«Zorionak Estatuto», reza un cartel publicitario que estos últimos días he leído en las marquesinas de los autobuses urbanos. «Zorionak Estatuto».
Dicen los etimólogos que la voz vasca Zorionak -compuesta de las palabras txori, que significa pájaro y onak que equivale a buenos- fue acuñada en una época en la que los vascos creían que el vuelo de los pájaros permitía hacer augurios sobre el signo, positivo o negativo, que había de revestir el futuro próximo. Cuando se imponían los pájaros buenos –txorionak– había motivos para felicitarse, porque fortuna sonreía y había razones para pensar que las cosas iban a salir bien. La voz txoritxarrak, por el contrario, que aludía a los pájaros malos -en euskera txarra significa malo- era vaticinio de infortunios, adversidades y desgracias.
Con paso del tiempo, estas dos expresiones –zorionak y zoritxarak– han quedado liberadas del contexto creencial y supersticioso en el que nacieron y son utilizadas -en un plano ya completamente secular- para desear felicidad o constatar la desgracia.