
El arco iris que se insinuó junto a al isla de Izaro poco después de que concluyese la concentración pasada por agua
Esta mañana, varios centenares de personas nos hemos congregado en el puerto viejo de Bermeo, para expresar nuestro aliento y apoyo a los familiares y allegados de los tripulantes del Alakrana que se encuentran secuestrados en un rincón inhóspito de la costa de Somalia, y para repetir el grito que hace unos días lanzamos a los cuatro vientos exigiendo su liberación: Askatasuna gure arrantzaleentzat.
El tiempo era desapacible. Se hacían patentes los primeros embates climatológicos del invierno. No paraba de llover y desde la mar soplaba un viento norte que, en ocasiones, adquiría traza huracanada. En Bermeo se respiraba un ambiente triste y plúmbeo. Todo el pueblo está viviendo con desazón el drama del Alakrana. Quien no conoce personalmente al armador o a los marineros cautivos, tiene parientes, vecinos o amigos embarcados en otros atuneros que trabajan en el Índico. Hombres que, mientras el Gobierno español no reaccione, podrían ser secuestrados en cualquier momento, pasando a engrosar la negra lista de las víctimas de la piratería somalí.
Desde las 11,30 de la mañana, políticos, responsables institucionales y ciudadanos de todo tipo y condición, ibamos concentrándonos junto a la Ola de Néstor Basterrechea, con gesto apesadumbrado, pero ademán firme. A la hora fijada para dar inicio al acto, llegaron los familiares de los secuestrados, desplegaron la pancarta en la que se recogía el lema de la concentración y ocuparon el lugar preeminente que les correspondía entre la multitud.
En silencio, sin más ruido que el estruendo que la lluvia provocaba al chocar contra el muelle, dio comienzo una concentración que, al poco tiempo de arrancar, se vio acompañada por la sirena de la cofradía. Esa sirena cuyos quejumbrosos sones han jalonado la infancia y la juventud de todos los bermeanos que superamos los cuarenta años. Antes sonaba para anunciar la venta del pescado llegado a puerto. Hoy, sólo se deja oir con ocasión de acontecimientos públicos particularmente reseñables. El de hoy era, sin duda, uno de ellos. Bermeo, Bizkaia, Euskadi entera se congregaba para hacer saber al mundo que, pese la indiferencia de unos, la incompetencia de otros y la mentira constante de los de más allá, no está dispuesta a cejar en su reivindicación: Askatasuna gure arrantzaleentzat.
Tras la sirena, repicaron las campanas de la iglesia. Lo hicieron durante varios minutos, como antiguamente acostumbraban a hacerlo cuando arreciaba el temporal y peligraba la vida de los pescadores en alta mar. Cuando el campanero puso fin a su trabajo, se hizo el silencio. No fue un silencio vacío, sino pleno de contenido dramático. Justo en ese momento, cayó una inmensa tromba de agua que los congregados resistimos sin mover una ceja, con firme el propósito de dejar sentado que no estamos dispuestos arrugarnos al primer contratiempo. El secuestro suma ya 36 días. El demasiado. Insoportable. Los familias gritan desgarradas: Basta ya. Y los congregados esta mañana, respaldamos su exigencia, convirtiendo su grito en un clamor.
Como si fuera una broma celeste, poco después de que la concentración tocara a su fin, la lluvia cesaba casi totalmente y un tenue rayo de sol asomaba a través de una estrecha ventana abierta en el cielo plomizo. Junto a la isla de Izaro, se insinuaron los colores del arco iris. Ironía por ironía, alguien comentó que el chaparrón que hubimos de soportar unos minutos antes, parecía provocado por un conjuro de la ministra de Defensa, que la víspera hubo de pensar: «Queréis manifestaros? ¡Pues vaís a tener manifiestación! ¡La manifestación que merecéis!». Y a continuación pronunció las palabras mágicas que provocaron aquel diluvio.
Por la tarde me han comentado que, según los informativos de EITB, el acto ha sido poco menos que una concentración del Gobierno pepedependiente de López. Increíble. Ese debe ser el pluralimo informativo que los nuevos rectores del medio dicen haber implantado en él.
He comido en un txoko, compartiendo mesa con un hombre que está a punto de partir hacia las Seychelles para embarcar en un atunero que trabaja en el Índico. Como se puede suponer, su estado de ánimo no es el mejor imaginable. En el local social -como en muchos otros de los que pueblan las calles y rincones de Bermeo- se exhiben fotografías y maquetas de buques atuneros de distintas épocas. Enntre ellas, he encontrado esta imagen que es una de las más antiguas de cuantas reflejan, gráficamente, la odisea trazada por los bermeanos tras la búsqueda de túnidos en aguas tropicales. Se trata de una fotografía obtenida en 1963 en algún puerto del Atlántico cercano al ecuador. En ella figuran, posando sobre el puente, los tripulantes del barco de bajura Alexander Fleming, que arribó a aquellas aguas tras una penosa travesía de casi quince días navegando por el Atlántico hacia el sur. Su patrón era Porfidio Garai. El maquinista y socio, Antón Bengoetxea. Parte de los jóvenes tripulantes fueron reclutados entre los jóvenes más aguerridos de los caseríos de Bermeo.
Qué poco podían imaginarse aquellos primeros robinsones que, 45 años después, sus hijos y parientes fueran a verse en una situación como la que sufren los tripulantes de Alakrana.
Me imagino que siendo marineros ya habremos visto un pirata anteriormente aunque no este registrado. Si o no? Tenemos muchas lunas en esta tierra, pero informacion poca.
Kaixo Josu,
Es un buen mensaje el arco iris y la respuesta del pueblo, al final el arco es como una puerta que comunica. Esperemos que vaya bien el tema y los piratas somalies entiendan tambien nuestro problema.
En aquella época una tía mía se casó con un arrantzale de Bermeo.
Bueno, la piratería es un delito, así que no debiéramos asociarla a una nacionalidad, como se puede pensar al leer «víctimas de la piratería somalí» en el artículo. Es un poco como cuando hablan de «terrorisme basque» para referirse a la violencia política de uno de los elementos del conflicto político mantenido en el País Vasco los políticos franceses (los mismos que dicen que el terrorismo es un problema «interno espanol»), u ocasionalmente los medios espanoles (los mismos que jamás dicen «terrorismo espanol», pese a que juran y perjuran que lo vasco, las cosas vascas y los vascos son espanoles); no nos gusta porque no es justo.
Cuidado, porque si ponemos nacionalidad a esa actividad económica ilegal, delictiva, entonces se está admitiendo subconscientemente que se trata de una actividad corsaria, y no pirata, esto es, legítima para un sujeto político soberano que la utiliza -en este caso bajo el fundamento de «la defensa de los intereses del Pueblo y de los pescadores somalíes víctima de un latrocinio por potencias europeas y de otros lugares lejanos». Creo que estos piratas dejan de serlo cuando se hallan en aguas del «fallido» Estado somalí, y que si detendrían barcos en ellas, aunque fuera de modo alegal, no serían piratas.
Pero no estamos ante este caso. Seamos exactos y precisos, que el enemigo lo tenemos en casa. No le demos argumentos que no tienen.
A más de mil metros de ese viejo puerto de Bermeo, urgido por los vascos de tierra adentro que por allí vivimos, desde las faldas del Gorbea ha salido raudo Ortzadar a contrarrestar los conjuros de las ponzoñosas ministras, enviando una bonita señal a todos los pequeños pueblos marineros: Askatasuna gure arrantzaleentzat!
Josu: eramos algo más que un par de cientos!!. Y la tromba de agua ha ido acompañada de granizo, pero hubiese dado lo mismo, aunque hubiesen caído piedras ardiendo nadie hubiese movido ni una ceja!!. Hay momentos, generalmente duros, en los que algunos «defectos» de este carácter nuestro se muestran como virtudes. Unas familias nos han pedido auxilio y ya no pararemos hasta traer de vuelta a nuestros arrantzales. Hemos escuchado un SOS y la Ley de la Mar nos obliga: proa al Índico aunque tengamos que partir el bote a pantocazos!! Recordemos a los del Nabarra.
GORA BIHOTZAK! ARRANTZALEAK ETXERA!
Y Donatien tiene toda la razón: esos piratas atacan barcos que están faenando hasta a dos mil kilómetros de Somalia. Así que menos mentiras.
Si por mi hubiera sido, el conjuro habría resultado mucho más lesivo para los pérfidos nacionalistas que poblaban un puerto tan genuinamente español como el de Bermeo. En el ayuntamiento de Bermeo sólo se ve una ikurriña.
Curro: Se te va la fuerza por la boca, nenaza! Menos hablar y más hacer.