En el primer viaje que cursé a Dubrovnik, hace ya varios años, me explicaron que la corbata es una prenda originaria de Croacia. Al principio pensé que se trataba de una broma concebida al hilo de la similitud fonética existente entre el gentilicio del país balcánico -croata- y el término con el que habitualmente se conoce este complemento del vestuario masculino. Más tarde supe que la historia era verdad. El nombre de la corbata es de origen italiano y procede de la voz «croata». Se acuñó en el siglo XVII para referirse a los militares de aquel país que llevaban anudados al cuello pañuelos de colores.
Cuando yo era niño, la corbata era una prenda de vestir que se reservaba para las ocasiones muy solemnes. En las corbatas infantiles, el nudo venía hecho de fábrica y el ajuste al cuello se llevaba a cabo con la ayuda de una goma. En los colegios de pago, esta prenda formaba parte, también, del uniforme cotidiano de los escolares. Pero en Bermeo, en los años sesenta, no se estilaban esas cosas. En nuestro universo infantil de niños de pueblo, la corbata no era más que un ornamento muy singular, reservado exclusivamente para las grandes ceremonias y las fiestas de guardar.
Cuando llegué a la adolescencia, las corbatas infantiles desaparecieron del armario. La cultura del vaquero arrumbó sin piedad con los hábitos de vestir anteriores y las corbatas de la infancia, con sus graciosas gomas adaptables, quedaron reducidas a un entrañable recuerdo de la niñez. En aquella época, la corbata sólo la llevaban los ministros y los varones de edad madura que hacían trabajo de oficina. Los jóvenes -al menos los del entorno en el que yo me movía- nunca nos poníamos corbata. Jamás. Ni por casualidad. La corbata se convirtió en una prenda radicalmente ajena a nuestra indumentaria. Durante esa dilatada etapa, sólo recuerdo haberla utilizado en una ocasión: en una fiesta de fin de curso que organizamos en la Facultad de Derecho para financiar el viaje de estudios que en julio de 1982 hicimos a Italia. E incluso en ese caso, lo hice, como todos los compañeros de curso, porque la fiesta se desarrolló en la sede de la Sociedad Bilbaina, cuyas normas de protocolo exigían ponerse esa prenda participar en la cena. Se trató de una corbata prestada, evidentemente. De hecho, yo no me compré una hasta que empecé a trabajar, algunos años después. Y no asumí que había de utilizarla de forma regular hasta que accedí, ya en la treintena, a ocupar un puesto directivo en la Administración vasca.
Hoy en día, según veo, la gente joven no es tan refractaria a la corbata como nosotros lo éramos a su edad. Hablo con carácter general, evidentemente; no descarto excepciones, que siempre las hay en las cosas del vestir. Pero tengo la impresión de que la corbata no padece hoy en día el rechazo militante que nosotros le profesábamos en nuestros tiempos mozos. En las celebraciones matrimoniales, por ejemplo, es relativamente habitual encontrarse con jóvenes encorbatados que, al parecer, no tienen inconveniente alguno en incorporar esta prenda a su atuendo de ese día, aunque el resto del año vistan con camiseta negra, vaquero raído de talle bajo y botas doc martens.
La corbata -como la camiseta negra, no nos engañemos- es un símbolo formal que delimita de forma visible la pertenencia a una de las múltiples tribus que articulan la compleja y plural sociedad contemporánea. Cada tribu acota su espacio humano implantando un determinado estilo de vestir. En el Congreso de los diputados, las camisetas negras -y las new rock boots o los abrigos matrix– son tan poco frecuentes como las corbatas lo son en las fiestas nocturnas que se organizan en torno al ritual del botellón. Cada uno viste como quiere, es verdad, pero no es menos cierto que procura -o, cuando menos, suele hacerlo- con arreglo a la pauta establecida por el grupo social en el que está, cree estar o quiere estar integrado.
Con todo, creo que, en esto de la indumentaria simbólica de pertenencia a un grupo, la corbata desempeña un papel hasta cierto punto transversal. Precisamente por la vinculación que tradicionalmente ha tenido con los acontecimientos y las festividades más solemnes, la corbata es utilizada, aunque no sea más que de modo excepcional, por gentes de gustos muy heterogéneos a la hora de vestir. En las bodas, no es infrecuente que coincidan encorbatados, el abuelo de la época del tango, el hijo de la era beatle y el nieto de tendencia indie. El integrado por los usuarios -habituales u ocasionales- de corbata es, probablemente, el colectivo social más amplio y diverso que quepa imaginar. Aunque todas sean corbatas, las que usa Emilio Botín poco o nada tienen que ver con las que adornan la pechera de los jóvenes becarios del ramo de la consultoría, que veo embarcar las mañanas de los lunes en el primer vuelo que sale de Bilbao con destino a Madrid. Hay sedas y sedas.
Entre los enemigos de la corbata, ocurre algo muy parecido. No todos son, ni mucho menos, descamisados, activistas antisistema o proletarios con conciencia de clase. En el Congreso de los diputados -paradojas de la vida- la corbata solo es obligatoria para los ujieres. Los diputados, e incluso algún ministro, pueden permitirse el lujo de rechazar la corbata y alardear, con ello, de ser irreductibles a los dictados estéticos del sistema capitalista, pero a los subalternos, que ocupan el escalón más bajo de la jerarquía funcionarial de la cámara, se les obliga a vestir con el símbolo por excelencia de la burguesía explotadora. Y parece evidente que estos últimos se encuentra bastante más cerca que aquellos, de la famélica legión a la que alude La Internacional. En alguna ocasión -siguiendo con las paradojas- he tratado con algún empresario sin corbata, que venía acompañado del gerente de la sociedad, ataviado con riguroso traje. Cosa curiosa: el dueño de la empresa con indumentaria libre y su empleado férreamente encorbatado. Y ya no digo nada sobre los enemigos de la corbata que, tras una informalidad aparente y desenfadada, ocultan las prendas más fashion del mercado. Un traje de Zara, corbata incluída, es bastante más barato que un equipamiento completo -sin corbata, claro- de Ermenegildo Zegna.
Entre los dirigentes de la izquierda abertzale, se ha hecho del rechazo a la corbata una cuestión casi de principio. Lo cual no ha impedido, sin embargo, que siempre haya existido entre ellos un grupo reducido que la utiliza con normalidad. En los tiempos de Iñaki Esnaola, eran conocidos precisamente como «los de la corbata». Pero últimamente, la corbata ha sido rigurosamente desterrada de su vestimenta. Como si hubiera habido una consigna. Y su beligerante actitud anti-corbata es tan firme que, por efecto contagio -o emulación, no lo sé- ni los dirigentes de EA que antaño hacían de ella un uso frecuente, la utilizan ya con carácter habitual. Como se ve, la estética de Batasuna se ha impuesto también, de manera implacable, en el seno de la coalición. El diputado general de Gipuzkoa, Martín Garitano, que ocupa el puesto de mayor relevancia institucional de entre los que controla la izquierda abertzale, no la usa. Ni en el día a día, ni en las festividades forales. Y no es, evidentemente, porque carezca de dinero para adquirirlas. En las tiendas chinas se pueden adquirir por el módico precio de un euro. Más barato que un txakoli en las tabernas de la parte vieja.
Al principio, estaba convencido de que se trataba de una actitud de principio, basada, probablemente, en el significado que el imaginario social de la izquierda ha atribuido tradicionalmente a la corbata, como expresión simbólica de la burguesía que explota a la clase obrera y se queda injustamente con la plusvalía que genera la venta de su fuerza de trabajo. Por eso me sorprendí cuando, el lunes pasado, le ví encorbatado en la Conferencia Internacional sobre la paz, acompañado de Rufi Etxebarría, que vestía, también, chaqueta y corbata. Si en esa ocasión vistieron corbata -pensé- parece evidente que el hecho de no utilizarla de modo habitual no constituye una cuestión de principio. Salvo que se trate de los principios de Groucho Marx. Lo más probable es que, como gran parte de la sociedad vasca contemporánea, crean que la corbata es una prenda que sólo se ha de utilizar en ocasiones señaladas. Y, sin duda, han considerado que la visita de Jerry Adams era una de ellas.
Pero a partir de ahí, lo que toca es preguntarse por el criterio en virtud del cual un político abertzale debe distinguir entre ocasiones solemnes y no solemnes a efectos de anudarse la corbata al cuello. Uno tiende a pensar que para un nacionalista vasco, la máxima solemnidad debería emanar de una visita a la Lehendakaritza, con independencia, claro está, de la persona que en cada momento pudiera encarnar el cargo. O que para alguien firmemente apegado a su tierra, la solemnidad está asociada a las más relevantes festividades locales. Pero ya se ve que no es así. A Garitano le hemos visto sin corbata en Ajuria Enea y en la fiesta de San Ignacio. Y le volveremos a ver, sin duda, en el próximo Aberri Eguna.
¿Cual es, entonces, el criterio al que se acoge la izquierda abertzale para discernir entre los momentos en los que toca ponerse corbata y aquellos otros en los que no procede hacerlo? No lo sé. Pero parece claro que no es un criterio nacionalista vasco; si acaso, internacionalista. Como el socialismo marxista.
Seguro que Bildu dira lo de siempre, esto es:
«Estamos en ello. Estamos definiendo el criterio a seguir en el uso de la corbata. Ya veremos como lo definimos en el futuro….»
Josu Erkoreka el Enredador,
La izquierda abertzale ha demostrado su sabiduría, que le llevará muy lejos, a la consecución de lo que quiere.
Hay varios códigos. Además, el socialismo marxista siempre ha vestido con corbata, al igual que el capitalismo marxista. Otras veces sucede al revés, pero, por qué no dedicas un artículo a los capitalistas sin corbata?
El criterio es claro: sólo se usa la corbata en ocasiones diplomáticas.
Una visita al lehendakari de la autonomía espanola para las Vascongadas basada en la LO 3/79 es para un miembro de la izquierda abertzale -nacioalista o no- lo antónimo de la diplomacia, el descenso a los doméstico más pedestre y políticamente chabacano, por tanto en ningún caso merece otra cosa mayor que ir con la cara lavada y con desodorante en cumplimiento de unas medidas de higiene ineludibles fuera del dormitorio de uno.
Si fuera una visita a un lehendakari de la autonomía de 1936 sería distinto, pues sería respetable un lehendakari de una autonomía que no tenía su reflejo en las autonomías de Santander o de Madrid como espejo de su trascendencia autonómica de opereta húngara (magyar szín). Pero no es el caso.
Diplomacia, esta es la clave, Josu. Izagirre, que es médico y mira a un ser humano como un fiambre en potencia (en el derecho inglés procesal los facultativos de medicina no pueden formar parte de un jurado), puede no estar con corbata en un acto diplomático, pero Garitano, que no tiene como el alcalde de la capital de la cultura vasca un PhD pero sí varios MBAs después de haber dado la vuelta al mundo del modo que lo hizo según nos reportaba diariamente en «Mugalari» en Gara.net hace unos annos y Etxeberria saben que no es lo mismo reunirse con Kofi Annan y los demás, con la Comunidad Internacional, que hacerlo con López, Urkullu, el rey espanol, el juez Garzón o, con todos los respetos, contigo mismo.
Estimado señor:
Soy periodista de la revista Osaca – http://www.revistaosaca.com -, con más de 300.000 lectores, y estamos haciendo un reportaje sobre el panorama que se presenta ahora tras el comunicado de ETA. ¿Podría enviarnos una columna de opinión o contestar a una serie de preguntas? Muchas gracias
Le adjunto algunas de mis preguntas. si me las pudiera contestar lo antes posible, se lo agradecería. Por cierto, hace unas semanas publiqué un pefil suyo a una página. Puede googlearme con «javier m. faya diariodeburgos erkoreka»
1 – El hecho de que ETA ni se disuelva ni entregue las armas es porque no se fía?
2 – ¿Puede jugar Otegi un papel importante en el futuro?
3 – ¿Qué horizonte se presenta ahora para vuestra formación, para todos los agentes implicados…?
4- se habla de las víctimas de ETA, pero no tanto de las otras víctimas, las de los GAL (no cuento las de Franco porque fue una dictadura que casi nadie quería). ¿Por qué no han salido a la palestra?
5- el pp dijo anoche que no derogará «en bloque» la doctrina parot. ¿No crees que igual se refiere a que estudiará caso por caso? Está sufriendo unas presiones tremendas.
6- tendrá ETA la paciencia del santo Job si ve que sus reivindicaciones no son satisfechas y pasa el tiempo?
11- Le debe mucho Bildu al PNV? ¿Y ETA?
12- hace años se decía que eta agitaba el árbol y ustedes cogían las nueces. ¿Ahora quiénes son los que lo hacen? ¿Puede que Bildu les haya sustituido?
13- Es justo que haya unas elecciones en Euskadi ya? ¿Cree que la izquierda abertzale les auparía al poder máxime con las buenas migas que están haciendo con el PP?
14- tienen miedo de que Amaiur les desplace en el Congreso?
15- Rajoy aprovechará la oportunidad cuando sea presidente?
Mil gracias por todo
le agradecería muchísimo que me contestara a lo largo del día
Sin duda alguna la Izquierda Radical se acoge a un criterio radicalmente anti sistema, revolucionario, internacionalista para discernir entre los momentos en las que toca ponerse corbata y aquellos otros en los que no.
El que gentuza como Rufito se ponga la corbata cuando se celebra la famosa jornada, con el despliegue que supuso de medios y dinero, obedpece a una necesidad psicológico de que los medios de comunicación (CUARTO PODER) perciban un cambio real en la actitud de estos cínicos. Una avparente voluntad de ser unos más entre todos los participantes. O sease que NO DAR EL CANTE.
Tengamos a buen seguro que jamás se pondran una corbata para reunirse con gente de EAJ, salvo que piensen que con ello puedan lograr una ziaboga.
JELen
Josu,
Si la asociación madrilena «Forum Nueva Economía» no organizara en su sucursal regional-norte eventos, qué haríais en el PNV? Podríais seguir viviendo?
Aunque la mona se vista de seda…..
¡Ya te da guerra la denominada por los autodenominados nacionalistas vascos la izquierda autodenominada abertzale! Ahora es la corbata y el criterio de la izquierda abertzale para ponérsela cuando le viene en gana. Si te he comprendio bien, parece ser que tiene algo que ver con el criterio internacionalista, con el socialismo marxista. Al final, si perseveráis en el desatino, acabaréis con un embudo en la cabeza y un matasuegras en tu Bermeo natal.