«El rey que rabió» es el título de una zarzuela cómica escrita a finales del siglo XIX, con letra de Miguel Ramos y Vital Aza y música de Ruperto Chapí. Dicen los estudiosos del género que, aunque la trama se desarrolla en un país imaginario, está escrita pensando en la España decimonónica de las postrimerías de la centuria. Básicamente, la obra refleja las andanzas de un monarca joven -probablemente Alfonso XII- que se disfraza de pastor con la intención de conocer directamente, sin la fraudulenta mediación de sus arteros cortesanos, el grado de felicidad en el que vive su pueblo.
La acción es muy divertida y cuenta con abundamentes elementos típicos de las comedias de enredo. Una de las escenas más famosas es la del coro de doctores. Un grupo de sabios galenos analiza los síntomas que ofrece un perro, a efectos de comprobar si está aquejado de rabia. El perro en cuestión había mordido a una persona que, por mor de una confusión, creían que era el mismísimo rey. Pese a la gravedad con la que actúan, los doctores hacen un diagnóstico hilarante de puro ambigüo y ambivalente. «Juzgando por los síntomas que tiene el animal -dictaminan con honda circunspección los bien documentados doctores- puede estar hidrófobo, o puede no lo estar». He aquí algunas de sus fragmentos más logrados: