La sentencia que esta semana ha dictado el Tribunal Constitucional declarando la plena legitimidad jurídica del matrimonio entre personas del mismo sexto, apenas ha encontrado contestación por parte de la sociedad. Y las pocas voces que se han elevado en contra, nos han sonado a muchos como lejanas, testimoniales y un tanto arcaicas. Se conoce que las más de 22.000 bodas homosexuales que se han celebrado desde que entró en vigor de la ley que las hacía posibles, han contribuido a crear una conciencia social, en la que los ciudadanos -o, cuando menos, una gran parte de los mismos- contemplan este tipo de enlaces como algo normal y perfectamente asumible, que no hay por qué suprimir.

Fotografía de Indalecio Ojanguren en la que se ve a varias mujeres vascas,votando por primera vez en el referéndum sobre el Estatuto vasco de 5 de noviembre de 1933
El hecho mismo de que la sentencia haya sido suscrita por una mayoría muy calificada del alto tribunal y de que el PP, que fue el que interpuso el recurso, haya preferido dejar las cosas como están, sin poner demasiado énfasis en reivindicar la impugnación que en su día promovió -González Pons ha llegado a desmarcarse de la misma, alegando que él no la firmó- ha ayudado, también, a que muchos hayan percibido el fallo como un esfuerzo encaminado a respaldar jurídicamente algo que se encuentra plenamente asumido ya por la gran mayoría de la sociedad: la necesidad de igualar todas las relaciones de familia, con independencia de la orientación sexual de las personas que componen la pareja.
Da la sensación de que, en menos de una década, el matrimonio homosexual ha dejado de constituir fuente de polémica para pasar a formar parte del paisaje social ordinario y normalizado en el que se desenvuelve nuestra vida cotidiana. Un fenómeno que sigue teniendo detractores, por supuesto, pero no más que cualquier otra institución de las muchas que vertebran el derecho de familia. No creo equivocarme, por ello, si afirmo que hoy serían más bien pocos los dispuestos a exigir la derogación de la norma que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo, para regresar a la situación anterior a su entrada en vigor. Antes al contrario, la mayoría lo consideraría como un paso atrás, que reinstaura un motivo de discriminación de las personas homosexuales, que ya se consideraba superado. Por eso, entre otras cosas, no lo ha hecho el Gobierno de Rajoy.
Lo ocurrido con esta ley me ha traído a la memoria -salvando las evidentes diferencias, claro está- lo que sucedió hace ochenta años con el derecho a voto de la mujer. Durante los primeros años de la II República, el mundo político, en general, y las Cortes en particular, debatieron ardientemente sobre si procedía o no reconocer a la mujer el derecho de sufragio activo. Aunque hoy parezca mentira, fue así. Y la lectura de los diarios de sesiones en los que se recogen estos debates, resulta francamente chocante para la sensibilidad política actual. No sólo porque algunos diputados se oponían a que la mujer pudiera votar apelando a su carácter inestable y constitutivamente “histérico”, sino porque algunas fuerzas progresistas y de izquierdas argumentaban que no convenía a la República confiar su futuro al sentido de un voto -el femenino- que era particularmente vulnerable a la influencia antirrepublicana de la Iglesia católica. Así de áspero y descarnado.
Junto a los que aducían razones pretendidamente científicas para justificar la incapacidad congénita de la mujer para ejercer el derecho a votar con equilibrio y ponderación, estaban los que argüían desde la izquierda que, como era particularmente influenciable por el clero, su sufragio iba a convertirse en un aliado objetivo de los movimientos conservadores, monárquicos y antirrepublicanos.
Pero el peso de los tiempos acabó imponiéndose. Y pese a la resistencia que ofrecieron las derechas arcaicas y una parte no desdeñable de las izquierdas, la mujer consiguió hacerse con el derecho al sufragio activo. En aquél debate crucial, que afectaba a un aspecto tan cardinal de la idea democrática como el de la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas, los diputados del PNV se posicionaron en todo momento a favor del voto femenino. Un derecho que, dicho sea de paso, las mujeres ejercieron por primera vez en el referéndum celebrado en Euskadi el 5 de noviembre de 1933 para respaldar el proyecto de Estatuto vasco elaborado por las Comisiones Gestoras. El hecho se vivió en Euskadi como un gran acontecimiento histórico, que ponía fin a una de las más lacerantes discriminaciones que históricamente han mancillado el estatus cívico de la mujer. Una conocida fotografía de Indalecio Ojanguren, que se publicó al día siguiente en la portada del diario Euzkadi, registra el momento en el que en grupo de mujeres, recién bajadas del caserío, se disponen a votar en una urna dispuesta en el municipio de Eibar.
La ley de 2005 que hizo posible el matrimonio entre personas del mismo sexo, vino precedida, también, de un largo debate político, que se hizo patente en el Congreso de los diputados, entre los años previos y los posteriores al último cambio de siglo.
En un primero momento, la reivindicación se encauza a través del reconocimiento legal de la igualdad jurídica para las parejas de hecho. Probablemente, porque se daba por supuesto que las relaciones estables de afectividad que se entablaban entre personas homosexuales, se incardinaban mayoritariamente en ese ámbito. Recuerdo que un debate celebrado en el Pleno Congreso el 19 de septiembre de 2000, abordó todas las iniciativas que los grupos parlamentarios habían presentado en esa dirección. Pero ninguna de ellas prosperó. El PP, que entonces, como ahora, gozaba de mayoría absoluta en la cámara, se encargó de impedirlo. Los populares no estaban por la labor. Los diputados del PNV, por el contrario, votamos a favor. Como acostumbramos a hacer siempre que se trata de iniciativas que amplían derechos.
Sin embargo, es a partir de esa fecha cuando los grupos parlamentarios empiezan a plantear fórmulas de legalización de las relaciones afectivas entre personas del mismo sexo, que pasan por su equiparación al matrimonio. El 25 de septiembre de 2001 el hemiciclo fue escenario de una sesión en la que se debatieron varias iniciativas que apuntaban en esa dirección. El PP las vetó todas. No quería ni hablar del tema. Pero los diputados del PNV les prestamos nuestro apoyo. Año y medio después, el 20 de febrero de 2003, volvió a plantearse el mismo debate. Y una vez más el rodillo mayoritario del PP impuso su granítica oposición.
Es en la legislatura siguiente cuando el Gobierno central -ya socialista- formula por primera vez un proyecto de ley que apuesta por el pleno reconocimiento jurídico del matrimonio homosexual. Todos los diputados del PNV éramos partidarios de poner fin a la discriminación que hasta entonces había padecido este colectivo -era, insisto, una cuestión de derechos- aunque no todos compartíamos la necesidad de que la equiparación jurídica tuviera que llevarse a cabo bajo la común denominación de “matrimonio”. En cualquier caso, ninguno de nosotros dudaba de que, en caso de conflicto, los derechos deben prevalecer siempre sobre las controversias semánticas. Máxime si, como era el caso, esos derechos no menoscaban el de las personas heterosexuales a entablar relaciones de esta naturaleza
De ahí que, durante la tramitación del proyecto, registráramos una enmienda solicitando que la denominación legal de las uniones homosexuales, plenamente equiparadas a las heterosexuales, en derechos y obligaciones, no fuera la de “matrimonio”. Era una enmienda pro lege. Se trataba de facilitar el apoyo al proyecto, impidiendo que una discrepancia terminológica llevase a algunos diputados a oponerse a una ley ampliadora de derechos. La enmienda no se aceptó. Y puestos ante el dilema, los diputados del PNV, que gozábamos de libertad de voto, optamos por priorizar los derechos sobre los debates semánticos. Como en 1933, con ocasión del voto femenino, nos posicionamos a favor de los derechos. Y hoy, afortunadamente, repasamos los debates de 2005 con la misma estupefacción con la que leemos las alegaciones que en 1933 se hacían en contra del voto femenino.
Gracias a la Constitución Española, todos los vascos tenemos el derecho del Matrimonio Homosexual:
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/11/06/espana/1352221574.html
¡Viva España! ¡Viva la Constitución Española que defiende nuestros derechos! ¡Nacionalistas tomad el trágala constitucional!
«en la que los ciudadanos -o, cuando menos, una gran parte de los mismos- contemplan este tipo de enlaces como algo normal y perfectamente asumible, que no hay por qué suprimir.»
Josu, en este asunto del matrimonio homosexual, tu actitud severa dirigida al PP contrasta escandalosamente con la ausencia de mención alguna de la Iglesia católica.
Resulta incómoda la crítica a nuestros allegados ¿Verdad?
Saludos cordiales
Para el buen español, el matrimonio siempre ha sido indisoluble y heterosexual, es decir, entre hombre y mujer. Los que han aceptado el divorcio y el matrimonio entre homosexuales son unos traidores a la tradición, a la historia y a España.
Rajoy debería cambiar de nuevo de la ley y dejar las cosas en su sitio.
No al divorcio y al matrimonio entre personas del mismo sexo!!
Sin exagerar peluquín. No te pases de forofo.
Tu Constitucion (la Constitucion nacionalista que se fundamenta en la unidad indisoluble y la patria común e indivisible de los españoles) habla literalmente de «el hombre y la mujer».
Lo que ha hecho posible que en ella tenga encaje el matrimonio homosexual, ni es lo que dice, sino una interpretación voluntarista y expansiva del texto, hecha para que el Tribunal Constitucional no parezca un nido de carcamales anticuados. Con lecturas tan voluntaristas como esa, se podría llegar a sostener que donde habla de la patria común e indivisible de todos los españoles, en realidad está hablando del derecho del pueblo vasco a su libre determinación.
Ja, ja, ja, Daniel. Ahora va a resultar que el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Rouco Varela, y su incondicional Martínez Camino, los jefes de la iglesia catolica en la piel de toro, son afines al PNV.
No te enteras, hombre.
“No te enteras, hombre.»
Alderdikide, ¿No te parece extraño que su señoría Erkoreka jamás haga la menor crítica ni a la iglesia católica ni a sus reverendísimos e ilustrísimos obispos de la piel de toro?
Ni siquiera a los canónigos españolazos más recalcitrantes de esa piel de toro a la que aludes -sospecho que desdeñosa e infantilmente- y de la que las provincias vascongadas históricamente -por más que esquizofrénicamente le pese a algunos- siempre, y si no ocurre un cataclismo geológico descomunal (evento nada deseable y muy poco probable), han formado, forman y formarán parte por los siglos de los siglos, amen. Es lo que tiene.
Me hago cargo. Me imagino que debe ser muy duro, pero no aceptar la orografía resignadamente no parece muy sabio. En fin, si te ves muy apurado puedes echar mano de la cosa religiosa para tal fin. Para esos menesteres, sin duda está mas indicada que la nacionalista; y es que, aún siendo prácticamente como almas gemelas, fijo que va mucho mejor.
Pero bueno, ¿Lo que no me negarás es que hay por ahí más de un prelado que no hay por donde cogerlo? Y no precisamente por ser lo más enjundioso su amor a España.
El amor es ciego… y la pasión nacionalista, siempre con su pertinaz miopía selectiva no siempre involuntaria.
Saludos cordiales
España tiene el privilegio de ser uno de los pocos países que hay en el mundo en permitir el matrimonio de personas del mismo sexo. Para mí es un orgullo formar parte de un país tan tolerante en este aspecto.
Todos los vascos deberíamos dar gracias a la Constitución Española. Yo ya sé cuál es la constitución del PNV = Estado clerical y patriotero.
La Constitución de la Batasunada = Estado marxista tercermundista.
Ante estas dos aberraciones… Yo lo tengo claro… ¡Viva la Constitución Española!
Entiendo que para un español impenitente como Daniel, sea importante y hasta obligado referirse a uno de los más fervientes aliados del nacionalismo español contra el secesionismo vasco-catalán, como es la jerarquía de la iglesia católica, reunida en la Conferencia Espiscopal Española bajo el patriótico designio de monseñor Rouco Varela. Ya dijeron en su dia que el independentismo vasco era inmoral y ahora han vuelto a decir lo mismo sobre la iniciativa de Artur Mas.
Entiendo, por eso, que los nacionalistas españoles como Daniel quieran que se cite a la iglesia católica. Pero hasta donde yo he podido leer, lo que hace Erkoreka en esta entrada se parece más a una crónica parlamentaria que a otra cosa. Cuenta lo que ha visto y vivido. Y en el Parlamento español, el que sea ha opuesto al matrimonio homosexual es el PP, le guste a Daniel o no le guste.
Seguramente, lo ha hecho influido influido por Rouco Varela. Pero el protagonismo parlamentario del No ha corrido a cargo del PP. Eso lo sabe cualquiera. Y la iglesia católica, al menos hasta ahora, no está representada en el Parlamento.
Creo recordar que Erkoreka publicó hace algún tiempo una entrada en la que se veía a varios obispos españoles, entre ellos uno que fue cardenal primado de Toledo (los españoles sois la hostia poniéndoos títulos), jurando la bandera española en una parada militar. No recuerdo cuando fue, pero sí que era una critica en toda regla a la jerarquía eclesiástica española por sus devaneos políticos. No creo que sea difícil encontrarlo en este blog hurgando un poco.
También le he visto criticar más de una vez su decision de amparar la cruzada franquista y de poner al dictador bajo palio, asimilando la estética fascista con el saludo romano incluido.
O sea que criticas a la jerarquía eclesiástica, haberlas, hay las.
Lo que no sé es por qué las hechas de menos tú, mal allá del infantil juego, típico de la miopía selectiva que aqueja a todo nacionalista español, de reprochar por reprochar a un nacionalista vasco todo lo que se te ocurre en cada momento. Porque es verdad que Erkoreka no se pasa el dia criticando a la iglesia católica, pero tampoco se dedica a criticar a todas horas a otros colectivos, que podrían merecer igual o más crítica, como los sindicatos o los bancos. A mí me parece normal. Un parlamentario, habla, sobre todo, del parlamento, de los diputados y de los partidos políticos. No se està metiendo permanentemente en jardines ajenos.
Entiende que tu obsesivo y enfermizo nacionalismo español te lleve a abrazar el esencialista argumento de que las cosas (determinadas cosas) son eternas y ocurren por los siglos de los siglos amen. Sostener semejante tesis en pleno siglo XXI, cuando todo cambia a todas horas y en todas direcciones y de nada puede decirse que es inmutable, puede reflejar dos cosas. O que padeces una grave patología en la percepción de la realidad o de que eres un español tan acendrado que el patriotismo te ha dañado las neuronas. O ambas cosas a la vez, que arrancan de la común enfermedad del nacionalismo español.
Saludos
Bueno.
Los obispos españoles vuelven a recordar el valor de la unidad de la patria española. Vuelven a hacer causa común con el unionismo hispano. Esta vez para apoyar a Rajoy y a la carcundia casposa española frente a Artur Mas.
http://elpais.com/elpais/2012/09/11/opinion/1347388137_966819.html
Será por eso por lo que Erkoreka, según Daniel, no se mete con ellos.
Si es que, algunos hablan por hablar.
Manda huevos.
Perdón.
No era ese el enlace, sino este:
http://www.lavanguardia.com/vida/20121119/54354638457/los-obispos-reiteran-necesidad-preservar-unidad-espana.html
«Si es que, algunos hablan por hablar»
L’Osservatore, vale, pido perdón, estaba confundido. Me ha quedado clarísimo que el clero vasco está a favor del matrimonio homosexual. Es más, hasta el mismísimo Benedicto XVI cualquier día se estos ordenará cardenales gays.
Es la iglesia católica española la que es mala, malisima, malisísima. Pero no por ser iglesía, ni por ser católica precisamente. Je, je, je.
¡Gora la salud mental del nacionalismo vasco!
Si alguien tiene dudas, que se ilustre un poco en los escritos que nos dejo el maestro Don Sabino (ejemplo de cordura y sensatez donde los haya).
Saludos cordiales
Algunos hablan por hablar. Y cuando otros se lo demuestran, juegan a la tinta de calamar, asfixiando el aire con palabras, palabras y palabras. Yo no he dicho que la iglesia católica española sea progre, abierta y revolucionaria. Daniel me lo atribuye para disimular su cagada, pero no lo he dicho. Yo solo he dicho que lo que sostenía Daniel (que Erkoreka nunca ha criticado a la iglesia católica española y que no lo ha hecho por la sintonía que tiene con ella) era sencillamente falso y absurdo. Es falso, porque en este mismo blog ha habido entradas críticas con la jerarquía acaudillada por Rouco y afines y es absurda porque esa misma jerarquía, es radicalmente nacionalista española, lo que está en las antípodas de lo que defiende Erkoreka.
De Sabino Arana, lo que más me interesa es la rabiosa persecución de la que fue objeto por parte de la España constitucional de la restauración. Esa España modélica, tolerante, abierta y democratica que defiende Daniel. Fue encarcelado siete veces y procesado otras tantas. Claro que los españoles recalcitrantes siguen regocijandose por ello un siglo después.