No hace falta ser muy sagaz para imaginarse que esta semana, las comidillas parlamentarias -el orden del día es otra cosa; más solemne, sí, pero en los días que corren, menos interesante- han versado, mayoritariamente, sobre la imponente manifestación que el martes recorrió las calles de Barcelona, con el ánimo de festejar la Diada bajo el lema: «Catalunya, próximo Estado de Europa». La mañana del martes -antes, por tanto, de que arrancase la marcha, que se desarrolló por la tarde- coincidí en los pasillos del Congreso con un destacado militante del PSC. Le pregunté -el aguijón era obligado- si se encontraba más cerca de Pere Navarro o de Ernest Maragall. Me respondió con una sonrisa. No hacía falta más. Era evidente que estaba con Navarro y no tenía previsto asistir a la marcha.
Cuando sugerí, inmediatamente después, que las previsiones mejor fundadas anticipaban una concentración multitudinaria, su comentario fue terminante: «Imagínate una manifestación convocada conjuntamente por el PNV y por todo el conglomerado de la izquierda abertzale, que cuenta con el apoyo explícito y entusiasmado de la radio y la televisión públicas, los entornos mediáticos de todas las formaciones convocantes y el grupo Vocento. ¿No sería multitudinaria? Sí, ¿verdad? Pues eso. Ésta, que viene respaldada hasta por el Grupo Godó, también lo será. No hay duda».
Y así fue. Aunque los informativos de TVE intentaran minimizarla -¿vuelven los aciagos tiempos de Aznar y su manía telemanipuladora?- la manifestación fue un éxito. Cientos de miles de personas caminaron, bajo un auténtico mar de senyeras esteladas, reclamando la independencia de Catalunya. Con el fin de evitar confusiones, algunas pancarta aclaraban: «No queremos el pacto fiscal. Queremos la independencia». Y unas camisetas ampliamente utilizadas por el público asistente, completaban la imagen con la siguiente frase: «Make no mistake. I´m catalan. And so I´m not spanish«.
En Madrid, la reacción ha sido la previsible. Los titulares y las tertulias han rescatado del baúl de los recuerdos los mismos tediosos tópicos con los que nos aburrieron cuando el Parlamento vasco aprobó la Propuesta de Nuevo Estatuto para la Convivencia. Y todo ello, claro está, con la estridencia y el aspaviento habituales. Han vuelto a recordar la Constitución, el desafío a España, la ruptura de la convivencia, la egolatría nacionalista, la ensoñación patriótica, la inmediata expulsión de la Unión Europea, el consiguente empobrecimiento de Catalunya, etc. etc. etc.
El jueves, Artur Mas compareció en un desayuno informativo celebrado en hotel Ritz. La expectación era inmensa. Abrumadora. Pocas veces he asistido en Madrid a un desayuno tan concurrido. Huelga precisar que la clase periodística de la Villa y Corte iba con las garras afiladas. Pero Artur Mas no cayó en una sola de las trampas que le tendió la prensa madrileña. Eludió, con inteligencia, todas las preguntas en las que le pedían concreciones sobre la hoja de ruta que CiU va a seguir hasta lo que ellos suponían que iba a concluir en una declaración unilateral de independencia y dejó claro que lo que se vio el martes en las calles de Barcelona es expresión de un movimiento popular y democrático que no se puede constreñir a un cuadro cerrado de acciones detalladas y fechas inamovibles. Anunció que la semana que viene hablaría con Rajoy. Y que el movimiento evolucionaría en función, no sólo de sus propias inercias, sino también de las respuestas que recibiese del entorno. Me llamó la atención el hecho de que el desayuno no contase con la presencia de un solo miembro de las ejecutivas del PSOE y del PP -que preferían, a todas luces, no verse contaminados con una fotografía que consideran incómoda- y, sin embargo, el jefe de la casa real tuviera una presencia visible y destacada en la mesa número 1 del salón. Tras la imponente imagen que las calles de Barcelona ofrecieron el martes, unos se alejan y otros se acercan.
Después del desayuno, tuve ocasión de hablar con otro diputado del PSC sobre el alcance y significación de la marcha independentista. Estaba convencido de que se equivocan los que pretenden minimizar la fuerza que el movimiento en favor de la independencia está adquiriendo en Catalunya. «La masiva manifestación del pasado martes -me dijo- no ha congregado solamente a militantes independentistas. Ha contado, también, con la presencia de ciudadanos castellano parlantes de nulo sentimiento catalanista que, por los motivos que fueren, no han tenido reparo alguno en participar en una marcha, en principio ajena, a sus sentimientos de identidad y pertenencia. Esto es algo inédito, sin precedentes en Catalunya, que no se puede explicar con los simplones esquemas al uso».
Yo estuve en la manifestación del 10 de julio de 2010 (dejé constancia de ello en este blog: ver, entre otros, «Son una nació. Nosaltres decidim«) y volví de Barcelona con la sensación de que tras el 80% de la gente que aquél día ocupó las calles de la ciudad, latía una inequívoca emoción nacional catalana. ¿Tú crees -le pregunté, entonces, a mi interlocutor- que se puede decir lo mismo de la manifestación del pasado martes? ¿Tú crees -precisé- que entre los asistentes a la misma predominaba la emoción nacional, frente a otro tipo de sentimientos afines, pero sustancialmente distintos, como podrían ser el de indignación cívica, o el de un comprensible interés por mejorar la situación económica? No me dio una respuesta muy clara. Pero insistía en que, contra lo que algunos tienden a creer, aquél movimiento no podía desactivarse con una mejoría en la situación económica o con un pacto fiscal que aliviara las dificultades que están atravesando las finanzas públicas catalanas. «No es -argüía- una manifestación más de las muchas que se están llevando a cabo en los últimos meses contra los EREs o contra los ajustes en los servicios sociales; ni tan siquiera una versión específicamente catalana de esas protestas que, en lugar de protestar contra los recortes de Rajoy, dirige sus iras contra la negativa de Rajoy a suscribir un pacto fiscal que, en su opinión, permitiría a los catalanes prescindir de los recortes. No. Es algo más complejo y profundo.»
Palabras interesantes, sin duda, de las que conviene tomar nota.
Uno de los espantajos que más airadamente han blandido los nacionalistas españoles que han puesto el grito en el cielo al ver las imágenes de la manifestación, es el de que una Catalunya independiente quedaría automáticamente excluida de la UE, lo que abocaría a los catalanes a un inexorable proceso de empobrecimiento, que les llevaría poco menos que a la indigencia. Ya se ve que el de la innovación argumental no constituye, precisamente, uno de los fuertes el nacionalismo español. Razones similares hemos escuchado en Euskadi cientos de veces.
Sin embargo, los tratados de la UE no contienen previsiones concretas sobre el tratamiento que han de recibir los Estados de nuevo cuño que puedan surgir de la segregación de una parte del territorio de un Estado miembro; lo que la doctrina jurídica conoce como ampliación interna, no recibe una regulación acabada en el derecho originario de la Unión.
¿Qué podría ocurrir ante un supuesto así?
Si el Estado del que se produce la segregación no pone obstáculo alguno a que el nuevo Estado, cuyo territorio y ciudadanos, ya venían formando parte de la UE, puedan continuar gozando del estatus europeo, difícilmente se producirá exclusión automática alguna. ¿Alguien piensa por ejemplo que, si finalmente Escocia decide en referéndum optar libre y pacíficamente por la independencia, y el Reino Unido, leal a su inveterada tradición democrática, le presenta en sociedad ante el resto de los miembros del Consejo, la UE se opondrá a aceptarle como Estado miembro? No, ¿verdad? Luego el problema no está en la UE, como pretenden hacernos creer. Está en España. Conviene no confundirse.
De manera que quienes hablan de que una Catalunya independiente sería automáticamente excluida de la UE, no formulan un vaticinio, sino una amenaza; lo que en realidad están queriendo decir es, sencillamente que, si se produjese la secesión de Catalunya, aunque fuese a través de un acto escrupulosamente pacífico y estrictamente democrático, España se volcaría con todas sus fuerzas en el empeño altruista y solidario de impedir a todo trance su desarrollo económico y su libre desenvolvimiento. Porque el problema, insisto, no está en Europa. Está en España.
Kaixo Josu,
Lo cierto es que he estado leyendo mucho este fin de semana sobre los argumentos que en UE se están dando, a raíz de la Diada, sobre una salida de Escocia del Reino Unido. Hay para todos los gustos, pero todo el mundo deja claro que no hay una previsión en los tratados sobre como actuar (ergo Barroso debería no pronunciarse).
Lo que sí que me ha llamado la atención, es que ante posicionamientos de viabilidad económica de los nuevos países, han sido un par de editoriales que hablan también de la viabilidad económica de los “antiguos países” sin los ingresos de estos “nuevos países” (recordemos la importancia económica de Escocia en el Reino Unido). Venían a argumentar que no solo Escocia estaría fuera de la UE si no que también lo estaría el «New United Kingdom» y que ambos países tendrían que pedir la adhesión a la UE.
Muy interesante desde el punto de vista Político (le he puesto mayúscula a propósito) ¿no te parece?
besarkada handi bat
Carlos
El problema están en España pero también en el Principat.
Por qué el Grupo Godó apoyó esa manifa?
Por qué se han prohibido las corridas de toros?
Creo son dos pistas muy sospechosas para creer en la consistencia del independentismo catalán. Me parece un poco irreal, lo siento.
Oso ondo Erkoreka! Muy bien estás tú con el concierto económico. Tú sabes que todas estas mierdas nacionalistas vienen a cuenta de que los catalufos quieren tener lo que vosotros tenéis. Tú sabes mejor que nadie que una cosa es hacer privilegios sobre 2 millones de personas para que vivan de puta madre a costa del resto de españoles (eso son los conciertos económicos de Euskadi y Navarra) y otra meter a Cataluña con sus 8 millones de personas a chupar del bote. Algo así es insostenible y tú lo sabes. Ni nacionalismo ni ostias esto es todo un asunto de privilegios y cara duras ¿Por qué los vascos pagan menos de lo que reciben y nosotros no? Piensan con razón los catalufos. Lógico que los catalufos quieran lo mismo. A ver quién diría lo contrario.
Tú sabes que casi el 90% de intercambio comercial lo hace Cataluña con España ¿Qué pasaría con La Caixa y demás empresas? ¿Es posible ser tan irresponsable de levantar fronteras en Europa, ahora que estamos quitándolas? Estás son ideas de bombero y que haría los bildurris con mucho gusto, pero nunca un político sensato ¿Le parece a Erkoreka la palabra secesión y salida del mercado español algo sensato? ¿Es viable una Andorra tan grande como Cataluña? ¿Tú te crees que es bueno para todos esto? ¿Es necesario esta payasada en pleno siglo XXI? ¿Vendrán otra vez la revoluciones cantonales y el bombardeo de Cartagena?
Ojalá le dieran a Cataluña la independencia y no verlos nunca más. Hartos estamos en España de ellos. Seguro que ni los valencianos ni los aragoneses los echarían de menos. Cada vez más españoles están a favor de la secesión de Cataluña. De paso echar también a los guipuzcoanos y a algún vizcaíno también estaría bien.
A la marca España, tener a gentes tan impresentables no le viene bien. Y eso de comparar al noble pueblo escocés o irlandés (que tanto han sufrido con la colonización inglesa) con los catalufos, es una temeridad, una mentira, una injusticia y algo digno de juzgado de guardia y obra de un loco.
Scottish Independence. Ireland is not a British Isle. Y los catalufos que se vayan a freír espárragos!!!
Con la independencia de Catalonia ganamos todos. Sólo hay que hacer números. Valencia y su puerto se multiplicarían por cientos, ya que acogería todo el tráfico portuario de Barcelona.
Aragón y Zaragoza cogerían relevancia ya que pasarían de ser un punto entre medias de Madrid y Barcelona a ser una ciudad en crecimiento para absorber el vacío dejado por Catalonia.
Las Islas Baleares y toda la costa mediterránea multiplicarían por 10 el turismo que dejaría está Catalonia separada de España y de su marca, trabajada durante 60 años de turismo internacional.
Todo el paso a Francia dejaría de hacerse por Catalonia, por lo que otras poblaciones se verían beneficiadas con las inversiones y el paso de mercancías y personas.
Hay muchos beneficios para España con la independencia de Catalonia pero quizás lo más importante: dejaríamos de aguantar tanta memez, gilipollez, lloros y miserias de los cataluños
Free for catalonia!
Coincido con el señor Donatien Martinez-Labegerie. Yo también dudo de la consistencia del nacionalismo catalán. Como dudo de la consistencia del nacionalismo de la izquierda abertzale, cuya hoja de ruta hacia la independencia de Euskal Herria ha dado comienzo con la patriótica decisión de colocar banderas españolas en las instituciones que gobiernan, de respetar escrupulosamente la legislación represiva española («cumpliremos a rajatabla la Ley de Partidos») y de aplicar todos los recortes de Rajoy en los ayuntamientos y en la diputación de Gipuzkoa (despedir interinos, suprimir la aportación a Elkarkidetza, etc.)
«el futuro de Cataluña lo deciden todos los españoles»
(María Dolores de Cospedal)