Ayer sucedió en el Congreso algo muy curioso. Por la mañana, se debatía una moción del PP en la que se planteaban medidas para reforzar la seguridad de la flota pesquera de pabellón español que trabaja en el Indico. Tras la liberación del Alakrana, la iniciativa había perdido la rabiosa actualidad que le acompañaba en el momento en el que fue registrada, pero mentiría quien afirmase que el asunto ha perdido todo su interés informativo. Nada más lejos de la realidad. Las andanzas de los piratas somalíes por los mares del Cuerno de Africa, sigue constituyendo un asunto candente, que despierta interés en periodistas y ciudadanos.

En la bendición del Txori Gorri, a finales de 2008, junto al capitán del atunero -a mi izquierda- y unos amigos.
A primera hora, las versiones digitales de algunos diarios daban cuenta de que el atunero bermeano Txori Gorri, que desarrolla su actividad extractiva en aquellos mares, había sido atacado por un esquife pirata, logrando repeler la agresión merced a las fuerzas de seguridad que llevaba a bordo. Durante su intervención, José Ramón Beloki se hizo eco del hecho con el fin de hacer notar que, contra lo que pudiera parecer, el fin del secuestro del Alakrana no había acabado con el problema de la seguridad naval del Indico. Beloki no disponía más información que la que le había llegado a través de los periódicos de la red. Pero al decirlo desde la tribuna, las agencias de prensa registraron el dato y lo difundieron a los cuatro vientos a través de los teletipos.
Media hora después nos llamó el armador para aclarar la situación. Lo publicado en la prensa no se ajustaba del todo a la realidad. El Txori Gorri había detectado la presencia del esquife a seis millas de distancia, pero no se había producido ataque ni enfrentamiento alguno. Al descubrir la proximidad de la embarcación pirata, el atunero se había dado inmediatamente a la fuga, poniendo proa, a toda máquina, en dirección opuesta. Y aunque fue perseguido durante media hora -a lo largo de ocho millas, aproximadamente-, logró huir sin dificultad alguna.
Hasta ahí nada hay de especial.
Pero al poco tiempo, hacía entrada en el Congreso la ministra de Defensa. Y obviamente, fue preguntada sobre el particular por los periodistas acreditados en la cámara, que para eso están. Y ante la posibilidad de apuntarse gratuitamente un tanto inesperado, Chacón no falló. Confirmó que, efectivamente, se había producido un ataque pirata, pero que «la seguridad privada que llevaban a bordo ha ejecutado la disuasión necesaria». A lo que se sintió en la necesidad de precisar que, en la actualidad, todos los buques «están faenando con seguridad privada».
Es digna de elogio la agilidad con la que reacciona la ministra cuando se le presenta la posibilidad de aprovechar los medios para encumbrar su imagen y su tarea como ministra. Su información era falsa. El atunero no había sido atacado. Y, por tanto, no fue necesario que la seguridad privada que el Txorri Gorri lleva a bordo reaccionase ante el ataque. Pero a la ministra se le presentó de forma imprevista la posibilidad de ponerse una medalla y lo hizo con destreza. Ssin reparos ni ambages. Con celeridad y acierto. Poco importaba que con su declaración padeciese gravemente la veracidad del mensaje que emitía. Poco importaba que, al hablar, hiciese un flaco favor a la transparencia y la credibilidad de los responsables políticos. Su máxima es clara: que la verdad no te impida un buen titular.
Y así nos fue durante el secuestro del Alakrana.
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