la definición de la RAE, por favor) me considero un gran aficionado a los toros, cosa que me viene de familia, de mi padre y a este del suyo (desconozco si esto nos viene de generaciones anteriores). Aun así respeto muchísimo lo ocurrido en Catalunya y no me causa ningún desazón ni miedo. Digo esto porque si analizamos el número de corridas del año 2009 en la Autonomía Catalana veremos que son menos de 20 y todas en la Monumental de Barcelona. Por poner un ejemplo en Extremadura (con un millón de habitantes) tenemos más de 140 festejos en múltiples plazas fijas o portátiles, por no hablar de Andalucía, Madrid o incluso la Comunidad Autónoma Vasca. Por el contrario tanto Canarias como Baleares (de lo de Baleares estoy casi seguro pero no lo puedo afirmar con total certeza) desde hace años no ha habido ningún festejo taurino.
La pregunta que me hice es muy sencilla, si una población en su gran mayoría está en contra (o a favor) de algo, ¿puede regularlo? Yo creo que si. Por tanto, si la población Catalana está a favor, quien somos el resto para negarles su soberanía (cachis en la mar… ya salió tan maldita palabra aunque claramente define lo que estoy intentando expresar).
Desde la playa Cántabra, agur eta bero bat
Carlos
Josu,
berriz ere erabat ados esaten duzun guztiaz.
Eutsi!
Eta besarkada bat
leyendo y viendo no solo este blog sino todo lo referente ( en asusntos públicos) de lo que se quiere identificar por «lo vasco» ( y eso que sigo el tema, debeser por masoquismo), en el fondo, o en la superficie, todo es siempre lo mismo, puro aburrimiento, puro dar vueltas en la misma peonza, un artazgo de cuidado, un adoctrinamiento, un coñazo…vamos. Y es el «dale, que dale, que dale… y dale»… y ya digo el aburrido debo ser tambien yo, y masoquista seguro, porque aguantar este rollo día si y día tambien, en personas que uno cree supuestamente formadas, que no hablan de otra cosa, o siempre hablan de lo mismo (batallitas del afetado o el abuelito), sin otras miras, otras distancias, siempre condicionados por prejuicios ( cuando no folclóricos, son de distancia muy corta) y afectados por los mismos, creo que hace que esas personas teóricamente formadas, sean plastas. No digo que no sepan discernir ni hablar sobre otros menesteres diferentes a los que SIEMPRE tratan ( ¡serian insufribles en su casa!): pero es indudable que el duro ( o haitual, que es peor) trabajo mental de sus condicionamientos localistas, las hace prejuiciosos y pesados, porque te machacan la caspa y cuando pueden otras cosas peores. Otras veces ese juego en «distancias cortas», les hace absolutamente pedantes y, lo peor, ignorantes (en el más amplio sentido de la palabra). Nos pasa quizás a todos/as: pero alguno/a está ahi para ser «padre de la Patria» (vasca o española: que ud. chupa de los presupuestos generales de España) por la gracia de los votos populares, y se debería esperar, de uds. un poco más de distancia media y no tan corta, esto es, un poco más de visión cosmogónica compleja de donde viven, como viven, como vivimos, quienes somos y a donde vamos todos/as. Pero ni por esas.
“La Gran Fiesta Nacional”, puede llamarse fiesta a la barbarie (al estilo del coliseo en otros tiempos), al asesinato publico de un animal?… en fin, la mal llamada «fiesta nacional» esta muriendo poco a poco desde hace años. Hace muchísimos años que las corridas de toros están prohibidas en las Islas Canarias y no tienen ni una plaza de toros, la que había en Tenerife se utiliza para otros fines, será por eso que los toreros van a Latinoamérica a llevarse sus ganancias?
Nieves Carolina Pérez,
Prefieres la LOVE PARADE, antónimo de una corrida de toros?
Allí todo es amor, nada de crueldad. Y es una «fiesta internacional», en lugar de «fiesta nacional».
Claro que si no te gusta a lo mejor prefieres ir a un partido de foot-ball, por ejemplo a Viena con el Athletic contra el Autria Wien, o a Madrid con la Real, como Aitor Zabaleta (goian bego).
Un toro bien alimentado y ejercitado se mata, no se asesina, y luego se trocea y se come. Al menos en mi cultura, que desde luego no tiene nada que ver con la que los talibanes como tú quieren instalar.
Hola.
Me gustaría recordar que la ‘Biblioteca Ernesto Sábato’, a la que doné un libro firmado por Imre Kértesz (y por tanto al Estado espanol, a su Gobierno), que forma parte del «Instituto Cervantes» de Budapest, está cerrada los sábados por la manana desde que el nuevo director llegó, hace dos annos.
Para qué sirve una biblioeca si está cerrada los sábados por la manana?
«Bueno, pues aquí tiene usted a uno. Para servirle. Y estoy seguro de que hay más. Lo que ocurre es que el alboroto del “yo soy español, español, español…” no deja oir sus voces.»
Ánimo Ramón, ya somos dos (si salieran los de los armarios sería terrible para la inmensa mayoría de nuestros políticos).
La democracia autonómica se empaña ligeramente cuando mayoritariamente el personal considera a la clase política como el principal problema social, y sin embargo irremediablemente termina siempre siendo vulnerable a las ocurrentes y caprichosas consignas de nuestros magnos representantes de aquí o allá.
¿La sensibilidad diferencial especifica de los catalanes les hace ser más receptivos al sufrimiento del toro de lidia que al resto de los españolitos y por tanto consideraban la abolición taurina una prioridad inaplazable?
Tururú.
Saludos cordiales.
Déjese de retóricas huecas y diga la verdad. Estamos hartos de tanta estética y palabrería. Esto es lo que pasa:
-Aquí los únicos nacionalistas son ustedes «los provincianos»
-A la mayoría de la gente le importa una higa Sabino Arana, las banderas al viento y el derecho de autodeterminación.
-A la gente sólo con ser español, vasco o sevillano le es suficiente. No necesitan «gurus», «santones» ni «profetas locos».
-Sí quieren guerra, sangre y odio vayanse a Afganistán, Irak o Sudán. Abandonen España y el País Vasco.
-Sólo queremos vivir en Paz ,que haya trabajo para todos y que se defiendan nuestros derechos.
-Repetimos: Los únicos nacionalistas son ustedes a los demás sólo con ser español,vasco o toledano nos es suficiente. Agur.
Ni soy aficionado a los toros ni creo que sean la esencia de la identidad o de la cultura española. Pero es que en general tampoco creo en ningún determinismo cultural y sí que creo en la pluralidad de culturas. Los toros evidentemente forman parte de un universo conceptual, sentimental y cultural español como lo forman miles de cosas más. Como en el caso vasco también forma parte de nuestro acervo la lidia de los toros como nuestra milenaria lengua. Pero ni una cosa ni la otra son la quintaesencia de lo vasco. Si así fuese habría, realmente, muy pocos vascos.
He leído que ciertos historiadores defienden que la tauromaquia (corridas de toros moderna) nació en el País Vasco y que a llegado hasta nosotros una tradición que se remontaba a la segunda edad del hierro.
-Alguien sabe algo de ésto qué pueda aclarármelo.
-¿Por qué los nacionalistas con «Barandiaran» a la cabeza escriben tantas tonterías y chorradas tipo «Adas y duendes del monte» y «brujas en dólmenes» y no nos aclaran nada sobre la antiquísimo lengua vasca o sobre el posible y discutido origen vasco de la tauromaquia?
-Por supuesto no digo que las corridas de toros se hayan originado en el País Vasco o que el sokamuturra sea la génesis de nada ,sólo digo que esto es una hipótesis …
Ya está el tipico españolazo imponiéndonos ser «vasco y español», que con eso es suficiente. Pues no, es excesivo y aburrido.
Vayase a Toledo a Sevilla o a Irak o quedese en Euskalerria si quiere, pero no nos españolee con su identidad (suya y de los suyos, no mia), pedazo plasta.
Donatien Martinez-Labegerie:
Tus comentario no conduce a nada, vacios y torpes, me imagino que hace alarde a quien los escribe, en fin.
Dominique, yo me siento vasco. Solo vasco. Pero por culpa de los que se sienten españoles como tú, mi pasaporte dice que soy español. Mi nacionalidad es la española, porque me la habéis impuesto. Yo quiero que el pasaporte diga lo que siento: que soy vasco. Pero dice que soy español. ¿Soy nacionalista por ello?
Lo que en realidad quieres decir -reconócelo- es que si te sientes español no puedes ser nacionalista. Pero si te sientes vasco, sí. Eres nacionalista.
Ramón, la masa humana que usted menciona como ateos de la patria de pacotilla, lo que en realidad son es ateos de la política. No hay que confundir al no-nacionalista con el no-interesado-en-politica o, si prefiere, no-político. El no-nacionalista está muy interesado en política. Tiene opinión y posición en casi todo. Es monárquico o republicano. Es demócrata o partidario de los regímenes autoritarios. Es de izquierdas, de derechas o de centro. Y además, tiene o siente como suya una nación, que es el marco territorial, afectivo, jurídico y político en el que vuelca preferentemente su interés por la política. El no-político no tiene interés alguno por la política, más que cuando ésta afecta directamente a algún interés inmediato suyo. Le da igual monarquía que república. Ni es de derechas ni es de izquierdas. Si prefiere la democracia al autoritarismo, es sólo porque le da más libertad, pero sólo por eso. Ese sí puede ser un ateo de la patria, porque en realidad es ateo de todo lo que tenga que ver con la política. Pero si he entendido bien, la entrada de Erkoreka se refiere a los no-nacionalistas (perdón, a los que dicen que son no-nacionalistas), no a los no-políticos. No hay que confundir.
Usted mismo Ramón, si realmente piensa lo que escribe, podrá ser no-nacionalista (o quizás dirá que lo es sin serlo) pero en ningún caso se puede decir que es un no-político, porque su interés por la política es palpable.
Personalmente, el post me ha parecido muy interesante y clarificador. Y su comentario, el más sagaz de todos los que se han escrito, aunque, como puede comprobar, discrepe de él.
Discrepamos un poco, pero no demasiado, amigo No-nacionalista. Efectivamente yo me considero no-nacionalista, aunque no me identifico con todas las caracterísiticas que usted nos adjudica. Por ejemplo, no siento como mía una sola nación, sino dos. Y me estoy iniciando en una tercera. Sentir como mía una sola nación y declararme no-nacionalista sería una contradicción.
Por lo que se refiere a la mayoría de la población, no tengo inconveniente en considerarla no-política, en lugar de no-nacionalista. Lo que yo quería resaltar es que, en contra de la opinión del Sr. Erkoreka, la mayoría de la población española será lo que sea, pero no es nacionalista.
Yo creo que es un error intentar adjudicarles ese adjetivo, el de «nacionalistas» españoles. El nacionalismo es emancipador por definición. Lo de los españoles es chovinismo, imperialismo o patrioterismo, no nacionalismo. Un saludo, señor Erkoreka.
Dejando aparte la discusión sobre las corridas de toros y refiriéndome al gran efecto que, como acto de afirmación nacional-patriótico, ha supuesto la victoria en el Campeonato de Mundo de Sudáfrica de la selección de «España», lo que para mí pone de manifiesto es el profundo complejo de inferioridad colectivo que se esconde debajo de esa marca identitaria («España»). Una marca, una simbología, que sólo explota cuando se gana, por excepcional, pero que no aparece en todas las circunstancias.
Una celebración que sólo puede ser expresado de una forma patriotera y que desde «fuera» la vemos como una gran explosión colectiva que consigue movilizar mucha gente, sobre todo joven, bajo una estética y una símbología que habitualmente únicamente se pone de manifiesto por parte de grupos y sectores «conservadores» e incluso claramente fascistas. Toda esa estética nos ha recordado a las manifestaciones convocadas por la Conferencia Episcopal o por partidos de ultraderecha. Seguramente porque tiene que ser así y porque “identidad española” sólo puede ser esa, no hay ninguna otra. ¡No hay alternativa!
No he visto ninguna bandera republicana (no porque la combinación de colores te pueda gustar más o menos), sino porque no hay ninguna otra simbologia identitaria «española» distinta de la que la que surge de la restauración monárquica que prolonga el Régimen de Franco, y que además son la misma (con «legitimación constitucional, pero la misma). Y esta es, a mi modo de ver, la gran beneficiada de esta victoria futbolística, Además, en esta situación de crisis económica y cocial profunda.
Si lo que se ha hecho hasta ahora nos ha conducido hasta aquí (a ser Campeones del Mundo, -las mayúsculas son imprescindibles-), este país puede sacar pecho y además necesitaba en estas circunstancias abandonarse al triunfo. A falta de “pan”, bueno es el “circo”. Y es esta relegitimación, de la simbología identitaria resultante de la restauración monárquica impuesta por el franquismo, la que sale vencedora del mundial. Es esta forma de “España” la que obtiene los réditos de este triunfo, sobre todo para la gente más joven cuya familia no es de derecha española, que no habiéndolo “mamado” en casa necesita expresar ese júbilo enarbolando, como símbolo de pertenencia a los vencedores (del mundial), una tela con colores que representaban hasta ahora, para ellos, lo que representaban, o nada, y que a partir de aquí parecería que la perciben como propia y como única. Pero que no canten victoria, que muchos pasamos por colegíos religiosos y, a pesar de todo, seguimos practicando “el nefasto vicio de… pensar”.
El debate entre nacionalistas y NO-nacionalistas tiene más amplitud, aunque este que consideramos es un aspecto del mismo. Así mismo, la discusión sobre las corridas de toros y, fundamentalmente, sobre el derecho a regular la prohibición (en general, no sólo de toros). Porque sólo puede prohibir el que manda, si alguien se le adelanta y prohibe le está mermando la soberanía o, al menos, el derecho a imponer.
Amigo Balbino García Urbieta, ¿no cree vd que la euforia desatada por los éxitos de «la roja», no es equiparable a la de los lejanos tiempos en que el Bilbao ganaba la Copa del Generalísimo?. Recuerde cómo el Sr Erkoreka nos refería que el NODO usaba estas tomas para las supuestas recepciones a Franco en Bilbao. ¿Tenían los vascos entonces complejo de inferioridad?, ¿simbología fascista?
Es que nos parecemos tanto….
Los partidarios de la bandera republicana no parecen ser muy aficionados de sacarla a pasear por cosas tan nimias como un triunfo deportivo. Eso queda para descerebrados que sacan la rojigualda, la senyera o la ikurriña en cualquier partido de la liga.
La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña ha supuesto una desautorización en toda regla de la política lingüística llevada a cabo por los gobiernos de Cataluña. Sin embargo, parece que las autoridades no tienen ninguna voluntad de cambiarla y, por ello, ahora más que nunca, es necesario recordarles que tienen obligación de cumplir las sentencias, y que si las desobedecen legitiman a los ciudadanos para practicar la insumisión a sus políticas.
Para advertir a los actuales Gobiernos y a los venideros que “LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL DEBE CUMPLIRSE” nos concentraremos en Barcelona ante la Secretaría de Política Lingüística el próximo miércoles, 8 de septiembre, a las 7 de la tarde, en la confluencia de la Rambla Santa Mónica con el Pasaje de la Banca.
¡Te esperamos!