Reconozco que me produce perplejidad la imagen de los socialistas vascos presentándose ante los ciudadanos como el último reducto -el más firme y consecuente- de la conciencia fiscal de la izquierda. Me resulta desconcertante verles gesticular ante los medios de comunicación intentando colar en la opinión pública la -falsa- especie de que siempre han sintonizado con los más exigentes postulados fiscales del progresismo político y, en consecuencia, nunca han dejado de reclamar una profunda revisión del sistema tributario con el fin de elevar la carga fiscal de los ricos, de las empresas y de las rentas de capital.
Su pretensión me resulta chocante, porque se contradice abiertamente con lo que yo he visto que han hecho en el Congreso durante los casi ocho años que ha durado el mandato de Zapatero. Y tengo para mí que lo que vale, cuando se trata de evaluar la coherencia de una formación política, no es lo que haya podido plantear, a título meramente especulativo, en foros distintos a los que tienen atribuida la competencia de aprobar las medidas que propone, sino lo que, de hecho, ha impulsado y aprobado, allí donde ha gozado de mayoría suficiente para gobernar y controlar la agenda legislativa.