Este fin de semana ha caído un mis manos, casi por casualidad, un libro que leí hace ya bastantes años. Empecé a ojearlo el sábado al mediodía e inmediatamente me quedé prendado de él. Me llamaron la atención, desde el primer momento, aspectos y matices de la obra, muy interesantes, que apenas recordaba. Y sucedió lo previsible. No he sido capaz de de abandonar su lectura hasta llegar al punto final.
Se trata de una obra de teatro de Jean-Paul Sartre titulado Las manos sucias. Aunque vio la luz por primera vez en 1947, la edición que he manejado fue publicada por Alianza en 1981. Saquen cuentas, pues, de cuando data mi primera lectura.
En esta segunda recensión -de la primera sólo retenía un recuerdo muy vago- Las manos sucias me ha parecido sugerente, penetrante, rica en planteamientos y plagada de conversaciones inteligentes. De las muchas lecturas que permite la obra, quisiera destacar ahora la que nos aproxima al dilema -secular, pero siempre renovado- entre la lucha ciega por los principios políticos en estado puro, y la praxis cotidiana centrada, por imperativos de la realidad, en estrategias asociadas a la transacción y el pacto.
Muy esquemáticamente y ciñéndonos exclusivamente a esta perspectiva que acabo de citar –porque el libro, insisto, abunda en motivos de reflexión- la obra puede resumirse como sigue.
En un país imaginario situado entre Alemania y la antigua URSS, un joven burgués, intelectual y sensible, llamado Hugo, abdica de su condición, renuncia a sus privilegios de clase e ingresa en el Partido Proletario. Su primer destino como militante le lleva a trabajar en el periódico del partido. Pero Hugo es idealista y arrastra el complejo de su origen burgués, “que nunca ha trabajado manualmente”; factores ambos que le empujan a proponerse para tareas más difíciles y comprometidas. Quiere emplearse “en la acción directa”. Y su motivación es transparente: “Estoy harto de escribir mientras matan a los compañeros”. Pero sus enlaces en la dirección del Partido desconfían de él. Le consideran un charlatán y un “intelectual anarquista”, poco adecuado para el tipo de tareas que pretende asumir. Sin embargo, él insiste. Y lo hace con tanta tenacidad que, finalmente, sus mentores acceden a la petición, encomendándole una tarea de extraordinaria importancia: ha de asesinar al secretario del Partido, porque plantea una estrategia de colaboración con los partidos burgueses, nacionalistas, liberales y pronazis, que le convierte, objetivamente, en un traidor. A Hugo, la misión le seduce porque, asegura: “Abandoné a mi familia y a mi clase el día que comprendí lo que era la opresión. En ningún caso aceptaría un compromiso con ella”.
Como el secretario del Partido había pedido un secretario personal, Hugo entra en el cuartel general ocupando ese puesto. En el ejercicio de sus funciones como secretario del secretario, el joven militante asiste a la primera entrevista que el supremo jefe del Partido mantiene con los líderes de los partidos burgueses con el fin de explorar fórmulas de colaboración. El secretario negocia con fuerza e inteligencia. Conoce el terreno y pisa fuerte donde puede, cediendo allí donde sus posiciones son menos sólidas. Pero a Hugo, todo aquello le parece un asqueroso “enjuague”, un vil “chalaneo” con “los mismos que iban a casa de mi padre… las mismas caras melancólicas”. Y mantiene una viva discusión con el secretario, en la que le expresa sus intransigentes posiciones:
“El Partido -asegura- tiene un programa: la realización de una economía socialista, y un medio: la utilización de la lucha de clases. Usted va a servirse de él para hacer una política de colaboración de clases en el marco de una economía capitalista. Durante años usted mentirá, usará de astucias, se andará con rodeos, irá de un compromiso a otro; defenderá frente a sus camaradas medidas reaccionarias tomadas por un gobierno del que usted formará parte. Nadie comprenderá: los duros nos abandonarán, los otros perderán la cultura política que acaban de adquirir. Estaremos contaminados, ablandados, desorientados; nos convertiremos en reformistas y en nacionalistas; para terminar, los partidos burgueses solo tendrán que tomarse la molestia de liquidarnos”
El secretario del Partido, más curtido y experimentado en las lides políticas objeta:
“¡Qué importancia le das a tu pureza, chico! ¡Qué miedo tienes de ensuciarte las manos! ¡Bueno, pues sigue siendo puro! ¿A quién le servirá y para qué estás con nosotros? La pureza es una idea de fakir y de monje. A vosotros los intelectuales, los anarquistas burgueses, os sirve de pretexto para no hacer nada. No hacer nada, permanecer inmóviles, apretar los codos contra el cuerpo, usar guantes. Yo tengo las manos sucias”.
En el fragor del debate, Hugo confiesa que sus posiciones críticas son ampliamente compartidas por los militantes del Partido, e incluso por algunos de los más notables miembros de la dirección. Pero el secretario sitúa hábilmente la advertencia en su contexto:
“Hijo mío, hay un malentendido: yo conozco a los camaradas del Partido que no están de acuerdo con mi política y puedo decirte que son de mi especie, no de la tuya, y no tardarás en descubrirlo. Si han desaprobado estas negociaciones, es simplemente porque las juzgan inoportunas; en otras circunstancias serían los primeros en iniciarlas. Tú, en cambio, haces de esto una cuestión de principios”
La relación personal con el secretario del Partido, que es un dialéctico hábil y muy sólido, acaba generando dudas en Hugo. Pero el joven intelectual se empeña en ignorarlas y se reafirma en sus posiciones de principios limpios, puros e incuestionables. Intenta persuadirse a sí mismo de que la verdad está con él y de que las razones del secretario del Partido no le han convencido. “Pero si me hubiera convencido -añade- sería una razón más para matarlo, porque eso probaría que convencerá a otros”. Su obcecación llega a tal extremo que no duda un ápice en afirmar lo absoluto de la razón que asiste a quienes le encomendaron la misión. Su fe en ellos es ciega. La del carbonero. La verdad es la verdad -se autoengaña Hugo- y exige eliminar a los farsantes que pretendan enturbiarla con eficacia.
La tesis del secretario es más pragmática. Y más cínica. Participa del pragmatismo y el cinismo que fluye en las alturas. El secretario hace mofa de quienes reciben “las ideas hechas y creen en ellas como en Dios”. A nosotros -precisa- “nos es menos fácil disparar contra un tipo por cuestión de principios, porque somos nosotros los que hacemos las ideas y conocemos el taller, nunca estamos completamente seguros de tener razón”.
Finalmente, Hugo asesina al secretario. No hace al caso describir las circunstancias en las que se lleva a cabo la acción. Son interesantes, pero distraerían el objetivo de este escrito. Hugo es apresado y enviado a presidio. Pero cuando recobra la libertad, descubre con estupor que, mientras cumplía condena, el Partido Proletario había llevado a cabo, punto por punto, exactamente el mismo programa de acuerdos con los partidos burgueses por el que el antiguo secretario había sido tildado de traidor y asesinado. La explicación que le dan para justificar el giro estratégico, pone la farsa al desnudo. Había que liquidar al secretario del Partido porque “su tentativa era prematura, y no era el hombre que convenía para llevar esa política”. Los idóneos para hacerlo eran -claro está- los que se hicieron con las riendas de la formación tras su asesinato. Los mismos que mandaron a Hugo asesinar al viejo secretario del Partido.
Reitero lo dicho. La de Sartre es una obra sólida que ofrece un espejo amplio y limpio para ver reflejadas en él muchas situaciones políticas, del pasado y del presente, de aquende y de allende nuestras fronteras.
Decía Louis Latzarus que “La política no es cuestión de principios, es cuestión de tacto”. Su tesis siempre me pareció excesiva. Con un punto de mayor ponderación, el inolvidable Churchill observó en una ocasión que “un líder político, responsable de la dirección de los públicos negocios, aun sin cambiar de ideal ni de tendencia, tiene que aconsejar unas veces de una manera y otras de forma distinta en muchas decisiones de carácter general”. Y aunque traigo a colación la cita, no estoy seguro de que tenga mucho que ver con la tesis central de la obra de Sartre. Más recientemente, el filósofo alemán Peter Sloterdijk arranca su opúsculo En el mismo barco, señalando que la conocida frase de Bismarck que define la política como el arte de lo posible, encierra una “prevención frente a la intromisión de niños mayores en los asuntos de Estado”. Claro que, ¿cual es el político que no lleva en su seno un niño idealista amigo de poner pie en pared cada vez que las nubes ocultan las estrellas? A todo el mundo -niño o maduro- le gusta tener las manos limpias.
Ahora has dicho bien, ninio idealista o omnipotente? Es una de las partes dentro del desarrollo psicologico del ninio que debe de perdurar a lo lrgo de nuestra vida. Como forma de separacion, tienes razon poner el pie en el muro, la muralla, las diferencias represiones.
Tienes toda la razon al no poder resolver el conflicto personalmente se lo devolvemos al hipotetico enemigo que nos secuestra o se aduenia de nuestro dominio, la madre, la tierra, de una forma omnipotente.
Quizás también J-P Sartre escribió que ETA, lejos de ser un movimiento criminógeno, era un movimiento patriótico de liberación legítimo y respetable en el mismo café en que pudo escribir estos párrafos.
Saludos desde algún lugar entre Alemania y la URSS,
Donatien
Queridos amigos,
Qué se considera más Erkoreka? Nacionalista o conservador? Tengamos en cuenta que Erkoreka parte de la proposición sofista de contraponer ser progresista con ser nacionalista que aparece en ese texto de Sartre, usándola para decirnos que Otegi y los demás son un caballo de Troya troskista carentes de auténtico abertzaletasun.
Él no es el dialéctico, sólo los demás. Por qué no nos reproduce también párrafos del librito sobre Euskadi que escribió el sabio francés, en el que destaca claramente el carácter nacionalista del progresismo vasco, excepcional, ejemplar y admirable?
Cual es el sueno de Erkorkeka? Uno realizable en una Euskadi rota, antes que roja. Eso es lo que ya tenemos, que es una pesadilla. Él tiene derecho a considerar como más izquierdista a Otegi que nacionalista, obviando que puede que a él le vean simultanemente como más derechista que nacionalista.
A mí me parece ser un nino políticamente subrayar las diferencias obvias para aliarse objetivamente con el enemigo, que, como nacionalista, y si es tan nacionalista como dice, debe situar en en otro sitio.
Así no sé como pretende una primavera vasca.
Donatien
No sé… da la impresón que nos quisieras anestesiar para un próximo anuncio de una decisión impopular…, que quisieras justificarte anticipádamente por algo que aún no conocemos…
¿cómo tienes tú las manos, amigo Josu?
Un inciso:
Hago responsables principales de todo lo que les pueda suceder a los tripulantes del buque vizcaíno El Alacrán retenido en África al presidente Rodríguez Zapatero, a la ministra Chacón, al lehendakari López, al lehendakari-orde Ares, al consejero Unzalu, al viceconsejero Azkue, al ministro Pérez yRubalcaba a los periodistas César Vidal y Pedro José Ramírez.
Gracias.
D.
Como suponía, el post suscita lecturas muy diversas. Remite a cada uno hacia sus propios demonios. Pone a cada uno en contacto con sus propios temores y sus propias obsesiones. No busquéis en el post, amigos blogeros, una tesis cerrada y perfectamente elaborada. No la hay. Tampoco veáis en él un taconazo colateral en la espinilla del compañero de viaje. Y sobre todo tú, Donatien, no creas que lo inserté para revolver y ahondar en ese asunto en el que hemos discrepado en más de una ocasión. Lo digo porque advierto que tus primeros comentarios afloran en posición de «prevengan». Cuando inserté el post no pensaba ni exclusiva ni principalmente en la ideología revolucionaria que anima a Hugo y sus compañeros de partido,como factor de separación de los nacionalistas bugueses.
Admito, con todo, que cuando se publica un texto su autor ya no es dueño de lo escrito, sino el público que es libre para opinar, alabar, objetar y contradecir.
Pinpon, tranquilo. Se trata, tan sólo, de una lectura inofensiva de fin de semana. Y como mandan las autoridades sanitarias, me lavo las manos todos los días.
El problema de los nacionalistas vascos es que son como Hugo. Sabino Arana les ordenó liquidar españoles y cumplen ciegamente la orden, sin darse cuenta que el propio Sabino estaba preparando su evolución españolista.
Supongo que lo apropiado será una especie de solución en algún punto intermedio entre el idealismo y el posibilismo. El idealialismo que no está dispuesto a mancharse no cambiará nada. El posibilismo completamente pringado tampoco. La postura más adecuada se acercará unas veces más a uno y otras más al otro.
El problema, evidentemente, es acertar con la manera adecuada de actuar en cada momento, o lo que es lo mismo: No hay recetas.
Algo parecido le paso a Imaz.No lo mataron,le colocaron en un buen sitio,pero los que iban a seguir sus pasos van a la manifestación de Donosti,hacen del aborto una bandera y se enfrentan con el obispo y ,además,no celebran el estatuto.Pusieron sus manos sucias en el mundo de HB y Egibar les ganó la partida.
En los partidos políticos actuales, tener las manos limpias significa no robar y no dejarse sobornar. Tener las manos limpias es, simplemente, lo opuesto a estar corrupto.
Decir que un partido tiene una buena ideología significa que, aun sin tener ideas propias, tiene, sin embargo, el don de captar las de la mayoría y convertirlas en ley.
Política es praxis, efectividad, buenos economistas, cierto atractivo personal y capacidad de liderazgo y, en todo caso, como decía, honradez.
Las ideologías de verdad, por su parte, han quedado ¡por fin! relegadas, junto con la religión y la filosofía, al ámbito de lo personal. Y con ellas, ha desaparecido de la vida política esa dialéctica entre los ideales y la praxis que el anfitrión ha desempolvado hoy para nuestro deleite y regocijo.
Pero no me extraña que lo haya hecho, porque el PNV está sumido en una maraña de dudas existenciales de las que no sabe cómo salir.
Está ferozmente en contra de la violencia, pero aboga por los intereses (¿derechos?) de los violentos, se suma a sus manifestaciones y los llama patriotas.
Es un partido católico, pero es aconfesional, pero es fiel a sus raíces cristianas, pero respeta las creencias de todos, pero apoya la nueva ley del aborto, pero no apoya sus artículos.
Es nacionalista pero con “c”, que conste, no con “z”. Porque los vascos son distintos, ni mejores ni peores, quizá más inteligentes, honrados y trabajadores, pero ni mejores ni peores. Bueno, quizá un poco mejores que los españoles, pero de eso tienen la culpa los españoles, que son todos unos nacionalistas. El PNV piensa que todo el mundo debería ser nacionalista, porque es lo mejor que hay. Pero los españoles, no. Bueno, y los cántabros tampoco.
¿Pubertad? … ¿Dolores de parto?… En cualquier caso, ya va siendo hora de que el PNV se lave las manos de todo eso. ¿Sabrá encontrar el lavabo?
Tambien pudo simbolizar el tue (Matado) con el tu est ( tu eres), esto lo hemos visto en psicoanalisis. Sartre fue uno de los existencialistas que influyo en Lacan. En las definiciones de quienes somos y a donde vamos es una escabechina, no perdonamos nada ni a nadie.
Tambien creo que simbolicamente se le olvido el fuego ( probablemente in cluida en el arma) es un arma de fuego.
Si es muy difícil acertar. Como dice I.G.el problema es acertar , actuar adecuadamente en cada momento.
Existe un proverbio, refrán o dicho oriental que varias veces citó X.Arzalluz en sus discursos…»somos un pueblo pequeño…debemos ser inteligentes y ser inteligentes es ser flexibles como las cañas…..
tambié en cierto pasaje biblico se dice…»hay que ser tranquilos como las palomas y astutos como las serpientes», bueno creo que sin renunciar a ningunode nuestros principios básicos..el PNV debe ser flexible, astuto y tranquilo..además de firme. Somos de lo mejor que hay en el Estado español y de lo mejor de Eurpa, somos tradicionales y modernos, tranquilos y trabajadores y no nos asutamos con facilidad.
Para BASTERRETXEA, tenemos las manos bastantes limpias,¡ cuasi transparentes!.
Aio.
Azken boladan irakurri dudan postik onenetarikoa.
Me siento muy identificado con el pragmatismo del señor Erkoreka frente a dogmatismos estériles. Estoy deseando echar mano a este libro, que por cierto, me ha recordado a la discusión entre Tolstoi y sus alumnos en «Momentos estelares de la humanidad».
Me gusta su artículo. ¿Conoce Ud. el dilema de Max Weber entre la «ética de los principios o de la convicción» y la «ética de la responsabilidad»?
Perdón, le dí al botón antes de terminar. En su libro «El Político y el científico» apuesta por un político capaz de tomar decisiones basándose en las consecuencias previsibles de las distintas opciones estratégicas y operativas pero sin desviarse de los principios y valores que han de inspirar su quehacer político. Evidentemente, Weber profundiza mucho más en el tema. Hace muchos años que abordamos estas cuestiones en la Universidad y me parecieron fascinantes.
Percibo en la Política española un gran número de políticos sin principios y un número mayor aún de irresponsables que se las dan de moralistas.
Saludos,
N.
Dice Pilar Urgell, la ilegítima consejera de Cultura del gobiernillo de Vitoria, dice que la audiencia de EITB ha bajado por «herencia del equipo anterior».
Arguye que todavía no han tenido tiempo los nuevos de poner en marcha el asunto, y que por eso cae tanto en picado la audiencia.
Me he enterado de las declaraciones de esta sujeto al tiempo de la expulsión de Álvarez Solís, el brillante colaborador de EITB.
Estos eran los tipos con los que el PNV quería co-gobernar, gente de ética ejemplar y genética política democrática auténtica.
Agur t’erdi Josu
Sartre was probably inspired by Max Weber’s teachings:
Weber suggested two sets of ethical virtues that a proper political education should teach — the ethic of conviction (ultimate values and goals) and the ethic of responsibility (political action).
As he said: “the ethic of conviction and the ethic of responsibility are not absolute opposites. They are complementary to one another, and only in combination do they produce the true human being who is capable of having a ‘vocation for politics’”.
Josu, your work in Madrid is a good example of trying to strike a balance between your ultimate political ideals (a free Euskal Herria) and the sober rational calculation required in the day-to-day political activity in order to achieve those ideals.
Laster arte
El debate público planteado en torno a los dos piratas somalíes detenidos por la Fragata Canarias y conducidos a Madrid por orden del juez Garzón -a solicitud, no se olvide, del Ministerio Fiscal, que depende del Gobierno- me ha recordado mucho la reflexión que introduje en este post. Hay quien en este debate se ha situado en el lugar de Hugo, reivindicando firmeza e inflexibilidad en la aplicación del Estado de Derecho. No se puede ceder al chantaje. Han mantenido las manos limpias y puras. Siempre incontaminadas. Frente a ellos, se han situado los que se han manchado las manos, trabajando con la perspectiva de defender, por encima de todo, la vida de los marineros secuestrados. Contaminados. Claudicantes.
Hay quien ha creído que la metáfora de las manos sucias sólo puede ser entendida en términos de corrupción. Pero no ese ese el sentido que le da Sartre en su obra titulada «Las manos sucias». Para el filósofo existencialista francés, las manos sucias son las de los que trabajan, se mojan y buscan soluciones eficaces para los problemas sociales y humanos -el pacto «claudicante» que Hugo rechazaba supuso, entre otras cosas, salvar muchas vidas- frente a las manos puras e inmaculadas, que nunca se apean de los principios ni se implican en los problemas reales. En una de las conversaciones que Hugo mantiene con el secretario del Partido Proletario, éste le acusa de no amar a los seres humanos de carne y hueso, sino a los principios: «Tú no amas a los hombres. Tú solo amas los principios».
Creo que en la obra que se comenta en el post, Sartre no plantea el dilema entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad, como sugieren Arana y Indiano Africanus, este último, por cierto, en un correcto inglés. Ese es un tema muy interesante, pero a mi juicio es tangencial a la cuestión que Sartre pone sobre la mesa.
La permanente tensión entre el dogma y el pragmatismo, por el contrario, sí que se encuentra presente en «Las manos sucias». Pero hay un punto en el libro que llama la atención. Tanto el secretario del Partido como quienes encomiendan a Hugo la tarea de asesinarle, son gente pragmática. El único aferrado al dogma es el propio Hugo. Y los pragmáticos se sirven de él para eliminar de la carrera a otros pragmáticos. Eso sí, con la excusa de que son demasiado pragmáticos. Pero al final, unos y otros hacen lo mismo. Y Hugo, el puro, se queda en la estacada cuando descubre que ha sido utilizado por gentes del mismo pelaje, como arma arrojadiza en sus batallas cruzadas.
Sobre las posiciones políticas de Sartre, podríamos debatir muchísimo, aunque no creo, francamente, que este sea el lugar adecuado para ello. Sartre fue, en mi opinión, un buen filósofo. Probablemente uno de los últimos que quiso construir un sistema. Yo no leí -lo admito- su obra magna El ser y la nada, pero repasé varias veces El existencialismo es un humanismo. Y La Nausea. Y gran parte el resto de su obra literaria.
Ahora bien, de la misma manera que le considero un pensador original, creo que no acertó en sus opciones políticas. El cierre de filas que llevó a cabo con la URSS estalinista que padecieron en sus carnes otros escritores como Alexandr Solzhenitsyn, creo que lo dice todo.
Un saludo a todos
Gabon Josu,
No podriamos decir cuantificacion-homogeneizacion (dogma) y subjetividad – reinsercion (pragmatismo)?
Al final lo que necesita Hugo es reinsertarse y reafirmarse o abandonar sus arquetipos. Que es lo que normalmente dejamos caer para poder abanzar y luego es dificil volver. Probablemente el solo perseguia el ser secretario como parte de su su encuentro con la subjetividad del jefe, del sujeto del que dicta. De la dogma.
En relacion al Alakrana estoy percibiendo estos dias que hay que ser duro con ellos, quien dicta lo que hay que hacer cuando solo hay dos posturas a tomar?
¿Pubertad? … ¿Dolores de parto?… En cualquier caso, ya va siendo hora de que el PNV se lave las manos de todo eso. ¿Sabrá encontrar el lavabo?
No eres tu este? No deberias criticar a Patxi Loppez que en el primer atentado de liberar al Alakrana ya pensaba que se habia pasado? Por favor!!