Acabamos de asistir a la enésima representación teatral de la cadena de desencuentros que jalonan la relación entre López y Basagoiti. Nunca antes se había visto a dos personas tan unidas riñendo tanto. En el primer día -en aquella gloriosa jornada en la que firmaron el pacto de acumulación de fuerzas españolistas que puso a López en Ajuria Enea- todo fueron besos y abrazos; sonrisas y promesas. Pero desde entonces, todo han sido codazos y pisotones cruzados; codazos y pisotones que, sin embargo, no les han impedido continuar caminando juntos durante tres largos años.
Ahora dice Basagoiti que López no mira a Euskadi sino a Madrid; que no ejerce de lehendakari de los vascos, sino de sargento zapador al servicio de Rubalcaba. Y es cierto. Lleva razón: López mira solícito a Madrid. A sus superiores de Ferraz. A la espera de órdenes para desplegar en Euskadi las estrategia políticas diseñadas en la Villa y Corte. Lo que no dice Basagoiti es que él hace lo mismo. También mira solícito a Madrid. A sus superiores de Génova. Y porque ambos miran a Madrid, la estrategia de gobierno que han compartido no ha estado centrada en dar satisfacción a los deseos y aspiraciones de los ciudadanos vascos, sino en responder al plan diseñado en la capital de España para atar en corto a Euskadi.
Pero también López tiene razón cuando acusa a Basagoiti de «hacer seguidismo» de las políticas de Rajoy. Claro que lo hace. ¿En qué consiste su misión más que en legitimar y aplicar en Euskadi las pautas políticas emandas de Génova? Pero López -que en esto, insisto, tiene toda la razón- oculta el hecho de que también él «hace seguidismo». No de Rajoy, evidentemente, sino de los líderes del PSOE: antes de Zapatero y ahora de Rubalcaba. De hecho, sus lamentos y protestas por los ataques al autogobierno vasco y al Estado del bienestar han dado comienzo justo en el momento en el que Zapatero ha sido apeado de la presidencia del Gobierno español. Los famosos recortes sociales del 10 de mayo de 2010, no provocaron una sola queja de López. Ni una sola. Y las vulneraciones competenciales que provocaron los reales decretos-leyes que el Gobierno de Zapatero pactó con el PP para reformar el sistema financiero, tampoco suscitaron inquietud alguna en el Gobierno que preside. La Generalitat examinó detenidamente aquellas normas y acordó recurrir una de ellas. López, mientras tanto, disimulaba mirando para otro lado. Sólo ahora, al final de su mandato, se le ha encendido la furia resistente.